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Cuando
los musulmanes llegaron al valle medio del Jalón se encontraron con un
territorio con escasa población y muy dispersa. Necesitaron vertebrar el
espacio no sólo para su defensa sino también para garantizar la
cohesión y estabilidad social. El Castillo de Ayyub se
convirtió en el eje neurálgico de esta planificación. Para conseguir lo
primero se construyó una red de fortalezas o puestos militares de
vigilancia para la protección y reagrupación de la población dispersa.
Para lo segundo fomentaron la conversión al Islam de la población
autóctona (judíos y cristianos), acto muy ventajoso ya que implicaba la
obtención de bienes y tierras en propiedad y un rápido enriquecimiento
personal. Con ello se buscaba la ocupación pacífica, la islamización
progresiva y un gobierno estable.
Calatayud fue la medina más importante del valle del Jalón, con un
crecimiento continuo que obligó a la construcción de nuevas fortalezas y
al reiterado desplazamiento de la línea de muralla para incorporar
todos los barrios bajo su protección. Entre los siglos IX y X, la
construcción de un lienzo murado que uniese el Castillo de la Peña,
salvando el Barranco de la Poza, y el Castillo de Torre Mocha creó un
espacio intramuros, (en torno al castillo de Doña Martina, también
llamado de los judíos) que fue cedido a la comunidad hebrea
estableciéndose en él la judería[1], que llegó a ser la segunda en
importancia tras las de Zaragoza.
Después de la difícil reconquista, ya que Calatayud fue sometida a un
duro asedia, en 1120, los cristianos recibieron del rey unos fueros[2]
para favorecer la repoblación y potenciar la nueva administración. A los
judíos, aunque no estaban incluidos en estos privilegios, se les
concedieron distintos derechos. Asimismo se les permitió permanecer en
su barrio de origen, es decir, en la zona alta y fortificada de la
ciudad. Con el tiempo, en el siglo XIV, experimentó un aumento de
población, lo que obligó a la ampliación del solar hacia el barrio
cristiano de Villanueva. La separación entre ambas religiones se realizó
con un muro imaginario a través de una línea de viviendas del llamado
Barrionuevo que iba desde la puerta de San Andrés hasta la puerta sur
del Puente Seco. Finalmente, tras la expulsión, por orden real en 1492,
este barrio dio nombre a toda la judería.
Castillo de Doña Martina. Bajo él se asentaba la judería
A finales del siglo XII, la comunidad hebrea de Calatayud alcanzó la
categoría de aljama[3]. Desde la Alta Edad Media los judíos se
organizaban en torno a la aljama y a la sinagoga[4], es decir, al poder
político y al religioso. Las características de las sinagogas medievales
en Aragón son comunes, ya que su morfología está inspirada en la
vivienda tradicional o de nave única y se regían por las mismas normas.
El Talmud[5], uno de los tratados rabínicos más
importantes de la religión hebrea, establece que el edificio debe
superar en altura a los colindantes, tiene que estar orientado hacia el
este, hacia Jerusalén. En el muro oriental se sitúa el Tebáh Aron, un armario, arca o cofre donde se guardan algunos textos de profetas y los estuches o theké que contienen los rollos de la ley o Toráh[6].
El exterior debe ser modesto; no se puede construir a menos de metro y
medio de sus muros, ya que su interior necesita mucha luz, de acuerdo
con lo establecido al respecto del deber de abrir ventanas en sus muros,
al estar prohibido rezar en una habitación sin vanos. La organización
interior, también es establecida a través de distintos cánones y gira en
torno al muro este (en este muro se colocaba el armario de la Toráh: la Genizáh
o cámara oculta en la que se guardan los objetos o manuscritos
inservibles para el culto de la sinagoga), la tribuna o bimah (una
plataforma elevada con barandilla y atril de madera o kursya desde la que se lee y proclama la Toráh),
los asientos (bancos distribuidos por toda la nave, orientados siempre
al muro este, cuya adjudicación se podía realizar por un comité especial
o se podían vender en propiedad) y el lugar reservado para mujeres y
niños. Aunque el Talmud alude a las mujeres para alcanzar el necesario quorum
de diez miembros y poder celebrar cualquier acto litúrgico, las
sinagogas las relegan a un segundo plano, reservando un espacio especial
para ellas, niños y gentiles (no judíos) desde donde podían participar
en las celebraciones, pero no entrar en contacto con los hombres.
