Quiénes somos en las manos de Dios. Mensaje del Apóstol Dr. Miguel Bogaert Portela - Iglesia Monte de Dios - Ministerios HorebEL CAMINO A
CRISTO
Conozca los pasos a seguir para alcanzar la paz
interior, la seguridad de la salvación y una plena
transformación en Cristo.
Elena G. de White
Contenido
Prólogo ............................................................................. 4
Amor Supremo ................................................................. 6
La Más Urgente Necesidad del Hombre....................... 13
Un Poder Misterioso que Convence............................. 19
Para Obtener la Paz Interior .......................................... 33
La Consagración ............................................................ 38
Maravillas Obradas por la Fe ........................................ 44
Cómo Lograr una Magnífica Renovación .................... 50
El Secreto del Crecimiento............................................ 59
El Gozo de la Colaboración........................................... 68
Los Dos Lenguajes de la Providencia.......................... 75
¿Podemos Comunicarnos con Dios? .......................... 82
¿Qué Debe Hacerse con la Duda?................................ 94
La Fuente de Regocijo y Felicidad ............................. 103
Acerca del Ministerio Evangelio Eterno..................... 115
3
Prólogo
Esta obra no necesita recomendación. Un cuidadoso
examen de su contenido demostrará que la persona que la
escribió conocía al gran Maestro de amor. A la copiosa
espiritualidad y los sanos consejos esparcidos en sus
páginas, se debe la gran aceptación que encuentra
siempre por todas partes. Cuando se la ha leído una vez,
se la lee de nuevo y se la estudia como una guía en el
camino de la salvación.
En sus páginas se nos presenta la noble figura de
Jesús, no como un personaje muerto de la historia antigua,
sino como el Cristo viviente, que sigue realizando milagros,
transformando la vida de todos aquellos que lo invocan con
fe.
La obra original, en inglés, ha tenido numerosas
ediciones, y gracias a diligentes traducciones, se
encuentra ahora publicada en alemán, armenio, bohemio,
búlgaro, cafre, castellano, dinamarqués, galés, finlandés,
francés, holandés, húngaro, islandés, italiano, japonés,
letón, lituano, polaco, portugués, rumano, ruso y sueco.
Y tan buenos resultados ha producido su lectura, según
el testimonio de los propios beneficiados, que finalmente
se ha decidido imprimir la presente edición, que representa
el centésimo nonagésimo primer millar en castellano, para
que alcance una circulación aún mayor que las anteriores.
[6]
Que este libro, EL CAMINO A CRISTO, continúe siendo
lo que su nombre implica, para sus muchos lectores; es el
4
PRÓLOGO 5
sincero y ferviente deseo de
LOS EDITORES. [7]
Capítulo 1
Amor Supremo
LA NATURALEZA y la revelación a una dan testimonio
del amor de Dios. Nuestro Padre celestial es la fuente de
vida, de sabiduría y de gozo. Mirad las maravillas y
bellezas de la naturaleza. Pensad en su prodigiosa
adaptación a las necesidades y a la felicidad, no solamente
del hombre, sino de todas las criaturas vivientes. El sol y la
lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los
mares y los valles, todos nos hablan del amor del Creador.
Dios es el que suple las necesidades diarias de todas sus
criaturas. Ya el salmista lo dijo en las bellas palabras
siguientes:
"Los ojos de todos miran a ti, Y tú les das su alimento a
su tiempo. Abres tu mano, Y satisfaces el deseo de todo
ser viviente". (Salmo 145: 15, 16.)
Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz; y la
hermosa tierra no tenía, al salir de la mano del Creador,
mancha de decadencia, ni sombra de maldición. La
transgresión de la ley de Dios, de la ley de amor, es lo que
ha traído consigo dolor y muerte. Sin embargo, en medio
del sufrimiento que resulta del pecado se manifiesta el
amor de Dios. Está escrito que [8] Dios maldijo la tierra por
causa del hombre. (Génesis 3: 17) Los cardos y espinas —
las dificultades y pruebas que hacen de su vida una vida
de afán y cuidado— le fueron asignados para su bien,
como parte de la preparación necesaria, según el plan de
Dios, para su elevación de la ruina y degradación que el
pecado había causado. El mundo, aunque caído, no es
6
AMOR SUPREMO 7
todo tristeza y miseria. En la naturaleza misma hay
mensajes de esperanza y consuelo. Hay flores en los
cardos y las espinas están cubiertas de rosas.
"Dios es amor", está escrito en cada capullo de flor que
se abre, en cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos
pájaros que llenan el aire de melodías con sus preciosos
cantos, las flores exquisitamente matizadas que en su
perfección perfuman el aire, los elevados árboles del
bosque con su rico follaje de viviente verdor, todos dan
testimonio del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y
de su deseo de hacer felices a sus hijos.
La Palabra de Dios revela su carácter. El mismo ha
declarado su infinito amor y piedad. Cuando Moisés dijo:
"Ruégote me permitas ver tu gloria", Jehová respondió: "Yo
haré que pase toda mi benignidad ante tu vista". (Éxodo
33: 18, 19) Tal es su gloria. Jehová pasó delante de
Moisés y clamó: "Jehová, Jehová, Dios compasivo y
clemente lento en iras y grande en misericordia y en
Fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima
generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el
pecado". (Éxodo 34: 6, 7) "Lento en iras y grande en
misericordia" (Jonás 4: 2) "Porque se deleita en la
misericordia". (Miqueas 7: 18) [9]
Dios ha unido nuestros corazones a él con pruebas
innumerables en los cielos y en la tierra. Mediante las
cosas de la naturaleza y los más profundos y tiernos lazos
que el corazón humano pueda conocer en la tierra, ha
procurado revelársenos. Con todo, estas cosas sólo
representan imperfectamente su amor. Aunque se habían
dado todas estas pruebas evidentes, el enemigo del bien
cegó el entendimiento de los hombres, para que éstos
mirasen a Dios con temor, para que lo considerasen
severo e implacable. Satanás indujo a los hombres a
8 EL CAMINO A CRISTO
concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es una
justicia inexorable, como un juez severo, un duro, estricto
acreedor. Pintó al Creador como un ser que está velando
con ojo celoso por discernir los errores y faltas de los
hombres, para visitarlos con juicios. Por esto vino Jesús a
vivir entre los hombres, para disipar esa densa sombra,
revelando al mundo el amor infinito de Dios.
El Hijo de Dios descendió del cielo para manifestar al
Padre. "A Dios nadie jamás le ha visto: el Hijo unigénito,
que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer".
(S. Juan 1: 18) "Ni al Padre conoce nadie, sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar". (S. Mateo 11: 27)
Cuando uno de sus discípulos le dijo: "Muéstranos al
Padre", Jesús respondió: "Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre: ¿Cómo pues dices tú:
Muéstranos al Padre? " (S. Juan 14: 8, 9). [10]
Jesús dijo, describiendo su misión terrenal: Jehová "me
ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me a
enviado para proclamar a los cautivos, y a los ciegos
recobro la vista para poner en libertad a los oprimidos". (s.
Lucas 4: 18.), esta era su obra. Pasó haciendo bien y
sanando a todos los oprimidos de Satanás.
Había aldeas enteras donde no se oía un gemido de
dolor en casa alguna, porque él había pasado por ellas y
sanado a todos sus enfermos. Su obra demostraba su
divina unción. En cada acto de su vida revelaba amor,
misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna
simpatía por los hijos de los hombres. Tomó la naturaleza
del hombre para poder simpatizar con sus necesidades.
Los más pobres y humildes no tenían temor de allegársele.
Aun los niñitos se sentían atraídos hacia él. Les gustaba
subir a sus rodillas y contemplar ese rostro pensativo, que
AMOR SUPREMO 9
irradiaba benignidad y amor, Jesús no suprimió una
palabra de verdad, sino que profirió siempre la verdad con
amor. Hablaba con el mayor tacto, cuidado y
misericordiosa atención, en su trato con las gentes. Nunca
fue áspero, nunca habló una palabra severa
innecesariamente, nunca dio a un alma sensible una pena
innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Hablaba
la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la
hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas
velaban su voz cuando profería sus fuertes reprensiones.
