NO PERMITAS NINGÚN ADONÍAS EN TU VIDA
08/04/2007
Lucas 16: 8 “Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz”
IntroducciónEs triste comprobar que eso es muchas veces verdad. Por lo general,
la gente del mundo es más sagaz y diligente que los hijos de luz; es
decir, nosotros.
Uno de los fallos más comunes en los hijos de Dios es la falta de la suficiente diligencia para el servicio a Cristo.
No obstante, toda obra que Dios nos da a hacer tiene que hacerse
con diligencia, es decir, con fidelidad, con interés, con ganas, y
suficiente rapidez.
Leemos en Proverbios 12: 24;
“La mano de los diligentes dominará, pero la negligencia será tributaria”
La mano de los diligentes dominará, porque obtendrá la ganancia necesaria para hacer mayor negocio. El negligente, en cambio, tendrá que ponerse al servicio de otros. Algunos cristianos son pobres, no porque deban serlo, sino porque no son suficientemente fieles, diligentes, ni perseverantes:
Leemos en Proverbios 10: 4;
“La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece”.
En ese mismo sentido, esa pobreza no lo es sólo la de tipo material, sino también la de tipo espiritual: Pobres en cuanto al
servicio a los demás: en la familia, la iglesia local, etc.
Prestemos atención al siguiente principio
Cuando el cristiano no toma las riendas de su vida en el nombre de
Cristo, siempre surgirán ventajistas que lo harán por él, sin él.
- Cuando el cristiano se deja llevar por la apatía y el desinterés, siempre le surgirán Adonías en su vida…
1. David y Adonías:
Hubo una vez un hombre que de poco no llega a ser rey, porque el rey, su padre, se olvidaba de hacerle rey, y otro, aprovechándose, tomaba esa posición.
Ese hombre fue Salomón; su padre David, y el ventajista fue Adonías, su hermano.
Leemos 1 Reyes 1: 1-31
“ 1Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo
cubrían de ropas, pero no se calentaba. 2Le dijeron, por tanto, sus
siervos: «Busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que lo
atienda y lo abrigue, que duerma a su lado y así mi señor, el rey,
entrará en calor».3Buscaron, pues, una joven hermosa por toda la tierra
de Israel; encontraron a Abisag, la sunamita, y la llevaron al rey.
4La joven era hermosa; ella abrigaba al rey y lo servía, pero el rey
nunca la conoció.
“ 1Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo
cubrían de ropas, pero no se calentaba. 2Le dijeron, por tanto, sus
siervos: «Busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que lo
atienda y lo abrigue, que duerma a su lado y así mi señor, el rey,
entrará en calor».3Buscaron, pues, una joven hermosa por toda la tierra
de Israel; encontraron a Abisag, la sunamita, y la llevaron al rey.
4La joven era hermosa; ella abrigaba al rey y lo servía, pero el rey
nunca la conoció.
