lunes, 22 de junio de 2015

Lucas 16: 8 “Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz” Introducción Es triste comprobar que eso es muchas veces verdad. Por lo general, la gente del mundo es más sagaz y diligente que los hijos de luz; es decir, nosotros. Uno de los fallos más comunes en los hijos de Dios es la falta de la suficiente diligencia para el servicio a Cristo. No obstante, toda obra que Dios nos da a hacer tiene que hacerse con diligencia, es decir, con fidelidad, con interés, con ganas, y suficiente rapidez. Leemos en Proverbios 12: 24; “La mano de los diligentes dominará, pero la negligencia será tributaria” La mano de los diligentes dominará, porque obtendrá la ganancia necesaria para hacer mayor negocio. El negligente, en cambio, tendrá que ponerse al servicio de otros. Algunos cristianos son pobres, no porque deban serlo, sino porque no son suficientemente fieles, diligentes, ni perseverantes: Leemos en Proverbios 10: 4; “La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece”. En ese mismo sentido, esa pobreza no lo es sólo la de tipo material, sino también la de tipo espiritual: Pobres en cuanto al servicio a los demás: en la familia, la iglesia local, etc. Prestemos atención al siguiente principio Cuando el cristiano no toma las riendas de su vida en el nombre de Cristo, siempre surgirán ventajistas que lo harán por él, sin él. Cuando el cristiano se deja llevar por la apatía y el desinterés, siempre le surgirán Adonías en su vida… ¿Quién conoce la historia del rey David y su hijo Adonías? 1. David y Adonías: Hubo una vez un hombre que de poco no llega a ser rey, porque el rey, su padre, se olvidaba de hacerle rey, y otro, aprovechándose, tomaba esa posición. Ese hombre fue Salomón; su padre David, y el ventajista fue Adonías, su hermano. Leemos 1 Reyes 1: 1-31 “ 1Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo cubrían de ropas, pero no se calentaba. 2Le dijeron, por tanto, sus siervos: «Busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que lo atienda y lo abrigue, que duerma a su lado y así mi señor, el rey, entrará en calor».3Buscaron, pues, una joven hermosa por toda la tierra de Israel; encontraron a Abisag, la sunamita, y la llevaron al rey. 4La joven era hermosa; ella abrigaba al rey y lo servía, pero el rey nunca la conoció. Adonías usurpa el trono “5Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo reinaré». Se hizo de carros, de gente de a caballo y de cincuenta hombres que corrieran delante de él. 6En todos sus días su padre nunca lo había reprendido diciéndole: «¿Por qué haces esto?». Además, era de muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón. 7Adonías se había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, los cuales lo ayudaban. 8Pero el sacerdote Sadoc, Benaía hijo de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David no seguían a Adonías.9Mató Adonías un día ovejas, vacas y animales cebados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de Rogel, y convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, siervos del rey. 10Pero no convidó al profeta Natán ni a Benaía ni a los grandes, ni a su hermano Salomón. 11Entonces Natán dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor? 12Ven pues, ahora, y oye mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu hijo Salomón. 13Ve, preséntate ante el rey David y dile: “Rey y señor mío, ¿no juraste a tu sierva, diciendo: ‘Salomón, tu hijo, reinará después de mí, y él se sentará en mi trono?’. ¿Por qué, pues, reina Adonías?”. 14Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré detrás de ti y reafirmaré tus palabras.15Entonces Betsabé entró en la habitación del rey. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo servía. 16Betsabé se inclinó e hizo una reverencia al rey. El rey dijo:—¿Qué te pasa? 17Ella le respondió:—Señor mío, tú juraste a tu sierva por Jehová, tu Dios, diciendo: “Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono”. 18Pero ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas. 19Ha matado bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; pero no ha convidado a Salomón, tu siervo. 20Entre tanto, rey y señor mío, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les anuncies quién se ha de sentar en el trono después de mi señor, el rey. 21De otra manera sucederá que cuando mi señor, el rey, duerma con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos considerados culpables. 22Mientras ella aún hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. 23Le avisaron al rey diciendo: «Aquí está el profeta Natán». Cuando él entró donde estaba el rey, se postró delante del rey rostro en tierra, 24y dijo —Rey y señor mío, ¿has dicho tú: “Adonías reinará después de mí y se sentará en mi trono”? 25Porque hoy descendió a sacrificar bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar: están comiendo y bebiendo delante de él, y gritan: “¡Viva el rey Adonías!”. 26Pero ni a mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc ni a Benaía hijo de Joiada ni a Salomón, tu siervo, ha convidado. 27¿Es que esto ha sido ordenado por mi señor, el rey, sin haber dado a conocer a tus siervos quién se había de sentar en el trono de mi señor, el rey, después de él?” David proclama rey a Salomón “28El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé». Entró ella a la presencia del rey y se quedó en pie delante de él. 29Entonces el rey hizo este juramento:—¡Vive Jehová!, que ha redimido mi alma de toda angustia, 30que como yo te he jurado por Jehová, Dios de Israel, diciendo: “Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará sobre mi trono en lugar mío”, así lo haré hoy. 31Betsabé se inclinó ante el rey, con su rostro en tierra, y haciendo una reverencia al rey, dijo: —Viva mi señor, el rey David, para siempre” Revisemos con detalle (1: 1) “ 1Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo cubrían de ropas, pero no se calentaba” David era ya viejo (pero todavía era el rey). Quizás por ser viejo y al cuidado de Abisag, se sentía como los niños