Lloró sobre Jerusalén, la ciudad amada que rehusó
recibirlo, a él, el Camino, la [11] Verdad y la Vida. Habían
rechazado al Salvador, mas él los consideraba con
piadosa ternura. La suya fue una vida de abnegación y
verdadera solicitud por los demás. Toda alma era preciosa
a sus ojos. A la vez que siempre llevaba consigo la
dignidad divina, se inclinaba con la más tierna
consideración hacia cada uno de los miembros de la
familia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a
quienes era su misión salvar.
Tal es el carácter de Cristo como se revela en su vida.
Este es el carácter de Dios. Del corazón del Padre es de
donde manan los ríos de compasión divina, manifestada
en Cristo para todos los hijos de los hombres. Jesús el
tierno y piadoso Salvador, era Dios "manifestado en la
carne" (1 Timoteo 3: 16) .
Jesús vivió, sufrió y murió para redimirnos. El se hizo
"Varón de dolores" para que nosotros fuésemos hechos
participantes del gozo eterno. Dios permitió que su Hijo
amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo
de indescriptible gloria, a un mundo corrompido y
manchado por el pecado, oscurecido con la sombra de la
muerte y la maldición. Permitió que dejase el seno de su
amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza,
10 EL CAMINO A CRISTO
insulto, humillación, odio y muerte. "El castigo de nuestra
paz cayó sobre él, y por sus llagas nosotros sanamos"
(Isaías 53: 5). ¡Miradlo en el desierto, en el Getsemaní,
sobre la cruz! El Hijo inmaculado de Dios tomó sobre sí la
carga del pecado. El que había sido uno con Dios, sintió en
su alma la terrible separación que hace el pecado entre
[12] Dios y el hombre. Esto arrancó de sus labios el
angustioso clamor: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿por qué me has
desamparado?" (S. Mateo 27: 46). La carga del pecado, el
conocimiento de su terrible enormidad y de la separación
que causa entre el alma y Dios, quebrantó el corazón del
Hijo de Dios.
Pero este gran sacrificio no fue hecho a fin de crear
amor en el corazón del Padre para con el hombre, ni para
moverlo a salvar. ¡No, no! "Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que dio a su Hijo unigénito" (S. Juan 3: 16). No
es que el Padre nos ame por causa de la gran
propiciación, sino que proveyó la propiciación porque nos
ama. Cristo fue el medio por el cual él pudo derramar su
amor infinito sobre un mundo caído. "Dios estaba en
Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo" (2 Corintios
5: 19). Dios sufrió con su Hijo. En la agonía del Getsemaní,
en la muerte del Calvario, el corazón del Amor Infinito pagó
el precio de nuestra redención.
Jesús decía: "Por esto el Padre me ama, por cuanto yo
pongo mi vida para volverla a tomar" (S. Juan 10: 17). Es
decir: "De tal manera os amaba mi Padre, que aún me
ama más porque he dado mi vida para redimiros. Por
haberme hecho vuestro Sustituto y Fianza, por haber
entregado mi vida y tomado vuestras responsabilidades,
vuestras transgresiones, soy más caro a mi Padre; por mi
sacrificio, Dios puede ser justo y, sin embargo, el
justificador del que cree en Jesús". ́
AMOR SUPREMO 11
Nadie sino el Hijo de Dios podía efectuar nuestra
redención; porque sólo él, que estaba [13] en el seno del
Padre podía darlo a conocer. Sólo él, que conocía la altura
y la profundidad del amor de Dios, podía manifestarlo.
Nada menos que el infinito sacrificio hecho por Cristo en
favor del hombre caído podía expresar el amor del Padre
hacia la perdida humanidad.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su
Hijo unigénito". Lo dio no solamente para que viviese entre
los hombres, no sólo para que llevase los pecados de ellos
y muriese como su sacrificio; lo dio a la raza caída. Cristo
debía identificarse con los intereses y necesidades de la
humanidad. El que era uno con Dios se ha unido con los
hijos de los hombres con lazos que jamás serán
quebrantados. Jesús "no se avergüenza de llamarlos
hermanos" (Hebreos 2: 11). Es nuestro Sacrificio, nuestro
Abogado, nuestro Hermano, lleva nuestra forma humana
delante del trono del Padre, y por las edades eternas será
uno con la raza que ha redimido: es el Hijo del hombre. Y
todo esto para que el hombre fuese levantado de la ruina y
degradación del pecado, para que reflejase el amor de
Dios y participase del gozo de la santidad.
El precio pagado por nuestra redención, el sacrificio
infinito que hizo nuestro Padre celestial al entregar a su
Hijo para que muriese por nosotros, debe darnos un
concepto elevado de lo que podemos ser hechos por
Cristo. Al considerar el inspirado apóstol Juan "la altura",
"la profundidad" y "la anchura" del amor del Padre hacia la
raza que perecía, se llena de alabanzas y reverencia, y no
pudiendo [14] encontrar lenguaje conveniente en que
expresar la grandeza y ternura de este amor, exhorta al
mundo a contemplarlo. "¡Mirad cuál amor nos ha dado el
Padre, que seamos llamados hijos de Dios!" (1 S. Juan 3:
1) ¡Qué valioso hace esto al hombre! Por la transgresión,
12 EL CAMINO A CRISTO
los hijos del hombre se hacen súbditos de Satanás. Por la
fe en el sacrificio reconciliador de Cristo, los hijos de Adán
pueden ser hechos hijos de Dios. Al revestirse de la
naturaleza humana, Cristo eleva a la humanidad. Los
hombres caídos son colocados donde pueden, por la
relación con Cristo, llegar a ser en verdad dignos del
nombre de "hijos de Dios".
Tal amor es incomparable. ¡Hijos del Rey celestial!
¡Promesa preciosa! ¡Tema para la más profunda
meditación! ¡El incomparable amor de Dios para con un
mundo que no lo amaba! Este pensamiento tiene un poder
subyugador y cautiva el entendimiento a la voluntad de
Dios. Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de
la cruz, más vemos la misericordia, la ternura y el perdón
unidos a la equidad y la justicia, y más claramente
discernimos pruebas innumerables de un amor infinito y de
una tierna piedad que sobrepuja la ardiente simpatía y los
anhelosos sentimientos de la madre para con su hijo
extraviado.
"Romperse puede todo lazo humano, Separarse el
hermano del hermano, Olvidarse la madre de sus hijos,
Variar los astros sus senderos fijos; Mas ciertamente
nunca cambiará El amor providente de Jehová". [15]
Capítulo 2
La Más Urgente Necesidad del
Hombre
EL HOMBRE estaba dotado originalmente de facultades
nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era
perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos
eran puros, sus designios santos. Pero por la
desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo
sustituyó al amor. Su naturaleza se hizo tan débil por la
transgresión, que le fue imposible, por su propia fuerza,
resistir el poder del mal. Fue hecho cautivo por Satanás, y
hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese
intervenido de una manera especial. El propósito del
tentador era contrariar el plan que Dios había tenido al
crear al hombre y llenar la tierra de miseria y desolación.
Quería señalar todo este mal como el resultado de la obra
de Dios al crear al hombre.
El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de
completa comunión con Aquel "en quien están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia"
(Colosenses 2: 3.) Mas después de su caída, no pudo
encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la
presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no
renovado. No está en armonía con Dios, ni encuentra gozo
en la comunión con él. El pecador no podría ser feliz en la
presencia de Dios; le desagradaría [16] la compañía de los
seres santos. Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo,
no hallaría alegría en aquel lugar. El espíritu de amor puro
que reina allí donde responde cada corazón al corazón del
13
14 EL CAMINO A CRISTO
Amor Infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de
simpatía. Sus pensamientos, sus intereses, sus móviles,
serían distintos de los que mueven a los moradores
celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del
cielo. El cielo sería para él un lugar de tortura. Ansiaría
ocultarse de la presencia de Aquel que es su luz y el
centro de su gozo. No es un decreto arbitrario de parte de
Dios el que excluye del cielo a los malvados: ellos mismos
se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para
aquella compañía. La gloria de Dios sería para ellos un
fuego consumidor. Desearían ser destruidos para
esconderse del rostro de Aquel que murió por salvarlos.