Por último, las sinagogas no suelen tener casi decoración y se
caracterizan por la ausencia de ornamentos figurados, ya que su religión
no permite representar a Dios.
En las fuentes documentales bilbilitanas se utiliza indistintamente el término sinagoga y el de midras,
para referirse al lugar en el que se celebraban las asambleas de la
aljama. Calatayud no tuvo una única sinagoga dedicada al servicio de sus
fieles, sino que se han constatado al menos cinco, aunque los textos
hablan de siete, incluso llegan hasta nueve templos, debido a la
cantidad de habitantes de la judería.
La midras principal es la Mayor o Vieja, y estaba situada en el
espacio que ocupa actualmente la Ermita de la Consolación, en el centro
de la judería. Una licencia de reparación y reedificación de mediados
del siglo XIV, que fue solicitada al Obispo de Tarazona, Pedro Pérez
Calvillo, es la primera noticia documental sobre este templo. Como
consecuencia del permiso la sinagoga fue demolida, ampliada y
reconstruida totalmente por trabajadores mudéjares. El nuevo edificio
tuvo dos pisos superpuestos, pero independientes: en el primero o planta
calle se encontraba el templo propiamente dicho, en el segundo las
estancias se reservaban para distintas actividades.
Tras la expulsión de los judíos, fue consagrada como Iglesia de Santa
Catalina de Siena sin sufrir grandes alteraciones, pero una
remodelación del siglo XVIII suprimió prácticamente lo que se conservaba
de la fábrica hebrea. También se redujo el tamaño por lo que pasó a ser
la actual Ermita de la Consolación. Sin embargo, logró salvarse parte
de la fachada principal de la sinagoga, realizada en piedra sillar, con
dos puertas gemelas de acceso. Los portones son dos arcos apuntados
construidos en rejola o ladrillo, que facilitaban la entrada
independiente de los hombres (derecha) y las mujeres (izquierda).
La Sinagoga Menor se ubicaba en el muro sur de la judería, pero
sufrió un gran deterioro en la Guerra de los Dos Pedros, entre 1357 y
1369, quedando prácticamente derruida. Por ello, al igual que en el caso
anterior, a mediados del siglo XIV se solicitó, a iniciativa del
poderoso gremio de los tejedores y su cofradía[7] de Hiqdes, una licencia para su reconstrucción. Se edificó un nuevo templo, no mayor de 78,72 m2, en el barranco y barrio de Burgimalaco, o del rey en hebreo, junto al montículo de la Peña, en un solar con bodega. El
templo, además del sótano ya existente, contaba con dos plantas: la
primera era la sala de oración y la segunda sirvió de vivienda. Los
rabinos[8] adscritos a la sinagoga además poseían una casa, adosada al
templo, dividida en diferentes estancias que a veces alquilaban.
En los ritos litúrgicos hebreos las mujeres[9] ocupaban un espacio
separado[10] de los hombres. Pero, en ocasiones, sobre todo en las
ciudades con gran población judía, se construyó una propia para ellas:
como la Sinagoga Chiqua de las mujeres de Calatayud. Con ello
lograban descongestionar el resto de los templos y permitía
paralelamente que se desarrollaran funciones de escuela femenina, ya que
sus leyes prohibían la mezcla de los sexos en la enseñanza. Se
desconoce su ubicación y características, pero está atestiguada
documentalmente, a través de un texto que establece que la sinagoga pasó
a manos del monarca tras la expulsión en 1492.
Por último, se conoce la existencia de dos sinagogas privadas o minyanim.
La primera es la de Yuçe Abencabra[11], era una pequeña sala de oración
privada dentro de la casa, que acabó convirtiéndose en la Iglesia de
San Pablo. Tras la conversión de su dueño al cristianismo, lo que obligó
también a tabicar sus accesos a la judería. Se situaba en la entrada de
la aljama, entre la Puerta de San Andrés y el Castillo de los Judíos,
donde actualmente está el Teatro Capitol. La segunda es la Sinagoga de
Bayel Constantín[12], utilizada también para uso privado, pero se
desconocen sus peculiaridades y situación.