Adonías usurpa el trono
“5Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo
reinaré». Se hizo de carros, de gente de a caballo y de cincuenta
hombres que corrieran delante de él. 6En todos sus días su padre nunca
lo había reprendido diciéndole: «¿Por qué haces esto?». Además, era de
muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón. 7Adonías se
había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote
Abiatar, los cuales lo ayudaban. 8Pero el sacerdote Sadoc, Benaía hijo
de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David no
seguían a Adonías.9Mató Adonías un día ovejas, vacas y animales
cebados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de
Rogel, y convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los
hombres de Judá, siervos del rey. 10Pero no convidó al profeta Natán
ni a Benaía ni a los grandes, ni a su hermano Salomón. 11Entonces Natán
dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de
Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor? 12Ven
pues, ahora, y oye mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu
hijo Salomón. 13Ve, preséntate ante el rey David y dile: “Rey y señor
mío, ¿no juraste a tu sierva, diciendo: ‘Salomón, tu hijo, reinará
después de mí, y él se sentará en mi trono?’. ¿Por qué, pues, reina
Adonías?”. 14Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré detrás
de ti y reafirmaré tus palabras.15Entonces Betsabé entró en la
habitación del rey. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo
servía. 16Betsabé se inclinó e hizo una reverencia al rey. El rey
dijo:—¿Qué te pasa? 17Ella le respondió:—Señor mío, tú juraste a tu
sierva por Jehová, tu Dios, diciendo: “Salomón, tu hijo, reinará
después de mí y se sentará en mi trono”. 18Pero ahora reina Adonías,
sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas. 19Ha matado bueyes,
animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del
rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; pero no ha
convidado a Salomón, tu siervo. 20Entre tanto, rey y señor mío, los
ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les anuncies quién se
ha de sentar en el trono después de mi señor, el rey. 21De otra manera
sucederá que cuando mi señor, el rey, duerma con sus padres, yo y mi
hijo Salomón seremos considerados culpables. 22Mientras ella aún
hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. 23Le avisaron al rey
diciendo: «Aquí está el profeta Natán». Cuando él entró donde estaba el
rey, se postró delante del rey rostro en tierra, 24y dijo —Rey y señor
mío, ¿has dicho tú: “Adonías reinará después de mí y se sentará en mi
trono”? 25Porque hoy descendió a sacrificar bueyes, animales cebados y
muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los
capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar: están comiendo y
bebiendo delante de él, y gritan: “¡Viva el rey Adonías!”. 26Pero ni a
mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc ni a Benaía hijo de Joiada ni a
Salomón, tu siervo, ha convidado. 27¿Es que esto ha sido ordenado por
mi señor, el rey, sin haber dado a conocer a tus siervos quién se había
de sentar en el trono de mi señor, el rey, después de él?”
“5Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo
reinaré». Se hizo de carros, de gente de a caballo y de cincuenta
hombres que corrieran delante de él. 6En todos sus días su padre nunca
lo había reprendido diciéndole: «¿Por qué haces esto?». Además, era de
muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón. 7Adonías se
había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote
Abiatar, los cuales lo ayudaban. 8Pero el sacerdote Sadoc, Benaía hijo
de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David no
seguían a Adonías.9Mató Adonías un día ovejas, vacas y animales
cebados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de
Rogel, y convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los
hombres de Judá, siervos del rey. 10Pero no convidó al profeta Natán
ni a Benaía ni a los grandes, ni a su hermano Salomón. 11Entonces Natán
dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de
Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor? 12Ven
pues, ahora, y oye mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu
hijo Salomón. 13Ve, preséntate ante el rey David y dile: “Rey y señor
mío, ¿no juraste a tu sierva, diciendo: ‘Salomón, tu hijo, reinará
después de mí, y él se sentará en mi trono?’. ¿Por qué, pues, reina
Adonías?”. 14Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré detrás
de ti y reafirmaré tus palabras.15Entonces Betsabé entró en la
habitación del rey. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo
servía. 16Betsabé se inclinó e hizo una reverencia al rey. El rey
dijo:—¿Qué te pasa? 17Ella le respondió:—Señor mío, tú juraste a tu
sierva por Jehová, tu Dios, diciendo: “Salomón, tu hijo, reinará
después de mí y se sentará en mi trono”. 18Pero ahora reina Adonías,
sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas. 19Ha matado bueyes,
animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del
rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; pero no ha
convidado a Salomón, tu siervo. 20Entre tanto, rey y señor mío, los
ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les anuncies quién se
ha de sentar en el trono después de mi señor, el rey. 21De otra manera
sucederá que cuando mi señor, el rey, duerma con sus padres, yo y mi
hijo Salomón seremos considerados culpables. 22Mientras ella aún
hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. 23Le avisaron al rey
diciendo: «Aquí está el profeta Natán». Cuando él entró donde estaba el
rey, se postró delante del rey rostro en tierra, 24y dijo —Rey y señor
mío, ¿has dicho tú: “Adonías reinará después de mí y se sentará en mi
trono”? 25Porque hoy descendió a sacrificar bueyes, animales cebados y
muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los
capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar: están comiendo y
bebiendo delante de él, y gritan: “¡Viva el rey Adonías!”. 26Pero ni a
mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc ni a Benaía hijo de Joiada ni a
Salomón, tu siervo, ha convidado. 27¿Es que esto ha sido ordenado por
mi señor, el rey, sin haber dado a conocer a tus siervos quién se había
de sentar en el trono de mi señor, el rey, después de él?”