Es imposible que escapemos por nosotros mismos del
abismo del pecado en que estamos sumidos. Nuestro
corazón es malo y no lo podemos cambiar. "¿Quién podrá
sacar cosa limpia de inmunda? Ninguno" (Job 14: 4 )"Por
cuanto el ánimo carnal es enemistad contra Dios; pues no
está sujeto a la ley de Dios, ni a la verdad lo puede estar"
(Romanos 8: 7). La educación, la cultura, el ejercicio de la
voluntad, el esfuerzo humano todos tienen su propia
esfera, pero para esto no tienen ningún poder. Pueden
producir una corrección externa de la conducta, pero no
pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes
de la vida. Debe haber un poder que obre en el interior,
una vida nueva de lo alto, [17] antes de que el hombre
pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es
Cristo. Solamente su gracia puede vivificar las facultades
muertas del alma y atraerlas a Dios, a la santidad. El
Salvador dijo: "A menos que el hombre naciere de nuevo",
a menos que reciba un corazón nuevo, nuevos deseos,
designios y móviles que lo guíen a una nueva vida, "no
puede ver el reino de Dios" (S. Juan 3: 3). La idea de que
solamente es necesario desarrollar lo bueno que existe en
el hombre por naturaleza, es un engaño fatal. "El hombre
LA MÁS URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE 15
natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le
son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se
disciernen espiritualmente" (1 Corintios 2: 14). "No te
maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo"
(S. Juan 3: 7.) De Cristo está escrito: "En él estaba la
vida; y la vida era la luz de los hombres" (S. Juan 1: 4), el
único "nombre debajo del cielo dado a los hombres, en el
cual podamos ser salvos" (Hechos 4: 12).
No basta comprender la bondad amorosa de Dios, ni
percibir la benevolencia y ternura paternal de su carácter.
No basta discernir la sabiduría y justicia de su ley, ver que
está fundada sobre el eterno principio del amor. El apóstol
Pablo veía todo esto cuando exclamó: "Consiento en que
la ley es buena", "la ley es santa, y el mandamiento, santo
y justo y bueno". Mas él añadió en la amargura de su alma
agonizante y desesperada: "Soy carnal, vendido bajo el
poder del pecado" (Romanos 7: 12, 14). Ansiaba la
pureza, la justicia que no podía alcanzar por sí [18]
mismo, y dijo: "¡Oh hombre infeliz que soy! ¿quién me
libertará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7: 24). La
misma exclamación ha subido en todas partes y en todo
tiempo, de corazones sobrecargados. No hay más que
una contestación para todos: "'¡He aquí el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo!" (S. Juan 1: 29).
Muchas son las figuras por las cuales el Espíritu de Dios
ha procurado ilustrar esta verdad y hacerla clara a las
almas que desean verse libres de la carga del pecado.
Cuando Jacob pecó, engañando a Esaú, y huyó de la casa
de su padre, estaba abrumado por el conocimiento de su
culpa. Solo y abandonado como estaba, separado de todo
lo que le hacía preciosa la vida, el único pensamiento que
sobre todos los otros oprimía su alma, era el temor de que
su pecado lo hubiese apartado de Dios, que fuese
abandonado del cielo. En medio de su tristeza, se recostó
16 EL CAMINO A CRISTO
para descansar sobre la tierra desnuda. Rodeábanlo
solamente las solitarias montañas, y cubríalo la bóveda
celeste con su manto de estrellas. Habiéndose dormido,
una luz extraordinaria se le apareció en su sueño; y he
aquí, de la llanura donde estaba recostado, una inmensa
escalera simbólica parecía conducir a lo alto, hasta las
mismas puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y
descendían por ella; al paso que de la gloria de las alturas
se oyó la voz divina que pronunciaba un mensaje de
consuelo y esperanza. Así hizo Dios conocer a Jacob
aquello que satisfacía la necesidad y el ansia de su alma:
un Salvador. Con gozo y gratitud vio revelado un camino
por el cual él, como [19] pecador, podía ser restaurado a
la comunión con Dios. La mística escalera de su sueño
representaba a Jesús, el único medio de comunicación
entre Dios y el hombre.
Esta es la misma figura a la cual Cristo se refirió en su
conversación con Natanael, cuando dijo: "Veréis abierto el
cielo, y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el
Hijo del hombre" (S. Juan 1: 51). Al caer, el hombre se
apartó de Dios: la tierra fue cortada del cielo. A través del
abismo existente entre ambos no podía haber ninguna
comunión. Mas mediante Cristo, el mundo está unido otra
vez con el cielo. Con sus propios méritos, Cristo ha
salvado el abismo que el pecado había hecho, de tal
manera que los hombres pueden tener comunión con los
ángeles ministradores. Cristo une al hombre caído, débil y
miserable, con la Fuente del poder Infinito.
Mas vanos son los sueños de progreso de los hombres,
vanos todos sus esfuerzos por elevar a la humanidad, si
menosprecian la única fuente de esperanza y amparo para
la raza caída. "Toda dádiva buena y todo don perfecto"
(Santiago 1: 17) es de Dios. No hay verdadera excelencia
de carácter fuera de él. Y el único camino para ir a Dios es
LA MÁS URGENTE NECESIDAD DEL HOMBRE 17
Cristo, quien dice: "Yo soy el Camino, y la Verdad, y la
Vida; nadie viene al Padre sino por mí". (S. Juan 14: 6)
El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con
un amor más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo nos ha
vertido todo el cielo en un don. La vida, la muerte y la
intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, la
imploración del Espíritu Santo, el Padre que obra [20]
sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres
celestiales: todos están empeñados en la redención del
hombre.
¡Oh, contemplemos el sacrificio asombroso que ha sido
hecho por nosotros! Procuremos apreciar el trabajo y la
energía que el cielo está empleando para rescatar al
perdido y traerlo de nuevo a la casa de su Padre. Jamás
podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y
energías más poderosas: los grandiosos galardones por el
bien hacer, el goce del cielo, la compañía de los ángeles,
la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y
el acrecentamiento de todas nuestras facultades por las
edades eternas, ¿no son éstos incentivos y estímulos
poderosos que nos instan a dedicar a nuestro Creador y
Salvador el amante servicio de nuestro corazón?
Y por otra parte, los juicios de Dios pronunciados contra
el pecado, la retribución inevitable, la degradación de
nuestro carácter y la destrucción final, se presentan en la
Palabra de Dios para amonestarnos contra el servicio de
Satanás.
¿No apreciaremos la misericordia de Dios? ¿Qué más
podía hacer? Pongámonos en perfecta relación con Aquel
que nos ha amado con estupendo amor. Aprovechemos
los medios que nos han sido provistos para que seamos
transformados conforme a su semejanza y restituidos a la
18 EL CAMINO A CRISTO
comunión de los ángeles ministradores, a la armonía y
comunión del Padre y el Hijo. [21]
Capítulo 3
Un Poder Misterioso que Convence
¿COMO se justificará el hombre con Dios? ¿Cómo se
hará justo el pecador? Solamente por intermedio de Cristo
podemos ponernos en armonía con Dios y la santidad;
pero, ¿cómo debemos ir a Cristo? Muchos formulan la
misma pregunta que hicieron las multitudes el día de
Pentecostés, cuando, convencidas de su pecado,
exclamaron: "¿Qué haremos?" La primera palabra de
contestación de Pedro fue: "Arrepentíos". Poco después,
en otra ocasión, dijo: "Arrepentíos pues, y volveos a Dios;
para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos 2: 38;
3: 19).
El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y
abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a
menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo
repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida.
Hay muchos que no entienden la naturaleza verdadera
del arrepentimiento.
Gran número de personas se
entristecen por haber pecado y aun se reforman
exteriormente, porque temen que su mala vida les acarree
sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el
sentido bíblico. Lamentan la pena más bien que el pecado.
Tal fue el dolor de Esaú cuando vio que había perdido su
primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el
ángel que estaba en su camino con la espada desnuda,
reconoció su culpa [22] por temor de perder la vida; mas
no experimentó un arrepentimiento sincero del pecado, ni
un cambio de propósito, ni aborrecimiento del mal. Judas
19
20 EL CAMINO A CRISTO
Iscariote, después de traicionar a su Señor, exclamó: "¡He
pecado, entregando la sangre inocente!" (S. Mateo 27: 4).