[1] La judería bilbilitana, que coincide con el actual barrio de la
Consolación, tuvo en un principio cuatro vías principales de
comunicación, a las que se accedía a través de otras tantas puertas: la
de San Andrés, que era el acceso principal en la cuesta de Santa Ana; de
Toledo o del Puente Seco (lo que es hoy el arco de San Miguel); de
Furiega o de la plana, que estaba protegida por dos torres adosadas a la
muralla; y la de Torre Mocha al norte, que realmente era un pequeño
postigo en la muralla. Su espacio estaba organizado en distintos barrios
que se conocen por los inventarios de bienes que se realizó con la
expulsión en 1492: el de entrada a la judería, de Burgimalaco, de la
Villanueva judía, del Barranco Alto, de la Sinagoga Mayor, de la
Coracha, de la Paprota, de la Torremocha y el Barrio llamado Catorce.
[2] Se trata de un conjunto de normas, derechos y privilegios
otorgados por el rey a determinadas localidades cuya finalidad era, en
general, regular la vida local.
[3] Este término
designa al conjunto de la comunidad judía, pero referido
fundamentalmente a sus órganos de gobierno y a sus estructuras civiles,
sociales y culturales. En cambio el término judería hace referencia al
espacio físico en el que habitaban los hebreos.
[4] En hebreo Keneset, etimológicamente significa el lugar de reunión de los judíos y casa de oración, pero también es un lugar de estudio de la Toráh, escuela,
espacio de reunión e información de la comunidad, sede para impartir
justicia y realizar funciones asistenciales, pero nunca llegó a
considerarse como lugar sagrado o casa de Dios. Es decir, son edificios
en los que se auna, de forma separada, la función cívica y la religiosa.
[5] recoge las discusiones e interpretaciones de los rabinos sobre las leyes, tradiciones, costumbres, leyendas e historias. El Talmud es considerado por los propios hebreos como su tradición oral.
[6] Toráh o rollos de la ley hebrea, designa la totalidad de
la revelación y enseñanza divina al pueblo de Israel: los cinco
primeros libros de la Biblia o Pentateuco, que según la tradición hebrea
fueron escritos por Moisés y revelados por Dios en el Monte Sinaí.
[7] Las cofradías son agrupaciones de trabajadores para la defensa de
sus intereses profesionales y gremiales, pero también podían tener un
carácter benéfico, asistencial o de ayuda mutua. En este caso la de Hiqdes tenía la función de fomentar el culto sagrado y mantener un hospital para indigentes procurándoles un funeral digno.
[8] El rabino, además de ser miembro de la aljama, de presidir las
ceremonias religiosas, interpretar las sagradas escrituras, dirigir la
academia talmúdica y hacer funciones de notario dando fe de la veracidad
de ciertos actos, aconsejaba a los jueces en sus deliberaciones.
[9] La mujer en la tradición rabínica ha sido infravalorada,
relegándola a un papel pasivo o secundario en todas las actividades
sociales, legales y religiosas, ya que la consideraban culpable de
introducir el pecado en el mundo y, por tanto, era un ser impuro e
inferior al varón. Sólo podía realizar labores domésticas y familiares,
ya que tenía prohibido el desarrollo de cualquier ocupación profesional.
[10] Las sinagogas medievales optaron por varias soluciones: en unos
casos se construyeron matroneos elevados a modo de coro frente al
armario de la Toráh, que fue la más utilizada; y en otros se habilitó una habitación separada, a través de cortinas, del oratorio masculino.
[11] Aristócrata de Calatayud muy próximo al rey Martín el Humano
(1396-1410), que tras la Disputa de Tortosa – que fue el debate
religioso entre judíos y cristianos más importante de la Edad Media
española- decidió bautizarse con el nombre de Juan Martínez de la Cabra.
Esta conversión fue recompensada por el rey Fernando II en 1415
concediéndole la distinción de amprisia crucis y el título de caballero.
[12] Fue uno de los médicos más importantes de Calatayud en el siglo XIV, desarrollando su trabajo en la Corte.
los musulmanes llegaron al valle medio del Jalón se encontraron con un
territorio con escasa población y muy dispersa. Necesitaron vertebrar el
espacio no sólo para su defensa sino también para garantizar la
cohesión y estabilidad social. El Castillo de Ayyub se
convirtió en el eje neurálgico de esta planificación. Para conseguir lo
primero se construyó una red de fortalezas o puestos militares de
vigilancia para la protección y reagrupación de la población dispersa.
Para lo segundo fomentaron la conversión al Islam de la población
autóctona (judíos y cristianos), acto muy ventajoso ya que implicaba la
obtención de bienes y tierras en propiedad y un rápido enriquecimiento
personal. Con ello se buscaba la ocupación pacífica, la islamización
progresiva y un gobierno estable.
