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Alexis Carrel, científico místico por Primo Siena A
los setenta años de la aparición de su famoso libro La incógnita del
hombre, en el contexto de la cultura actual se aviva el mensaje
humanista de ese científico, premio Nobel por la medicina en el lejano
1912. |
Giuseppe
Sermonti - biólogo italiano de destacada trayectoria internacional, ya
director de la (International School of General Genetics) [1978]-
utilizando una elegante metáfora en un libro suyo del año 1974,
comparaba la ciencia moderna a la manzana que al caer sorpresivamente de
su árbol inspiró a Newton el principio de la gravitación universal de
lo objetos, abriendo camino al tiempo de las abstracciones matemáticas y
de las ciencias exactas. A la metafórica manzana de Newton, Sermonti
oponía la manzana de Adán, representación del mito antiguo que en una
visión de la cosmología tradicional define al hombre en su relación con
el conocimiento universal simbolizado en el árbol bíblico del Bien y del
Mal. Según una sabiduría tradicional, la cosmología (ciencia
que escudriña el origen y las finalidades del mundo cósmico) y la
filosofía (investigación radical y total de conocimiento) fueron
estrechamente ligadas por un mismo hilo constituido por la visión
unitaria de la realidad vital del mundo expresada en la Edad Media.
Pero con el paso del tiempo la filosofía asumió, como denuncia Titus
Burckhardt, los "rasgos solitarios, huraños" que la caracterizan hoy en
día, mientras que la cosmología se fue reduciendo a simple descripción
del universo visible; tanto es así que actualmente la ciencia y la
filosofía - siempre en opinión de Burckhardt - son dos fragmentos de una
entidad perdida, desarrollándose uno hacia la objetividad y el otro
hacia la subjetividad. ¡Ahora bien!, ha sido precisamente un
científico, el francés Alexis Carrel, galardonado en el lejano 1912 con
el Premio Nobel por la Medicina y la Fisiología, el que ha planteado en
las primeras décadas del siglo XX° el problema de recuperar la entidad
perdida buscando nuevamente la confluencia entre cosmología y filosofía,
ambas restituidas al auténtico y primario sentido olístico de las
ciencias del conocimiento total y global del hombre y del mundo que lo
rodea. Alexis Carrel durante la primera guerra mundial (1914-18)
fue testigo de las atrocidades bélicas que él intentó de aliviar con la
actividad de un hospital móvil de campaña denominado "Ambulancia
Carrel". A pesar de estar familiarizado con el sufrimiento
humano, como todo médico, la guerra - por la crisis de valores y las
agitaciones sociopolíticas que desató sucesivamente - lo impactó
fuertemente empujándolo a reflexionar sobre los recursos de las ciencias
con la finalidad de encontrar un camino capaz de resolver las
desarmonías fisiológicas, psíquicas, espirituales del hombre en el
contexto agitado de los tiempos modernos. La "incógnita" del hombre
La celebridad internacional alcanzada a solo treinta y nueve años de
edad con el Premio Nobel, proporcionó al doctor Carrel la oportunidad de
contactarse con las personalidades más connotadas de la cultura de su
tiempo; y entre ellas especialmente Emile Boutroux, Henrí Bergson,
Jacques Maritain, Luís Pasteur, Jean Lepine, Albert Einstein, Henrí
Poincaré, Julian Huxley, Antoine Sertillanges. Con Sertillanges y
Maritain en particular conversa entorno a la necesitad de enfrentar el
desafío de la sociedad moderna según una perspectiva enfocada hacia el
microcosmo humano reactualizando el socrático "gnosce te ispum", pero a la luz de la invocación agustiniana: "In interiore homine habitat veritas" . Esta línea conceptual constituirá el enfoque científico-olístico del libro Man, the Unknown que Alexis Carrel públicaba en Estados Unidos y contemporáneamente en Francia bajo el título L'Homme cet inconnu, poco tiempo antes del lanzamiento de Humanismo integral
de Maritain. Pero, mientras que el libro del filósofo neotomista
circula en las bibliotecas universitarias, en institutos religiosos y en
reducidos círculos académicos, aquel del científico francés obtiene el
éxito de un besteseller alcanzando en sólo tres años (1936-39) varias ediciones y la traducción a más de veinte idiomas.
Abordando la incógnita del hombre, Alexis Carrel denuncia en su libro
las alteraciones que afectan tanto al hombre moderno como a la sociedad
industrial y tecnocratica responsable de la confusión que afecta la
esencia constitutiva del ser humano, investigado sólo sectorialmente por
la ciencia experimental moderna. En el prólogo advierte que e autor del
libro no es un filósofo, sino sólo un científico quien busca la unidad y
totalidad del conocimiento investigando en los laboratorios sobre los
seres vivientes y reflexionando sobre los hombres para comprenderlos
mejor: "por lo tanto - aclara - él no pretende de conocer sino aquellas
realidades que la observación científica abarca". Pero para el doctor
Carrel el campo de investigación científica no puede ignorar aquellos
espacios que la ciencia experimental y sectorial moderna ha abandonado a
la reflexión metafísica; por consiguiente el científico olístico debe
investigar no sólo al hombre como entidad fisiológica, sino también a su
espíritu como a su psique, a su mente como a su corazón, a su
inteligencia como a su alma. Elaborando su diagnosis de la
sociedad moderna, Alexis Carrel destaca que la civilización
contemporánea se ha constituido según los caprichos de los
descubrimientos científicos, los apetitos, los espejismos, las teorías,
los deseos humanos, pero ignorando la verdadera naturaleza del hombre.