Esta confesión fue arrancada a la fuerza de su alma
culpable por un tremendo sentido de condenación y una
pavorosa expectación de juicio. Las consecuencias que
habían de resultarle lo llenaban de terror, pero no
experimentó profundo quebrantamiento de corazón, ni
dolor de alma por haber traicionado al Hijo inmaculado de
Dios y negado al santo de Israel. Cuando Faraón sufría
los juicios de Dios, reconoció su pecado a fin de escapar
del castigo, pero volvió a desafiar al cielo tan pronto como
cesaron las plagas.
Todos éstos lamentaban los
resultados del pecado, pero no sentían tristeza por el
pecado mismo.
Mas cuando el corazón cede a la influencia del Espíritu
de Dios, la conciencia se vivifica y el pecador discierne
algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de
Dios, fundamento de su gobierno en los cielos y en la
tierra. "La Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que
viene a este mundo" (S. Juan 1: 9), ilumina las cámaras
secretas del alma y se manifiestan las cosas ocultas. La
convicción se posesiona de la mente y del corazón. El
pecador tiene entonces conciencia de la justicia de Jehová
y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza
delante del que escudriña los corazones. Ve el amor de
Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la [23] pureza.
Ansía ser purificado y restituido a la comunión del cielo.
La oración de David después de su caída es una
ilustración de la naturaleza del verdadero dolor por el
pecado. Su arrepentimiento era sincero y profundo. No
hizo ningún esfuerzo por atenuar su crimen; ningún deseo
de escapar del juicio que lo amenazaba inspiró su oración.
David veía la enormidad de su transgresión; veía las
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 21
manchas de su alma; aborrecía su pecado. No imploraba
solamente el perdón, sino también la pureza del corazón.
Deseaba tener el gozo de la santidad y ser restituido a la
armonía y comunión con Dios. Este era el lenguaje de su
alma:
"¡Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido
perdonada, y cubierto su pecado!
¡Bienaventurado el hombre a quien Jehová no atribuye
la iniquidad, cuyo espíritu no hay engaño! (Salmo 32:
1, 2)
¡Apiádate de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
conforme a la muchedumbre de tus piedades, borra mis
transgresiones ! . . .
Porque yo reconozco mis transgresiones,
y mi pecado está siempre delante de mí....
¡Purifícame con hisopo, y seré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve! .
¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí!
¡No me eches de tu presencia,
y no me quites tu Santo Espíritu!
¡Restitúyeme el gozo de tu salvación,
y el Espíritu de gracia me sustente!...
¡Líbrame del delito de sangre, oh Dios,
el Dios de mi salvación!
¡cante mi lengua tu justicia!" (Salmo 51: 1, 14)
Efectuar un arrepentimiento como éste, está más allá
del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente
de Cristo, quien ascendió a lo alto y ha dado dones a los
hombres.
22 EL CAMINO A CRISTO
[24] Precisamente éste es un punto sobre el cual
muchos yerran, y por esto dejan de recibir la ayuda que
Cristo quiere darles. Piensan que no pueden ir a Cristo a
menos que se arrepientan primero, y que el
arrepentimiento los prepara para el perdón de sus
pecados. Es verdad que el arrepentimiento precede al
perdón de los pecados, porque solamente el corazón
quebrantado y contrito es el que siente la necesidad de un
Salvador. Pero, ¿debe el pecador esperar hasta que se
haya arrepentido, para poder ir a Jesús? ¿Ha de ser el
arrepentimiento un obstáculo entre el pecador y el
Salvador?
La Biblia no enseña que el pecador deba arrepentirse
antes de poder aceptar la invitación de Cristo: "¡Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré
descanso!" (S. Mateo 11: 28). La virtud que viene de
Cristo es la que guía a un arrepentimiento genuino. San
Pedro habla del asunto de una manera muy clara en su
exposición a los israelitas, cuando dice: "A éste, Dios le
ensalzó con su diestra para ser Príncipe y Salvador, a fin
de dar arrepentimiento a Israel, y remisión de pecados".
(Hechos 5: 31) No podemos arrepentirnos sin que el
Espíritu de Cristo despierte la conciencia, más de lo que
podemos ser perdonados sin Cristo.
Cristo es la fuente de todo buen impulso. El es el único
que puede implantar en el corazón enemistad contra el
pecado. Todo deseo de verdad y de pureza, toda
convicción de nuestra propia pecaminosidad, es una
prueba de que su Espíritu está obrando en nuestro
corazón. [25]
Jesús dijo: "Yo, si fuere levantado en alto de sobre la
tierra, a todos los atraeré a mí mismo" (S. Juan 12: 32).
Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 23
muere por los pecados del mundo; y cuando consideramos
al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio
de la redención comienza a abrirse a nuestra mente y la
bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir
Cristo por los pecadores, manifestó un amor
incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo
contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e
inspira contricción en el alma.
Es verdad que algunas veces los hombres se
avergüenzan de sus caminos pecaminosos y abandonan
algunos de sus malos hábitos antes de darse cuenta de
que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen un esfuerzo
por reformarse, con un sincero deseo de hacer el bien, es
el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una
influencia de la cual no se dan cuenta, obra sobre el alma,
la conciencia se vivifica y la vida externa se enmienda. Y a
medida que Cristo los induce a mirar su cruz y contemplar
a quien han traspasado sus pecados, el mandamiento
despierta la conciencia. La maldad de su vida, el pecado
profundamente arraigado en su alma se les revela.
Comienzan a entender algo de la justicia de Cristo y
exclaman "¿Qué es el pecado, para que exigiera tal
sacrificio por la redención de su víctima? ¿Fueron
necesarios todo este amor, todo este sufrimiento, toda esta
humillación, para que no pereciéramos, sino que
tuviéramos vida eterna?" .
[26] El pecador puede resistir a este amor, puede
rehusar ser atraído a Cristo; pero si no se resiste será
atraído a Jesús; un conocimiento del plan de la salvación
lo guiará al pie de la cruz, arrepentido de sus pecados, que
han causado los sufrimientos del amado Hijo de Dios.
La misma inteligencia divina que obra en la naturaleza,
habla al corazón de los hombres y crea un deseo indecible
24 EL CAMINO A CRISTO
de algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden
satisfacer su ansiedad. El Espíritu de Dios está
suplicándoles que busquen las cosas que sólo pueden dar
paz y descanso: la gracia de Cristo y el gozo de la
santidad. Por medio de influencias visibles e invisibles,
nuestro Salvador está constantemente obrando para atraer
el corazón de los hombres de los vanos placeres del
pecado a las bendiciones infinitas que pueden disfrutar en
él. A todas estas almas que están procurando vanamente
beber en las cisternas rotas de este mundo, se dirige el
mensaje divino: "El que tiene sed, ¡venga! ¡y el que
quiera, tome del agua de la vida, de balde!" (Apocalipsis
22: 17)
Los que en vuestro corazón anheláis algo mejor que lo
que este mundo puede dar, reconoced este deseo como la
voz de Dios que habla a vuestras almas. Pedidle que os dé
arrepentimiento, que os revele a Cristo en su amor infinito
y en su pureza perfecta. En la vida del Salvador quedaron
perfectamente ejemplificados los principios de la ley de
Dios y el amor a Dios y al hombre. La benevolencia y el
amor desinteresado fueron la vida de su alma.
Contemplándolo, nos inunda la luz de nuestro Salvador
[27] y podemos ver la pecaminosidad de nuestro corazón.
Podemos lisonjearnos como Nicodemo de que nuestra
vida ha sido muy buena, de que nuestro carácter es
perfecto y pensar que no necesitamos humillar nuestro
corazón delante de Dios como el pecador común, pero
cuando la luz de Cristo resplandece en nuestras almas,
vemos cuán impuros somos; discernimos el egoísmo de
nuestros motivos y la enemistad contra Dios, que ha
manchado todos los actos de nuestra vida. Entonces
conocemos que nuestra propia justicia es en verdad como
andrajos inmundos y que solamente la sangre de Cristo
puede limpiarnos de las manchas del pecado y renovar
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 25
nuestro corazón a su semejanza.
Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la
pureza de Cristo que penetre en el alma, hace
dolorosamente visible toda mancha de pecado y descubre
la deformidad y los defectos del carácter humano. Hace
patentes los deseos impuros, la infidelidad del corazón y la
impureza de los labios. Los actos de deslealtad del
pecador que anulan la ley de Dios, quedan expuestos a su
vista y su espíritu se aflige y se oprime bajo la influencia
escudriñadora del Espíritu de Dios. Se aborrece a si mismo
viendo el carácter puro y sin mancha de Cristo.
Cuando el profeta Daniel vio la gloria que rodeaba al
mensajero celestial que le había sido enviado, se sintió
abrumado por su propia debilidad e imperfección.
Describiendo el efecto de la maravillosa escena, dice: "No
quedó en mi esfuerzo, y mi lozanía se me demudó en
palidez [28] de muerte, y no retuve fuerza alguna"
(Daniel 10: 8). Cuando el alma se conmueve de esta
manera, odia el egoísmo, aborrece el amor propio y busca,
mediante la justicia de Cristo, la pureza de corazón que
está en armonía con la ley de Dios y con el carácter de
Cristo.
San Pablo dice que "en cuanto a justicia que haya en la
ley", es decir, en cuanto se refiere a las obras externas,
era "irreprensible" (Filipenses 3: 6), pero cuando
comprendió el carácter espiritual de la ley, se vio a sí
mismo pecador. Juzgado por la letra de la ley como los
hombres la aplican a la vida externa, se había abstenido
de pecado; pero cuando miró en la profundidad de sus
santos preceptos y se vio como Dios lo veía, se humilló
profundamente y confesó su maldad. Dice: "Y yo aparte
de la ley vivía en un tiempo: mas cuando vino el
mandamiento, revivió el pecado, y yo morí' (Romanos 7:
26 EL CAMINO A CRISTO
9).
Cuando vio la naturaleza espiritual de la ley,
mostrósele el pecado en su verdadera deformidad y su
estimación propia se desvaneció.
No todos los pecados son delante de Dios de igual
magnitud; hay diferencia de pecados a su juicio, como la
hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque éste o
aquel acto malo pueda parecer frívolo a los ojos de los
hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El
juicio de los hombres es parcial e imperfecto; mas Dios ve
todas las cosas como son realmente. El borracho es
detestado y se dice que su pecado lo excluirá del cielo,
mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia
muchísimas veces pasan sin condenarse.
[29] Sin embargo, éstos son pecados que ofenden
especialmente a Dios; porque son contrarios a la
benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado
que es la misma atmósfera del universo que no ha caído.
El que cae en alguno de los pecados grandes puede
avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia
de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad y así
cierra el corazón a Cristo y a las infinitas bendiciones que
él vino a derramar.
El pobre publicano que oraba diciendo: "¡Dios, ten
misericordia de mí, pecador!" (S. Lucas 18: 13) se
consideraba a sí mismo como un hombre muy malvado y
así lo consideraban los demás, pero él sentía su
necesidad, y con su carga de pecado y vergüenza vino
delante de Dios implorando su misericordia., Su corazón
estaba abierto para que el Espíritu de Dios hiciese en él su
obra de gracia y lo libertase del poder del pecado. La
oración jactanciosa y presuntuosa del fariseo mostró que
su corazón estaba cerrado a la influencia del Espíritu
Santo. Por estar lejos de Dios, no tenía idea de su propia
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 27
corrupción, que contrastaba con la perfección de la
santidad divina. No sentía necesidad alguna y no recibió
nada.
Si percibís vuestra condición pecaminosa, no esperéis a
haceros mejores vosotros mismos ¡Cuántos hay que
piensan que no son bastante buenos para ir a Cristo!
¿Esperáis haceros mejores por vuestros propios
esfuerzos? "¿Puede acaso el etíope mudar su piel, o el
leopardo sus manchas? entonces podréis vosotros
también obrar bien, que estáis habituados a obrar [30]
mal". (Jeremías 13: 23 )
Hay ayuda para nosotros
solamente en Dios. No debemos permanecer en espera
de persuasiones más fuertes, de mejores oportunidades o
de caracteres más santos. Nada podemos hacer por
nosotros mismos. Debemos ir a Cristo tales como somos.
Pero nadie se engañe a sí mismo con el pensamiento
de que Dios, en su grande amor y misericordia, salvará
aun a aquellos que rechazan su gracia. La excesiva
corrupción del pecado puede conocerse solamente a la luz
de la cruz. Cuando los hombres insisten en que Dios es
demasiado bueno para desechar a los pecadores, miren al
Calvario. Fue porque no había otra manera en que el
hombre pudiese ser salvo, porque sin este sacrificio era
imposible que la raza humana escapara del poder
contaminador del pecado y se pusiera en comunión con los
seres santos, imposible que los hombres llegaran a ser
partícipes de la vida espiritual; fue por esta causa por lo
que Cristo tomó sobre sí la culpabilidad del desobediente y
sufrió en lugar del pecador. El amor, los sufrimientos y la
muerte del Hijo de Dios, todo da testimonio de la terrible
enormidad del pecado y prueba que no hay modo de
escapar de su poder, ni esperanza de una vida más
elevada, sino mediante la sumisión del alma a Cristo.
28 EL CAMINO A CRISTO
Algunas veces los impenitentes se excusan diciendo de
los que profesan ser cristianos: "Soy tan bueno como
ellos. No son más abnegados, sobrios, ni circunspectos en
su conducta que yo. Les gustan los placeres y la
complacencia propia tanto como a mí". Así hacen de las
faltas de [31] otros una excusa por su propio descuido del
deber. Pero los pecados y faltas de otros no justifican los
nuestros. Porque el Señor no nos ha dado un imperfecto
modelo humano. Se nos ha dado como modelo al
inmaculado Hijo de Dios, y los que se quejan de la mala
vida de los que profesan ser creyentes, son los que
deberían presentar una vida y un ejemplo más nobles. Si
tienen un concepto tan alto de lo que un cristiano debe ser,
¿no es su pecado tanto mayor? Saben lo que es bueno y,
sin embargo rehúsan hacerlo.
Cuidaos de las dilaciones. No posterguéis la obra de
abandonar vuestros pecados y buscar la pureza del
corazón por medio de Jesús. Aquí es donde miles y miles
han errado, para su perdición eterna. No insistiré sobre la
brevedad e incertidumbre de la vida; pero hay un terrible
peligro, un peligro que no se entiende suficientemente, en
retardarse en ceder a la invitación del Espíritu Santo de
Dios, en preferir vivir en el pecado, porque tal demora
consiste realmente en eso. El pecado, por pequeño que
se suponga, no puede consentirse sino a riesgo de una
pérdida infinita. Lo que no venzamos nos vencerá y
determinará nuestra destrucción.
Adán y Eva se persuadieron de que por una cosa de tan
poca importancia, como comer la fruta prohibida, no
podrían resultar tan terribles consecuencias como Dios les
había declarado. Pero esta cosa tan pequeña era la
transgresión de la santa e inmutable ley de Dios; separaba
de Dios al hombre y abría las compuertas de la muerte y
de miserias sin número [32] sobre nuestro mundo. Siglo
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 29
tras siglo ha subido de nuestra tierra un continuo lamento
de aflicción, y la creación a una gime bajo la fatiga terrible
del dolor, como consecuencia de la desobediencia del
hombre. El cielo mismo ha sentido los efectos de la
rebelión del hombre contra Dios. El Calvario está delante
de nosotros como un recuerdo del sacrificio asombroso
que se requirió para expiar la transgresión de la ley divina.
No consideremos el pecado como cosa trivial.
Toda transgresión, todo descuido o rechazo de la gracia
de Cristo, obra indirectamente sobre vosotros; endurece el
corazón, deprava la voluntad, entorpece el entendimiento
y, no solamente os hace menos inclinados a ceder, sino
también menos capaces de ceder a la tierna invitación del
Espíritu de Dios.