Vista de Calatayud con el castillo Mayor al fondo y el castillo de Doña Martina a la derecha
Calatayud fue la medina más importante del valle del Jalón, con un
crecimiento continuo que obligó a la construcción de nuevas fortalezas y
al reiterado desplazamiento de la línea de muralla para incorporar
todos los barrios bajo su protección. Entre los siglos IX y X, la
construcción de un lienzo murado que uniese el Castillo de la Peña,
salvando el Barranco de la Poza, y el Castillo de Torre Mocha creó un
espacio intramuros, (en torno al castillo de Doña Martina, también
llamado de los judíos) que fue cedido a la comunidad hebrea
estableciéndose en él la judería[1], que llegó a ser la segunda en
importancia tras las de Zaragoza.
Zona sombreada: Recinto judería desde el siglo IX-X hasta el 1492
Zona rayada: Ampliación de la judería a mediados del siglo XIV
(Álvaro López Asensio. La judería de Calatayud. Sus casas, calles y barrios)
duro asedia, en 1120, los cristianos recibieron del rey unos fueros[2]
para favorecer la repoblación y potenciar la nueva administración. A los
judíos, aunque no estaban incluidos en estos privilegios, se les
concedieron distintos derechos. Asimismo se les permitió permanecer en
su barrio de origen, es decir, en la zona alta y fortificada de la
ciudad. Con el tiempo, en el siglo XIV, experimentó un aumento de
población, lo que obligó a la ampliación del solar hacia el barrio
cristiano de Villanueva. La separación entre ambas religiones se realizó
con un muro imaginario a través de una línea de viviendas del llamado
Barrionuevo que iba desde la puerta de San Andrés hasta la puerta sur
del Puente Seco. Finalmente, tras la expulsión, por orden real en 1492,
este barrio dio nombre a toda la judería.
Castillo de Doña Martina. Bajo él se asentaba la judería
Barrios
de la judería de Calatayud: A. Barrio de Burgimalaco. B.Barrio de
Villanueva. C. Barrio de Barranco Alto. D. Barrio de la Sinagoga Mayor.
E. Barrio de la Coracha. F. Barrio de la Paprota. G. Barrio de la Torre
Mocha. H. Varrio clamado Quatorce. I. Barrio de la entrada a la judería. (Álvaro López Asensio. La judería de Calatayud, sus casas, calles y barrios)
de la judería de Calatayud: A. Barrio de Burgimalaco. B.Barrio de
Villanueva. C. Barrio de Barranco Alto. D. Barrio de la Sinagoga Mayor.
E. Barrio de la Coracha. F. Barrio de la Paprota. G. Barrio de la Torre
Mocha. H. Varrio clamado Quatorce. I. Barrio de la entrada a la judería. (Álvaro López Asensio. La judería de Calatayud, sus casas, calles y barrios)
Calle de la judería | Puerta de San Miguel |
Judería | Sinagoga al fondo |
categoría de aljama[3]. Desde la Alta Edad Media los judíos se
organizaban en torno a la aljama y a la sinagoga[4], es decir, al poder
político y al religioso. Las características de las sinagogas medievales
en Aragón son comunes, ya que su morfología está inspirada en la
vivienda tradicional o de nave única y se regían por las mismas normas.
El Talmud[5], uno de los tratados rabínicos más
importantes de la religión hebrea, establece que el edificio debe
superar en altura a los colindantes, tiene que estar orientado hacia el
este, hacia Jerusalén. En el muro oriental se sitúa el Tebáh Aron, un armario, arca o cofre donde se guardan algunos textos de profetas y los estuches o theké que contienen los rollos de la ley o Toráh[6].
El exterior debe ser modesto; no se puede construir a menos de metro y
medio de sus muros, ya que su interior necesita mucha luz, de acuerdo
con lo establecido al respecto del deber de abrir ventanas en sus muros,
al estar prohibido rezar en una habitación sin vanos. La organización
interior, también es establecida a través de distintos cánones y gira en
torno al muro este (en este muro se colocaba el armario de la Toráh: la Genizáh
o cámara oculta en la que se guardan los objetos o manuscritos
inservibles para el culto de la sinagoga), la tribuna o bimah (una
plataforma elevada con barandilla y atril de madera o kursya desde la que se lee y proclama la Toráh),
los asientos (bancos distribuidos por toda la nave, orientados siempre
al muro este, cuya adjudicación se podía realizar por un comité especial
o se podían vender en propiedad) y el lugar reservado para mujeres y
niños. Aunque el Talmud alude a las mujeres para alcanzar el necesario quorum
de diez miembros y poder celebrar cualquier acto litúrgico, las
sinagogas las relegan a un segundo plano, reservando un espacio especial
para ellas, niños y gentiles (no judíos) desde donde podían participar
en las celebraciones, pero no entrar en contacto con los hombres.