Las expansión del confort, los avances tecnológicos han influenciado
la organización política y económica del mundo actual, provocando
alteraciones no siempre positivas en el hábitat del hombre
contemporáneo, porque si los triunfos de la inteligencia han
proporcionado al ser humano riquezas y comodidades, los valores morales
han ido rebajándose, la razón práctica muchas veces ha borrado las
creencias religiosas; y si la vida moderna ha liberado al hombre de
muchas constricciones, al mismo tiempo ha suprimido la disciplina, el
esfuerzo, las normas éticas desviándose hacia valores falsos que
adulteran el buen éxito de la vida misma. Restablecer la dignidad humana en la plenitud de la persona
¡Ahora bien!, para resolver positivamente la incógnita del hombre hay
que restablecer la dignidad humana en la plenitud de la persona
individual debilitada por la civilización moderna. Muchos creen
que las ciencias sociológicas y la economía política puedan aportar hoy
en día una contribución decisiva para mejorar el conocimiento del
hombre; pero - observa el doctor Carrel - se trata de ciencias parciales
que sólo integrándose a los aportes de anatomía, fisiología, higiene,
psicología, metapsíquica, pedagogía podrán estudiar al ser humano en su
integralidad personal; es decir: como entidad constituida por un sistema
fisio-químico, por un organismo viviente, un organismo psíquico, un
universo espiritual. La concreta realización de este programa se dará sólo en el año 1941 con la organización en París de la "Fundación francesa para la investigación de los problemas del hombre"
dirigida por el mismo Carrel y dotada de cuarenta millones de francos
franceses de entonces por un decreto del gobierno del Mariscal Pétain.
Pero la fundación tuvo vida breve en una Francia dividida entre zona
ocupada por alemanes y zona administrada por el gobierno de Vichy,
agobiada por el enfrentamiento militar entre resistentes gollistas y
colaboracionistas. Después de la llegada en París de las tropas
angloamericanas y gollistas de la "France Libre" (19 de junio de 1944),
en el mes de agosto Alexis Carrel es destituido de su cargo e incluido
en una lista de "colaboracionistas ilustres" más por acusaciones de
adversarios envidiosos de su fama internacional que por su supuesta
imprevisión política. El hecho fue la causa de su primer ataque al
corazón. La muerte lo alcanza a los setenta y un año, el 5 de noviembre
de 1944, ahorrándole la infamia de un juicio político inmerecido. En
verdad, la adhesión del doctor Carrel al Mariscal Pétain no había
asumido ningún matiz político específico, siendo más bien la expresión
de un patriota francés que había manifestado lealtad a su patria
envuelta en una dramática crisis político-militar. Como
atestiguará su esposa Anne, ningún motivo que no fuera la fidelidad a su
tierra natal empujo al doctor Carrel a regresar a Francia (1939) en el
periodo más trágico de su trayectoria nacional, dejando en Nueva Cork
tranquilidad personal, honores académicos y un alto estándar económico.
Esta desinteresada elección de Alexis Carrel inducirá, cincuenta años
después, hasta el presidente socialista Mitterand a reconocer la
honestidad cívica e intelectual de su ilustre compatriota quien regresó a
su patria perturbada por la guerra con el sólo propósito de entregarle
un mensaje de esperanza resumido en un atrevido programa
científico-espiritual proyectado hacia el futuro. Por cierto hay
una admirable grandeza moral y espiritual en este hombre que deja todas
la comodidades personales para compartir el destino dramático de sus
compatriotas soportando por consiguiente pesados sacrificios físicos,
porque la Francia de los años bélicos no proporcionaba ninguna de las
mínimas comodidades necesarias para desarrollar una tranquila
especulación intelectual y científica, ni ofrecía alimentación
suficiente ni calefacción que pudiera mitigar la rigidez del invierno
galo, lo que obligaba a Alexis Carrel a trabajar en su último programa
científico con las piernas envueltas en una frazada para combatir el
frío que él aborrecía. En los años noventa del siglo recién
pasado se desencadenó en Francia una campaña de prensa para demonizar la
memoria del doctor Carrel, intentando relacionar de modo arbitrario la
eugenía voluntaria propiciada por el científico francés con el
darwinismo social y el racismo biológico nazista. Acusaciones sectarias y falsas que son desmentidas por las mismas enseñanzas de Carrel, cuando él afirma que "el
buen éxito de la vida individual es siempre posible a pesar de que
algunos aspectos del individuo sean deficitarios, mientras que el mismo
éxito es incompatible con la ausencia de una personalidad moral. Las
reglas de una buena conducta de la vida individual deben, más allá del
individuo, dirigirse a los otros individuos presentes y futuros. La
salvación de uno no debe verificarse a cuesta de la salvación de otro.