Muchos están apaciguando su conciencia inquieta con
el pensamiento de que pueden cambiar su mala conducta
cuando quieran; de que pueden tratar con ligereza las
invitaciones de la misericordia y, sin embargo, seguir
siendo llamados. Piensan que después de menospreciar al
Espíritu de gracia, después de echar su influencia del lado
de Satanás, en un momento de terrible necesidad pueden
cambiar de conducta. Pero esto no se hace tan fácilmente.
La experiencia y la educación de una vida entera han
amoldado de tal manera el carácter, que pocos desean
después recibir la imagen de Jesús.
Un solo rasgo malo de carácter, un solo deseo
pecaminoso, acariciado persistentemente, neutralizan a
veces todo el poder del Evangelio. Toda [33] indulgencia
pecaminosa fortalece la aversión del alma hacia Dios. El
hombre que manifiesta un descreído atrevimiento o una
impasible indiferencia hacia la verdad, no está sino
segando la cosecha de su propia siembra. En toda la
Biblia no hay amonestación más terrible contra el hábito de
30 EL CAMINO A CRISTO
jugar con el mal que las palabras del hombre sabio,
cuando dice: "Prenderán al impío sus propias iniquidades'
(Proverbios 5: 22).
Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no
fuerza la voluntad; y si por la persistencia en el pecado la
voluntad misma se inclina enteramente al mal y no
deseamos ser libres, si no queremos aceptar su gracia,
¿qué más puede hacer? Hemos obrado nuestra propia
destrucción por nuestro deliberado rechazo de su amor.
"¡He aquí ahora es el tiempo acepto! ¡he aquí ahora es el
día de salvación!" (2 Corintios 6: 2). "¡Hoy, si oyereis su
voz, no endurezcáis vuestros corazones!" (Hebreos 3: 7,
8).
"El hombre ve lo que aparece, mas el Señor ve el
corazón" (1 Samuel 16: 7), el corazón humano con sus
encontradas emociones de gozo y de tristeza, el extraviado
y caprichoso corazón, morada de tanta impureza y engaño.
El sabe sus motivos, sus mismos intentos y miras. Id a él
con vuestra alma manchada como está. Como el salmista,
abrid sus cámaras al ojo que todo lo ve, exclamando
"¡Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón: ensáyame,
y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí algún
camino malo, y guíame en el camino eterno!" (Salmo 139:
23, 24). [34]
Muchos aceptan una religión intelectual, una forma de
santidad, sin que el corazón esté limpio. Sea vuestra
oración: "¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y
renueva un espíritu recto dentro de mí!" (Salmo 51: 10).
Sed leales con vuestra propia alma. Sed tan diligentes, tan
persistentes, como lo seríais si vuestra vida mortal
estuviera en peligro.
Este es un asunto que debe
arreglarse entre Dios y vuestra alma; arreglarse para la
UN PODER MISTERIOSO QUE CONVENCE 31
eternidad. Una esperanza supuesta, y nada más, llegará a
ser vuestra ruina.
Estudiad la Palabra de Dios con oración. Esa Palabra
os presenta, en la ley de Dios y en la vida de Cristo, los
grandes principios de la santidad, sin la cual "nadie verá al
Señor'. (Hebreos 12: 14) Convence de pecado; revela
plenamente el camino de la salvación. Prestadle atención
como a la voz de Dios que os habla.
Cuando veáis la enormidad del pecado, cuando os veáis
como sois en realidad, no os entreguéis a la
desesperación. Pues a los pecadores es a quienes Cristo
vino a salvar. No tenemos que reconciliar a Dios con
nosotros, sino ¡oh maravilloso amor! "Dios estaba en
Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo" (2 Corintios
5: 19 ). El está solicitando por su tierno amor los
corazones de sus hijos errados. Ningún padre según la
carne podría ser tan paciente con las faltas y yerros de sus
hijos, como lo es Dios con aquellos a quienes trata de
salvar. Nadie podría argüir más tiernamente con el
pecador. Jamás labios humanos han dirigido invitaciones
más tiernas que él al extraviado. Todas sus promesas,
[35] sus amonestaciones, no son sino la expresión de su
indecible amor.
Cuando Satanás viene a decirte que eres un gran
pecador, mira a tu Redentor y habla de sus méritos. Lo
que te ayudará será el mirar su luz. Reconoce tu pecado,
pero di al enemigo que "Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores" (1 Timoteo 1: 15) y que puedes
ser salvo por su incomparable amor. Jesús hizo una
pregunta a Simón con respecto a dos deudores. El
primero debía a su señor una suma pequeña y el segundo
una muy grande; pero él perdonó a ambos, y Cristo
preguntó a Simón cuál deudor amaría más a su señor.
32 EL CAMINO A CRISTO
Simón contestó: "Aquel a quien más perdonó" (S. Lucas
7: 43). Hemos sido grandes deudores, pero Cristo murió
para que fuésemos perdonados. Los méritos de su
sacrificio son suficientes para presentarlos al Padre en
nuestro favor. Aquellos a quienes ha perdonado más, lo
amarán más, y estarán más cerca de su trono alabándolo
por su grande amor e infinito sacrificio. Cuanto más
plenamente comprendemos el amor de Dios, más nos
percatamos de la pecaminosidad del pecado. Cuando
vemos cuán larga es la cadena que se nos ha arrojado
para rescatarnos, cuando entendemos algo del sacrificio
infinito que Cristo ha hecho en nuestro favor, el corazón se
derrite de ternura y contrición. [36]
Capítulo 4
Para Obtener la Paz Interior
"EL QUE encubre sus transgresiones, no prosperará;
mas quien las confiese y las abandone, alcanzará
misericordia" (Proverbios 28: 13).
Las condiciones para obtener la misericordia de Dios
son sencillas, justas y razonables. El Señor no nos exige
que hagamos alguna cosa penosa para obtener el perdón
de los pecados.
No necesitamos hacer largas y
cansadoras peregrinaciones, ni ejecutar duras penitencias,
para encomendar nuestras almas al Dios de los cielos o
para expiar nuestra transgresión; mas el que confiesa su
pecado y se aparta de él, alcanzará misericordia.
El apóstol dice: "Confesad pues vuestros pecados los
unos a los otros, y orad los unos por los otros, para que
seáis sanados" (Santiago 5: 16). Confesad vuestros
pecados a Dios, quien sólo puede perdonarlos, y vuestras
faltas unos a otros. Si has dado motivo de ofensa a tu
amigo o vecino, debes reconocer tu falta, y es su deber
perdonarte libremente. Debes entonces buscar el perdón
de Dios, porque el hermano a quien s ofendido pertenece a
Dios y al perjudicarlo has pecado contra su Creador y
Redentor. Debemos presentar el caso delante del único y
verdadero Mediador, nuestro gran Sumo Sacerdote, que
"ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin
pecado" que es capaz de [37] compadecerse de nuestras
flaquezas" (Hebreos 4: 15) y es poderoso para limpiarnos
de toda mancha de pecado.
33
34 EL CAMINO A CRISTO
Los que no se han humillado de corazón delante de
Dios reconociendo su culpa, no han cumplido todavía la
primera condición de la aceptación.
Si no hemos
experimentado ese arrepentimiento, del cual nadie se
arrepiente, y no hemos confesado nuestros pecados con
verdadera humillación de alma y quebrantamiento de
espíritu, aborreciendo nuestra iniquidad, no hemos
buscado verdaderamente el perdón de nuestros pecados;
y si nunca lo hemos buscado, nunca hemos encontrado la
paz de Dios. La única razón porque no obtenemos la
remisión de nuestros pecados pasados es que no estamos
dispuestos a humillar nuestro corazón y a cumplir con las
condiciones de la Palabra de verdad.
Se nos dan
instrucciones explícitas tocante a este asunto.
La
confesión de nuestros pecados, ya sea pública o privada,
debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser arrancada
al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y
descuidado o exigirse de aquellos que no tienen real
comprensión del carácter aborrecible del pecado. La
confesión que brota de lo íntimo del alma sube al Dios de
piedad infinita. El salmista dice: "Cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu
contrito" (Salmo 34: 18).
La verdadera confesión es siempre de un carácter
específico y declara pecados particulares. Pueden ser de
tal naturaleza que solamente pueden presentarse delante
de Dios.