Por último, las sinagogas no suelen tener casi decoración y se
caracterizan por la ausencia de ornamentos figurados, ya que su religión
no permite representar a Dios.
En las fuentes documentales bilbilitanas se utiliza indistintamente el término sinagoga y el de midras,
para referirse al lugar en el que se celebraban las asambleas de la
aljama. Calatayud no tuvo una única sinagoga dedicada al servicio de sus
fieles, sino que se han constatado al menos cinco, aunque los textos
hablan de siete, incluso llegan hasta nueve templos, debido a la
cantidad de habitantes de la judería.
La midras principal es la Mayor o Vieja, y estaba situada en el
espacio que ocupa actualmente la Ermita de la Consolación, en el centro
de la judería. Una licencia de reparación y reedificación de mediados
del siglo XIV, que fue solicitada al Obispo de Tarazona, Pedro Pérez
Calvillo, es la primera noticia documental sobre este templo. Como
consecuencia del permiso la sinagoga fue demolida, ampliada y
reconstruida totalmente por trabajadores mudéjares. El nuevo edificio
tuvo dos pisos superpuestos, pero independientes: en el primero o planta
calle se encontraba el templo propiamente dicho, en el segundo las
estancias se reservaban para distintas actividades.
Sinagoga Mayor con las entradas para hombres y mujeres
Catalina de Siena sin sufrir grandes alteraciones, pero una
remodelación del siglo XVIII suprimió prácticamente lo que se conservaba
de la fábrica hebrea. También se redujo el tamaño por lo que pasó a ser
la actual Ermita de la Consolación. Sin embargo, logró salvarse parte
de la fachada principal de la sinagoga, realizada en piedra sillar, con
dos puertas gemelas de acceso. Los portones son dos arcos apuntados
construidos en rejola o ladrillo, que facilitaban la entrada
independiente de los hombres (derecha) y las mujeres (izquierda).
La Sinagoga Menor se ubicaba en el muro sur de la judería, pero
sufrió un gran deterioro en la Guerra de los Dos Pedros, entre 1357 y
1369, quedando prácticamente derruida. Por ello, al igual que en el caso
anterior, a mediados del siglo XIV se solicitó, a iniciativa del
poderoso gremio de los tejedores y su cofradía[7] de Hiqdes, una licencia para su reconstrucción. Se edificó un nuevo templo, no mayor de 78,72 m2, en el barranco y barrio de Burgimalaco, o del rey en hebreo, junto al montículo de la Peña, en un solar con bodega. El
templo, además del sótano ya existente, contaba con dos plantas: la
primera era la sala de oración y la segunda sirvió de vivienda. Los
rabinos[8] adscritos a la sinagoga además poseían una casa, adosada al
templo, dividida en diferentes estancias que a veces alquilaban.
En los ritos litúrgicos hebreos las mujeres[9] ocupaban un espacio
separado[10] de los hombres. Pero, en ocasiones, sobre todo en las
ciudades con gran población judía, se construyó una propia para ellas:
como la Sinagoga Chiqua de las mujeres de Calatayud. Con ello
lograban descongestionar el resto de los templos y permitía
paralelamente que se desarrollaran funciones de escuela femenina, ya que
sus leyes prohibían la mezcla de los sexos en la enseñanza. Se
desconoce su ubicación y características, pero está atestiguada
documentalmente, a través de un texto que establece que la sinagoga pasó
a manos del monarca tras la expulsión en 1492.
Por último, se conoce la existencia de dos sinagogas privadas o minyanim.
La primera es la de Yuçe Abencabra[11], era una pequeña sala de oración
privada dentro de la casa, que acabó convirtiéndose en la Iglesia de
San Pablo. Tras la conversión de su dueño al cristianismo, lo que obligó
también a tabicar sus accesos a la judería. Se situaba en la entrada de
la aljama, entre la Puerta de San Andrés y el Castillo de los Judíos,
donde actualmente está el Teatro Capitol. La segunda es la Sinagoga de
Bayel Constantín[12], utilizada también para uso privado, pero se
desconocen sus peculiaridades y situación.