El éxito de la vida sobre la tierra depende del resultado de la vida de
cada ser humano, del esfuerzo de cada uno.....El éxito de la vida
colectiva se obtiene por medio del amor fraternal, por la supresión de
las clases sociales, el acceso de todos a la propiedad, la posibilidad
que cada uno pueda acceder a la vida espiritual: intelectual, estética,
religiosa". La conducta de la vida entre abstracción y realidad El mensaje de esperanza que Alexis Carrel ha dejado como herencia para la posteridad, está resumido en las páginas de La conduit de la vie,
el libro que él empezó a escribir en 1938 y que completó en su primera y
última redacción en 1942. Fue editado póstumo en el año 1950, bajo el
cuidado de su esposa Anne, por Plon en París con el título "Reflexions sur la conduite de la vie ". Retomando en "Reflexiones sobre la conducta de la vida" la temática abordada en "El Hombre, ese desconocido",
Carrel denuncia tanto las abstracciones improductivas de las ideologías
modernas, como la impericia del método científico analítico,
responsables ambos de confundir las ciencias de la naturaleza que
investiga la materia con la ciencia sintética que investiga al hombre.
Fue así -destaca Carrel - que los filósofos utilitaristas y los
ideólogos marxistas, ignorando el uso correcto de los conceptos
operativos, confundieron una específica interpretación de la vida
natural con la ciencia del hombre. Por efecto de ese error tanto el
liberalismo iluminista como el marxismo proclamaron la primacía de lo
económico sobre el humano y lo espiritual. Las reglas
fundamentales de la vida están constituidas, según Carrel, por las leyes
de la conservación de las especies de los seres vivientes y por la ley
de la ascensión del espíritu. En estas leyes reside la causa de los
distintos aspectos del proceso vital del hombre. La falta de equilibrio y
las desarmonías que padece nuestra sociedad se debe gran parte al hecho
que el espíritu haya sido rebajado al nivel de la inteligencia
racional. La sociedad moderna ha cultivado la presunción de
afirmar el dominio de la ciencia, fruto de observación racional, sobre
el mundo de la materia y de los conceptos matemáticos por medio de la
inteligencia, pero ha ignorado todas las demás actividades del espíritu
que el lenguaje científico nunca ha podido describir satisfactoriamente:
el arte, la acción, el sentimiento moral, el corazón, la audacia, la
oración, el sentido de lo divino. Cada vez que la vida ha
rehusado adecuarse a la ley de la ascensión del espíritu - aclara Carrel
- la vida misma se ha desviado de su cauce normal. Esta despiadada
diagnosis no induce todavía en Alexis Carrel la tentación del pesimismo;
por el contrario su optimismo básico, sustentado por la fe cristiana,
afirma en él la persuasión que el curso equivocado de los tiempos que
vivimos puede revertirse por medio de un gran esfuerzo educativo
dirigido a la restauración de la persona humana, tanto en sus
componentes éticos y espirituales como en sus estructuras biopsíquicas;
tarea esta propia de los educadores y, entre ellos, principalmente de
los padres. Entonces hay que reactivar los valores básicos de
una educación afirmada en la ley del esfuerzo y de la voluntad del
educando: una educación corroborada además por el aporte de biología,
eugenia voluntaria, higiene del espíritu porque - explica Carrel - sólo
una educación conmensurada a los varios elementos de la persona integral
podrá conducir nuevamente todo hombre -más allá de su extracción
social, sexo, potencialidad biopsíquica y espiritual - hacia el camino
real del buen éxito de la vida. En una de las últimas páginas de "Reflexiones sobre la conducta de la vida" - concluidas casi en articulo mortis
- Alexis Carrel nos otorga su mensaje de esperanza con acentos líricos y
una tensión moral que asimilan el científico al filósofo y al místico;
quienes - en la espera de la venida del reino de Dios en el mundo
terrenal - exaltan al hombre integral que expresa y resume en sí mismo "el atleta, el artista, el científico, el héroe y el santo que se adormece en la paz del Señor".
Y más adelante, concluye: "La alegría es el signo que marca el triunfo
de la vida. La ascensión del espíritu es el signo supremo del éxito
alcanzado. El buen éxito de la vida se manifiesta por la plenitud de sus
dones". Palabras que guardan, también hoy en día, una vigorosa y
deslumbrante actualidad para una humanidad que, entre incertidumbre de
todo tipo, va adentrándose en el laberinto de la postmodernidad. •- •-• -••• •••-• Primo Siena
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