Pueden ser males que deben confesarse
individualmente a [38] los que hayan sufrido daño por
ellos; pueden ser de un carácter público y, en ese caso,
deberán confesarse públicamente. Toda confesión debe
hacerse definida y al punto, reconociendo los mismos
pecados de que seáis culpables.
En los días de Samuel los israelitas se extraviaron de
Dios. Estaban sufriendo las consecuencias del pecado;
PARA OBTENER LA PAZ INTERIOR 35
porque habían perdido su fe en Dios, el discernimiento de
su poder y su sabiduría para gobernar a la nación y su
confianza en la capacidad del Señor para defender y
vindicar su causa. Se apartaron del gran Gobernante del
universo y quisieron ser gobernados como las naciones
que los rodeaban. Antes de encontrar paz hicieron esta
confesión explícita: "Porque a todos nuestros pecados
hemos añadido esta maldad de pedir para nosotros un rey"
(1 Samuel 12: 19). Tenían que confesar el mismo pecado
del cual estaban convencidos. Su ingratitud oprimía sus
almas y los separaba de Dios.
Dios no acepta la confesión sin sincero arrepentimiento
y reforma. Debe haber un cambio decidido en la vida; toda
cosa que sea ofensiva a Dios debe dejarse. Esto será el
resultado de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos
presenta claramente la obra que tenemos que hacer de
nuestra parte: "¡Lavaos, limpiaos; apartad la maldad de
vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer lo
malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo; socorred
al oprimido; mantened el derecho del huérfano defended la
causa de la viuda!" (Isaías 1: 16, 17)
"Si el inicuo
devolviere la prenda, restituyere lo robado, [39] y
anduviere en los estatutos de la vida, sin cometer
iniquidad, ciertamente vivirá; no morirá" (Ezequiel 33: 15).
San Pablo dice, hablando de la obra de arrepentimiento:
"Pues, he aquí, esto mismo, el que fuisteis entristecidos
según Dios, ¡qué solícito cuidado obró en vosotros! y qué
defensa de vosotros mismos! y ¡qué indignación! y ¡qué
temor! y ¡qué ardiente deseo! y ¡qué celo! y ¡qué justicia
vengativa! En todo os habéis mostrado puros en este
asunto" (2 Corintios 7: 11).
Cuando el pecado ha amortiguado la percepción moral,
el injusto no discierne los defectos de su carácter, ni
comprende la enormidad del mal que ha cometido y, a
36 EL CAMINO A CRISTO
menos que ceda al poder convincente del Espíritu Santo,
permanecerá parcialmente ciego sin percibir su pecado.
Sus confesiones no son sinceras ni de corazón. Cada vez
que reconoce su maldad trata de excusar su conducta
declarando que si no hubiese sido por ciertas
circunstancias, no habría hecho esto o aquello, de lo que
se lo reprueba.
Después de que Adán y Eva hubieron comido de la fruta
prohibida, los embargó un sentimiento de vergüenza y
terror. Al principio solamente pensaban en cómo podrían
excusar su pecado y escapar de la terrible sentencia de
muerte. Cuando el Señor les habló tocante a su pecado,
Adán respondió, echando la culpa en parte a Dios y en
parte a su compañera:
"La mujer que pusiste aquí
conmigo me dio del árbol, y comí". La mujer echó la culpa
a la serpiente, diciendo: "La serpiente me engañó, y comí"
(Génesis 3: 12, 13) ¿Por qué hiciste la serpiente? ¿Por
[40] qué le permitiste que entrase en el Edén? Esas eran
las preguntas implicadas en la excusa de su pecado,
haciendo así a Dios responsable de su caída. El espíritu
de justificación propia tuvo su origen en el padre de la
mentira y ha sido exhibido por todos los hijos e hijas de
Adán. Las confesiones de esta clase no son inspiradas
por el Espíritu divino y no serán aceptables para Dios. El
arrepentimiento verdadero induce al hombre a reconocer
su propia maldad, sin engaño ni hipocresía. Como el
pobre publicano que no osaba ni aun alzar sus ojos al
cielo, exclamará: "Dios, ten misericordia de mí, pecador",
y los que reconozcan así su iniquidad serán justificados,
porque Jesús presentará su sangre en favor del alma
arrepentida.
Los ejemplos de arrepentimiento y humillación genuinos
que da la Palabra de Dios revelan un espíritu de confesión
sin excusa por el pecado, ni intento de justificación propia.
PARA OBTENER LA PAZ INTERIOR 37
San Pablo no procura defenderse; pinta su pecado como
es, sin intentar atenuar su culpa. Dice: "Lo cual también
hice en Jerusalén, encerrando yo mismo en la cárcel a
muchos de los santos habiendo recibido autorización de
parte de los jefes de los sacerdotes; y cuando se les daba
muerte, yo echaba mi voto contra ellos. Y castigándolos
muchas veces, por todas las sinagogas, les hacia fuerza
para que blasfemasen;
y estando sobremanera
enfurecido contra ellos, iba en persecución de ellos hasta
las ciudades extranjeras". (Hechos 26: 10, 11). Sin
vacilar declara: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a
los pecadores; de los cuales yo soy el primero" (1
Timoteo 1: 15). [41] El corazón humilde y quebrantado,
enternecido por el arrepentimiento genuino, apreciará algo
del amor de Dios y del costo del Calvario; y como el hijo se
confiesa a un padre amoroso, así presentará el que esté
verdaderamente arrepentido todos sus pecados delante de
Dios. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda
iniquidad' (1 S. Juan 1: 9). [42]
Capítulo 5
La Consagración
LA PROMESA de Dios es: "Me buscaréis y me hallaréis
cuando me buscaréis de todo vuestro corazón" (Jeremías
29: 13).
Debemos dar a Dios todo el corazón o, de otra manera,
el cambio que se ha de efectuar en nosotros, y por el cual
hemos de ser transformados conforme a su semejanza,
jamás se realizará. Por naturaleza estamos enemistados
con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en
palabras como éstas: "Muertos en las transgresiones y los
pecados" (Efesios 2: 1), "la cabeza toda está ya enferma,
el corazón todo desfallecido", "no queda ya en él cosa
sana" (Isaías 1: 5, 6). Estamos enredados fuertemente
en los lazos de Satanás, por el cual hemos "sido
apresados para hacer su voluntad" (2 Timoteo 2: 26).
Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero, puesto que esto
demanda una transformación completa y la renovación de
toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él
enteramente.
La guerra contra nosotros mismos es la batalla más
grande que jamás hayamos tenido. El rendirse a sí mismo,
entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha;
mas para que el alma sea renovada en santidad, debe
someterse antes a Dios. [43]
El gobierno de Dios no está fundado en una sumisión
ciega y en una reglamentación irracional, como Satanás
quiere hacerlo aparecer. Al contrario, apela al
38
LA CONSAGRACIÓN 39
entendimiento y la conciencia. "¡Venid, pues, y arguyamos
juntos!" (Isaías 1: 18) , es la invitación del Creador a
todos los seres que ha formado. Dios no fuerza la
voluntad de sus criaturas. El no puede aceptar un
homenaje que no se le dé voluntaria e inteligentemente.
Una sumisión meramente forzada impedirá todo desarrollo
real del entendimiento y del carácter: haría del hombre un
mero autómata. No es ése el designio del Creador. El
desea que el hombre, que es la obra maestra de su poder
creador, alcance el mas alto desarrollo posible. Nos
presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos
mediante su gracia. Nos invita a entregarnos a él a fin de
que pueda hacer su voluntad en nosotros. A nosotros nos
toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del
pecado para participar de la libertad gloriosa de los hijos
de Dios.
Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente
abandonar todo aquello que nos separe de él. Por esto
dice el Salvador: "Así, pues, cada uno de vosotros que no
renuncia a todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo"
(S. Lucas 14: 33). Debemos dejar todo lo que aleje el
corazón de Dios. Los tesoros son el ídolo de muchos. El
amor al dinero y el deseo de las riquezas son la cadena de
oro que los tienen sujetos a Satanás. Otros adoran la
reputación y los honores [44] del mundo. Una vida de
comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de
otros. Mas deben romperse estos lazos de servidumbre.
