tro, su confluencia con otras líneas, etc.; y cada área
es definida por las líneas que lo enmarcan.
De hecho, es precisamente porque el punto no posee
área propia que puede definir y cuantificar las áreas
que se relacionan con él. Esto es ejemplificado por
el centro del círculo. Un "mero" punto, el centro
no ocupa nada del área del círculo; pero es él el
que hace que el círculo sea un círculo. El radio se
extiende de éste, el diámetro rota a su alrededor,
la circunferencia es dibujada en relación con él;
virtualmente cada aspecto y característica del cír-
culo se deriva del punto en el que se centra. Para
comprender la semana - el ciclo que el Creador
selló en la fibra misma del tiempo - debemos per-
cibirla como un círculo. La superficie exterior de
este círculo (su "circunferencia") son los seis días
laborales, días que son lapsos de tiempo, extensio-
nes de progresión y cambio. El centro del círculo
es el Shabat. El Shabat es un punto atemporal en el
tiempo, una isla de quietud en un mar de flujo. Con
todo, a pesar -de hecho, en razón-de su "atempora-
lidad", el Shabat es el eje sobre el que gira el más
básico de los ciclos del tiempo, la semana. Pues
Shabat es el día que corporiza el propósito y la meta
final del tiempo, el objetivo de todo trabajo, desa-
rrollo y cambio en nuestra inquieta existencia.
En Shabat, nuestros esfuerzos de los pasados seis
días de trabajo se traducen en Un mundo más santo
y Divino, un mundo llevado mucho más cerca de
la armoniosa perfección con que Di-s imbuyó a la
Creación y nos encomendó desarrollar.
Un día a la semana nos sumergimos más allá de la
arremolinada superficie del tiempo para experimen-
tar su sereno núcleo. Un día a la semana disfrutamos
de un "saboreo del Mundo Venidero", el paladeo de
una era que es "totalmente Shabat y descanso, para
vida eterna", el perpetuo Shabat del Mashíaj hacia
el que nos afanamos. Y es este saboreo semanal de
serena perfección lo que nos abastece de la visión y
fortaleza necesarias para asir y transformar el mun-
do todavía imperfecto al que regresamos durante
los seis días de trabajo de la semana venidera. El
Shabat, entonces, es tanto el foco como la fuente de
los seis días del tiempo "convencional" que forma la
superficie del ciclo semanal. Es, así, la esencia mis-
ma del tiempo, precisamente porque está desprovis-
to del movimiento y flujo que caracteriza al tiempo,
del mismo modo en que el área del círculo se deriva
de, y es definido por, su punto central, precisamente
a causa de la propia característica no-espacial del
centro.
La proporción
En el círculo del tiempo, la distancia desde el cen-
tro hasta su contorno se multiplica séxtuplemente,
resultando en una "circunferencia" que es seis veces
su "radio": seis días de trabajo resultan de la tra-
vesía desde el tranquilo centro de la semana a su
arremolinada superficie. Pues la vida es un asun-
to sextidimensional, reflejando los seis atributos
Divinos (sefirot) que D´s invistió en Su creación.
Así, tenemos seis días de creación, con Shabat como
su núcleo "atemporal". Tenemos seis direcciones de
espacio, y el centro sin área desde el que se extien-
den. Y tenemos los seis afectos básicos del cora-
zón (atracción, rechazo, síntesis, competitividad,
devoción y comunicatividad), y el séptimo atributo,
maljut ("receptividad"), el que, mientras "no posee
cualidades propias", es el impulsor y punto focal de
todos ellos. La totalidad de la existencia está com-
prendida por estos seis elementos básicos, colorean-
do cada empeño y experiencia con los seis matices
básicos de la realidad. Otra ley de la geometría del
círculo es que cuanto mayor el radio, tanto mayor la
circunferencia. Lo mismo es cierto del círculo del
tiempo. Cuanto más nos alejamos de su atemporal
centro, tanto más "cuerpo" tiene el tiempo: cuanto
más turbulento es, tanto más se las ve de figurillas
con el "Shabat" de su núcleo.
Pero por más grande que sea el flujo de superficie
de nuestra vida, está inexorablemente vinculado al
sereno eje, derivándose de éste y tendiendo a él.
En última instancia, los períodos más tumultuosos
de nuestra vida son generados por su propósito
quintaesencial, y sirven a su armonioso fin.
Basado en Reshirnot Nro. 3, pdgs. 46-47
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