Fotografía: Santiago Cabello, María Amor Borque, Ricardo Vila, Archivo de la D.P.Z.
[1] La judería bilbilitana, que coincide con el actual barrio de la
Consolación, tuvo en un principio cuatro vías principales de
comunicación, a las que se accedía a través de otras tantas puertas: la
de San Andrés, que era el acceso principal en la cuesta de Santa Ana; de
Toledo o del Puente Seco (lo que es hoy el arco de San Miguel); de
Furiega o de la plana, que estaba protegida por dos torres adosadas a la
muralla; y la de Torre Mocha al norte, que realmente era un pequeño
postigo en la muralla. Su espacio estaba organizado en distintos barrios
que se conocen por los inventarios de bienes que se realizó con la
expulsión en 1492: el de entrada a la judería, de Burgimalaco, de la
Villanueva judía, del Barranco Alto, de la Sinagoga Mayor, de la
Coracha, de la Paprota, de la Torremocha y el Barrio llamado Catorce.
[2] Se trata de un conjunto de normas, derechos y privilegios
otorgados por el rey a determinadas localidades cuya finalidad era, en
general, regular la vida local.
[3] Este término
designa al conjunto de la comunidad judía, pero referido
fundamentalmente a sus órganos de gobierno y a sus estructuras civiles,
sociales y culturales. En cambio el término judería hace referencia al
espacio físico en el que habitaban los hebreos.
[4] En hebreo Keneset, etimológicamente significa el lugar de reunión de los judíos y casa de oración, pero también es un lugar de estudio de la Toráh, escuela,
espacio de reunión e información de la comunidad, sede para impartir
justicia y realizar funciones asistenciales, pero nunca llegó a
considerarse como lugar sagrado o casa de Dios. Es decir, son edificios
en los que se auna, de forma separada, la función cívica y la religiosa.
[5] recoge las discusiones e interpretaciones de los rabinos sobre las leyes, tradiciones, costumbres, leyendas e historias. El Talmud es considerado por los propios hebreos como su tradición oral.
[6] Toráh o rollos de la ley hebrea, designa la totalidad de
la revelación y enseñanza divina al pueblo de Israel: los cinco
primeros libros de la Biblia o Pentateuco, que según la tradición hebrea
fueron escritos por Moisés y revelados por Dios en el Monte Sinaí.
[7] Las cofradías son agrupaciones de trabajadores para la defensa de
sus intereses profesionales y gremiales, pero también podían tener un
carácter benéfico, asistencial o de ayuda mutua. En este caso la de Hiqdes tenía la función de fomentar el culto sagrado y mantener un hospital para indigentes procurándoles un funeral digno.
[8] El rabino, además de ser miembro de la aljama, de presidir las
ceremonias religiosas, interpretar las sagradas escrituras, dirigir la
academia talmúdica y hacer funciones de notario dando fe de la veracidad
de ciertos actos, aconsejaba a los jueces en sus deliberaciones.
[9] La mujer en la tradición rabínica ha sido infravalorada,
relegándola a un papel pasivo o secundario en todas las actividades
sociales, legales y religiosas, ya que la consideraban culpable de
introducir el pecado en el mundo y, por tanto, era un ser impuro e
inferior al varón. Sólo podía realizar labores domésticas y familiares,
ya que tenía prohibido el desarrollo de cualquier ocupación profesional.
[10] Las sinagogas medievales optaron por varias soluciones: en unos
casos se construyeron matroneos elevados a modo de coro frente al
armario de la Toráh, que fue la más utilizada; y en otros se habilitó una habitación separada, a través de cortinas, del oratorio masculino.
[11] Aristócrata de Calatayud muy próximo al rey Martín el Humano
(1396-1410), que tras la Disputa de Tortosa – que fue el debate
religioso entre judíos y cristianos más importante de la Edad Media
española- decidió bautizarse con el nombre de Juan Martínez de la Cabra.
Esta conversión fue recompensada por el rey Fernando II en 1415
concediéndole la distinción de amprisia crucis y el título de caballero.
[12] Fue uno de los médicos más importantes de Calatayud en el siglo XIV, desarrollando su trabajo en la Corte.
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