David proclama rey a Salomón
“28El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé». Entró
ella a la presencia del rey y se quedó en pie delante de él. 29Entonces
el rey hizo este juramento:—¡Vive Jehová!, que ha redimido mi alma de
toda angustia, 30que como yo te he jurado por Jehová, Dios de Israel,
diciendo: “Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará sobre mi
trono en lugar mío”, así lo haré hoy. 31Betsabé se inclinó ante el rey,
con su rostro en tierra, y haciendo una reverencia al rey, dijo: —Viva
mi señor, el rey David, para siempre”
Revisemos con detalle“28El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé». Entró
ella a la presencia del rey y se quedó en pie delante de él. 29Entonces
el rey hizo este juramento:—¡Vive Jehová!, que ha redimido mi alma de
toda angustia, 30que como yo te he jurado por Jehová, Dios de Israel,
diciendo: “Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará sobre mi
trono en lugar mío”, así lo haré hoy. 31Betsabé se inclinó ante el rey,
con su rostro en tierra, y haciendo una reverencia al rey, dijo: —Viva
mi señor, el rey David, para siempre”
(1: 1) “ 1Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo cubrían de ropas, pero no se calentaba”
David era ya viejo (pero todavía era el rey). Quizás por ser viejo
y al cuidado de Abisag, se sentía como los niños pequeños arropados
por su mamá, aletargado y alejado de la realidad que le rodeaba;
pensando más en sí mismo que en otra cosa.
Al ser así, estaba inmerso en su propio mundillo, dejando de lado
sus responsabilidades. David andaba distraído, y en su propia
autocomplacencia.
(1: 11) “11Entonces Natán
dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de
Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor?”
Al proceder así, David no se enteraba de la rebelión de su hijo Adonías, por eso leemos lo que le dijo el profeta Natán:”…reina Adonías hijo de Hagit sin saberlo David nuestro señor”dijo a Betsabé, madre de Salomón:—¿No has oído que Adonías hijo de
Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor?”
A pesar de que David había jurado que su hijo Salomón (suyo y de
Betsabé) sería el rey (v. 13), YA HACÍA TIEMPO QUE DEBÍA HABER
DECLARADO AL PUEBLO QUE SALOMÓN LE IBA A SUCEDER EN EL TRONO, y no lo
había hecho.
(1: 5) “5Entonces Adonías
hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo reinaré». Se hizo de carros, de
gente de a caballo y de cincuenta hombres que corrieran delante de él”
Por lo tanto, Adonías actuó con suma rapidez.hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo reinaré». Se hizo de carros, de
gente de a caballo y de cincuenta hombres que corrieran delante de él”
CUANDO NOSOTROS NO ACTUAMOS CON DILIGENCIA, EL ENEMIGO ACTUARÁ CON DILIGENCIA.
(1: 18) “18Pero ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas”
De hecho, Adonías había empezado a reinar, aun siendo todavía David el rey, y sin éste saberlo. Betsabé tuvo que advertírselo, porque
él no se daba cuenta de nada: “ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas”.
El enemigo, a causa de nuestra falta de diligencia y fidelidad, aprovechará para robarnos, ¡aun y delante de nuestras narices!
¡Cuántas veces no hemos recibido la bendición que el Señor a
querido darnos, por no haber sido lo suficientemente diligentes, fieles
y perseverantes en nuestra entrega práctica al Señor! Sea eso en la
vida personal, familiar, y de iglesia local.
Como hemos leído, sólo fue gracias a la fidelidad, perseverancia y diligencia de Betsabé, la mujer de David, que la negligencia de David no llevó al fracaso a Israel.
Justo a tiempo, David reaccionó.
Sólo por poco, Salomón no se queda fuera de ser el rey de Israel.
- Toda falta de diligencia puede suponer un Adonías en nuestra vida.