pequeños arropados por su mamá, aletargado y alejado de la realidad que le rodeaba; pensando más en sí mismo que en otra cosa. Al ser así, estaba inmerso en su propio mundillo, dejando de lado sus responsabilidades. David andaba distraído, y en su propia autocomplacencia. (1: 11) “11Entonces Natán dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor?” Al proceder así, David no se enteraba de la rebelión de su hijo Adonías, por eso leemos lo que le dijo el profeta Natán:”…reina Adonías hijo de Hagit sin saberlo David nuestro señor” A pesar de que David había jurado que su hijo Salomón (suyo y de Betsabé) sería el rey (v. 13), YA HACÍA TIEMPO QUE DEBÍA HABER DECLARADO AL PUEBLO QUE SALOMÓN LE IBA A SUCEDER EN EL TRONO, y no lo había hecho. (1: 5) “5Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo reinaré». Se hizo de carros, de gente de a caballo y de cincuenta hombres que corrieran delante de él” Por lo tanto, Adonías actuó con suma rapidez. CUANDO NOSOTROS NO ACTUAMOS CON DILIGENCIA, EL ENEMIGO ACTUARÁ CON DILIGENCIA. (1: 18) “18Pero ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas” De hecho, Adonías había empezado a reinar, aun siendo todavía David el rey, y sin éste saberlo. Betsabé tuvo que advertírselo, porque él no se daba cuenta de nada: “ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas”. El enemigo, a causa de nuestra falta de diligencia y fidelidad, aprovechará para robarnos, ¡aun y delante de nuestras narices! ¡Cuántas veces no hemos recibido la bendición que el Señor a querido darnos, por no haber sido lo suficientemente diligentes, fieles y perseverantes en nuestra entrega práctica al Señor! Sea eso en la vida personal, familiar, y de iglesia local. Como hemos leído, sólo fue gracias a la fidelidad, perseverancia y diligencia de Betsabé, la mujer de David, que la negligencia de David no llevó al fracaso a Israel. Justo a tiempo, David reaccionó. Sólo por poco, Salomón no se queda fuera de ser el rey de Israel. Toda falta de diligencia puede suponer un Adonías en nuestra vida. O dicho de otro modo: 2. Toda negligencia puede suponer un Adonías en nuestras vidas Dios nos quiere para las buenas obras. La Biblia nos enseña que Dios tiene una serie de buenas obras preparadas para que nosotros las hagamos. Efesios 2: 10 “ pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. Esto es una bendición. No obstante, si no somos suficientemente aplicados y diligentes, esto puede llegar a no funcionar bien. Veamos más en detalle, cómo nos podría pasar a nosotros lo mismo que casi le pasa a David: Cuando al igual que David, nos abandonamos y nos cerramos en nosotros mismos, dejándonos llevar por diferentes cosas, (algunas de ellas las mencionaremos seguidamente), entonces nuestro sentido de la diligencia, de la fidelidad y de la perseverancia a la hora de acometer las obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ella, se paraliza, y seguramente que el enemigo enviará algún Adonías, que logrará para sí lo que usted y yo no estamos logrando para el Señor por nuestro pecado de omisión. Esa es la razón por la cual, en la Iglesia entran muchas veces lobos y llegan a ocupar puestos claves en el ministerio: Cuando David se duerme “en los laureles”, Adonías entra en escena. Veamos esas causas por las cuáles nuestra perseverancia y diligencia pueden fallar: El desánimo. El cansancio. La auto lástima. La dejadez. La pereza. La pasividad y apatía. El interés desmedido en otras cosas (aun legítimas). El exceso de tristeza y melancolía. El malestar. El miedo o el temor. Errando en definir las prioridades en nuestro servicio. La distracción. La autocomplacencia. Las causas pueden ser muchas. En el caso de David parece que fue esa última sobretodo, es decir: La AUTOCOMPLACENCIA. David en esos momentos, se sentía muy complacido de sí mismo porque se veía como que él ya había llegado a la meta; que ya lo había conseguido todo en esta vida (esta es una forma de autoengaño). Esto hizo que se relajara en extremo, y perdiera el tren de la obra de Dios en su vida por un momento. Toda falta de perseverancia, fidelidad a la obra y diligencia puede suponer un Adonías en tu vida. La diligencia es un asunto esencial para conseguir los propósitos de Dios. Sin ella, no se logra nada que valga la pena. Sin ella, otros lo harán por ti, porque siempre hay Adonías dispuestos a entrar en tus labores si tú no estás por la labor. 3. Venciendo a la negligencia Como cristianos, debemos entender que la negligencia no es sino un pecado, generalmente ligado a la omisión. Por lo tanto debemos combatirlo, así como combatimos los demás pecados que sabemos que lo son. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9) Es imposible andar en las obras que Dios ya preparó de antemano para nosotros, si la falta de diligencia es lo que rige nuestra vida. Recordemos las causas (que no son todas) por las cuales podemos dejar de ser diligentes: El desánimo. El cansancio. La auto lástima. La dejadez. La pereza. La pasividad y apatía. El interés desmedido en otras cosas (aun legítimas). El exceso de tristeza y melancolía. El malestar. El miedo o el temor. Errando en definir las prioridades en nuestro servicio. La distracción. La autocomplacencia. Démonos cuenta de que cada cosa de estas obedece a una falta de la presencia activa del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por lo tanto, llenémonos del Espíritu Santo y digámosle a todas esas cosas que se alejen de nosotros, porque no son aliadas del Reino de Dios, sino del reino de las tinieblas. Echemos fuera de nuestras vidas todo lo inmundo que nos quiere apartar de la diligencia y de la perseverancia, con el fin de que el enemigo pueda enviar Adonías a nuestras vidas y entorno. Recuerde: Toda falta de diligencia puede suponer un Adonías en tu vida. ¡Seamos diligentes!. © Miguel Rosell Carrillo Abril 2007 [Mail The Page] [Print The Page] [Reader Options] [Exit Reader] No permitas ningún Adonías en tu vida

No permitas ningún Adonías en tu vida

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