2. Toda negligencia puede suponer un Adonías en nuestras vidas
Dios nos quiere para las buenas obras. La Biblia nos enseña que
Dios tiene una serie de buenas obras preparadas para que nosotros las
hagamos.
Efesios 2: 10 “ pues somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviéramos en ellas”.
Esto es una bendición. No obstante, si no somos suficientemente aplicados y diligentes, esto puede llegar a no funcionar bien.creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviéramos en ellas”.
Veamos más en detalle, cómo nos podría pasar a nosotros lo mismo que casi le pasa a David:
Cuando al igual que David, nos abandonamos y nos cerramos en
nosotros mismos, dejándonos llevar por diferentes cosas, (algunas de
ellas las mencionaremos seguidamente), entonces nuestro sentido de la
diligencia, de la fidelidad y de la perseverancia a la hora de acometer
las obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ella, se
paraliza, y seguramente que el enemigo enviará algún Adonías, que
logrará para sí lo que usted y yo no estamos logrando para el Señor por
nuestro pecado de omisión.
nosotros mismos, dejándonos llevar por diferentes cosas, (algunas de
ellas las mencionaremos seguidamente), entonces nuestro sentido de la
diligencia, de la fidelidad y de la perseverancia a la hora de acometer
las obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ella, se
paraliza, y seguramente que el enemigo enviará algún Adonías, que
logrará para sí lo que usted y yo no estamos logrando para el Señor por
nuestro pecado de omisión.
- Esa es la razón por la cual, en la Iglesia entran
muchas veces lobos y llegan a ocupar puestos claves en el ministerio:
Cuando David se duerme “en los laureles”, Adonías entra en escena.
- El desánimo.
- El cansancio.
- La auto lástima.
- La dejadez.
- La pereza.
- La pasividad y apatía.
- El interés desmedido en otras cosas (aun legítimas).
- El exceso de tristeza y melancolía.
- El malestar.
- El miedo o el temor.
- Errando en definir las prioridades en nuestro servicio.
- La distracción.
- La autocomplacencia.
David en esos momentos, se sentía muy complacido de sí mismo
porque se veía como que él ya había llegado a la meta; que ya lo había
conseguido todo en esta vida (esta es una forma de autoengaño).
Esto hizo que se relajara en extremo, y perdiera el tren de la obra de Dios en su vida por un momento.
- Toda falta de perseverancia, fidelidad a la obra y diligencia puede suponer un Adonías en tu vida.
- La diligencia es un asunto esencial para conseguir los propósitos de Dios.
- Sin ella, no se logra nada que valga la pena.
- Sin ella, otros lo harán por ti, porque siempre hay Adonías dispuestos a entrar en tus labores si tú no estás por la labor.
Como cristianos, debemos entender que la negligencia no es sino un
pecado, generalmente ligado a la omisión. Por lo tanto debemos
combatirlo, así como combatimos los demás pecados que sabemos que lo
son.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9)
Es imposible andar en las obras que Dios ya preparó de antemano para nosotros, si la falta de diligencia es lo que rige nuestra vida.
Recordemos las causas (que no son todas) por las cuales podemos dejar de ser diligentes:
- El desánimo.
- El cansancio.
- La auto lástima.
- La dejadez.
- La pereza.
- La pasividad y apatía.
- El interés desmedido en otras cosas (aun legítimas).
- El exceso de tristeza y melancolía.
- El malestar.
- El miedo o el temor.
- Errando en definir las prioridades en nuestro servicio.
- La distracción.
- La autocomplacencia.
Por lo tanto, llenémonos del Espíritu Santo y digámosle a todas
esas cosas que se alejen de nosotros, porque no son aliadas del Reino
de Dios, sino del reino de las tinieblas.
Echemos fuera de nuestras vidas todo lo inmundo que nos quiere
apartar de la diligencia y de la perseverancia, con el fin de que el
enemigo pueda enviar Adonías a nuestras vidas y entorno.
Recuerde: Toda falta de diligencia puede suponer un Adonías en tu vida.
¡Seamos diligentes!.
© Miguel Rosell Carrillo
Abril 2007
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