No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al
Señor y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos
que lo seamos enteramente. Hay algunos que profesan
servir a Dios a la vez que confían en sus propios esfuerzos
para obedecer su ley, formar un carácter recto y
asegurarse la salvación. Sus corazones no son movidos
por ningún sentimiento profundo del amor de Cristo, sino
40 EL CAMINO A CRISTO
que tratan de ejecutar los deberes de la vida cristiana
como una cosa que Dios demanda de ellos, a fin de ganar
el cielo. Tal religión no vale nada. Cuando Cristo mora en
el corazón, el alma está tan llena de su amor, del gozo de
su comunión, que se une a él, y pensando en él, se olvida
de sí misma. El amor de Cristo es el móvil de la acción.
Aquellos que sienten el constructivo amor de Dios no
preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para
satisfacer los requerimientos de Dios; no preguntan cuál es
la más baja norma aceptada, sino que aspiran a una vida
de completa conformidad con la voluntad de su Salvador.
Con ardiente deseo entregan todo y manifiestan un interés
proporcionado al valor del objeto que buscan. El profesar
pertenecer a Cristo sin sentir amor profundo, es mera
charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea.
¿Creéis que es un sacrificio demasiado grande dar todo
a Cristo? Haceos a vosotros mismos la pregunta: "¿Qué
ha dado Cristo por mí? " [45] El Hijo de Dios dio todo para
nuestra redención: la vida, el amor y los sufrimientos. ¿Y
es posible que nosotros, seres indignos de tan grande
amor, rehusemos entregarle nuestro corazón? Cada
momento de nuestra vida hemos sido participantes de las
bendiciones de su gracia, y por esta misma razón no
podemos comprender plenamente las profundidades de la
ignorancia y la miseria de que hemos sido salvados. ¿Es
posible que veamos a Aquel a quien traspasaron nuestros
pecados y continuemos, sin embargo, menospreciando
todo su amor y su sacrificio? Viendo la humillación infinita
del Señor de gloria, ¿murmuraremos porque no podemos
entrar en la vida sino a costa de conflictos y humillación
propia?
Muchos corazones orgullosos preguntan: "¿Por qué
necesitamos arrepentirnos y humillarnos antes de poder
tener la seguridad de que somos aceptados por Dios?"
LA CONSAGRACIÓN 41
Mirad a Cristo. En él no había pecado alguno y, lo que es
más, era el Príncipe del cielo; mas por causa del hombre
se hizo pecado. "Con los transgresores fue contado: y él
mismo llevó el pecado de muchos, y por los transgresores
intercedió" (Isaías 53: 12).
¿Y qué abandonamos cuando damos todo? Un corazón
corrompido para que Jesús lo purifique, para que lo limpie
con su propia sangre y para que lo salve con su
incomparable amor. ¡Y sin embargo, los hombres hallan
difícil dejarlo todo! Me avergüenzo de oírlo decir y de
escribirlo. [46]
Dios no nos pide que dejemos nada de lo que es para
nuestro mayor provecho retener. En todo lo que hace,
tiene presente la felicidad de sus hijos. Ojalá que todos
aquellos que no han elegido seguir a Cristo pudieran
comprender que él tiene algo muchísimo mejor que
ofrecerles que lo que están buscando por sí mismos. El
hombre hace el mayor perjuicio e injusticia a su propia
alma cuando piensa y obra de un modo contrario a la
voluntad de Dios. Ningún gozo real puede haber en la
senda prohibida por Aquel que conoce lo que es mejor y
proyecta el bien de sus criaturas. El camino de la
transgresión es el camino de la miseria y la destrucción.
Es un error dar cabida al pensamiento de que Dios se
complace en ver sufrir a sus hijos. Todo el cielo está
interesado en la felicidad del hombre.
Nuestro Padre
celestial no cierra las avenidas del gozo a ninguna de sus
criaturas. Los requerimientos divinos nos llaman a rehuir
todos los placeres que traen consigo sufrimiento y
contratiempos, que nos cierran la puerta de la felicidad y
del cielo. El Redentor del mundo acepta a los hombres
tales como son, con todas sus necesidades,
imperfecciones y debilidades; y no solamente los limpiará
42 EL CAMINO A CRISTO
de pecado y les concederá redención por su sangre, sino
que satisfará el anhelo de todos los que consientan en
llevar su yugo y su carga. Es su designio impartir paz y
descanso a todos los que acudan a él en busca del pan de
la vida. Solamente demanda de nosotros que cumplamos
los deberes que guíen nuestros pasos a las alturas de la
felicidad, a las cuales los [47] desobedientes nunca
pueden llegar. La verdadera vida de gozo del alma es
tener a Cristo, la esperanza de gloria, modelado en ella.
Muchos dicen: "¿Cómo me entregaré a Dios?" Deseáis
hacer su voluntad, mas sois moralmente débiles, sujetos a
la duda y dominados por los hábitos de vuestra mala vida.
Vuestras promesas y resoluciones son tan frágiles como
telas de araña. No podéis gobernar vuestros
pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de
vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos
quebrantados debilita vuestra confianza en vuestra propia
sinceridad y os induce a sentir que Dios no puede
aceptaros; mas no necesitáis desesperar. Lo que
necesitáis comprender es la verdadera fuerza de la
voluntad. Este es el poder que gobierna en la naturaleza
del hombre: el poder de decidir o de elegir. Todas las
cosas dependen de la correcta acción de la voluntad. Dios
ha dado a los hombres el poder de elegir; depende de ellos
el ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por
vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis elegir
servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en
vosotros, tanto el querer como el hacer, según su voluntad.
De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el
dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se
concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en
armonía con él.
Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si
sólo llegáis hasta allí de nada os valdrá. Muchos se
LA CONSAGRACIÓN 43
perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan
al punto de [48] dar su voluntad a Dios. No eligen ser
cristianos ahora.
Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede
obrarse un cambio completo en vuestra vida. Al dar
vuestra voluntad a Cristo. Os unís con el poder que está
sobre todo principado y potestad. Tendréis fuerza de lo alto
para sosteneros firmes, y rindiéndoos así constantemente
a Dios seréis fortalecidos para vivir una vida nueva, es a
saber, la vida de la fe. [49]
Capítulo 6
Maravillas Obradas por la Fe
A MEDIDA que vuestra conciencia ha sido vivificada por
el Espíritu Santo habéis visto algo de la perversidad del
pecado, de su poder, su culpa, su miseria; y lo miráis con
aborrecimiento. Veis que el pecado os ha separado de
Dios y que estáis bajo la servidumbre del poder del mal.
Cuanto más lucháis por escaparos, tanto más comprendéis
vuestra impotencia. Vuestros motivos son impuros, vuestro
corazón está corrompido. Veis que vuestra vida ha estado
colmada de egoísmo y pecado. Ansiáis ser perdonados,
limpiados y libertados. ¿Qué podéis hacer para obtener la
armonía con Dios y la semejanza a él?
Lo que necesitáis es paz: el perdón, la paz y el amor
del cielo en el alma. No se los puede comprar con dinero,
la inteligencia no los puede obtener, la sabiduría no los
puede alcanzar; nunca podéis esperar conseguirlos por
vuestro propio esfuerzo. Mas Dios os lo ofrece como un
don, "sin dinero y sin precio" (Isaías 55: 1). Son vuestros,
con tal que extendáis la mano para tomarlos. El Señor
dice: "¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos
como el carmesí, como lana quedarán!" (Isaías 1: 18)
"También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu
nuevo en medio de vosotros" (Ezequiel 36: 26). [50]
Habéis confesado vuestros pecados y los habéis
quitado de vuestro corazón. Habéis resuelto entregaros a
Dios. Id pues a él y pedidle que os limpie de vuestros
pecados y os dé un corazón nuevo. Creed que lo hará
44
MARAVILLAS OBRADAS POR LA FE 45
porque lo ha prometido. Esta es la lección que Jesús
enseñó durante el tiempo que estuvo en la tierra: que
debemos creer que recibimos el don que Dios nos promete
y que es nuestro. Jesús sanaba a los enfermos cuando
tenían fe en su poder; les ayudaba con las cosas que
podían ver, inspirándoles así confianza en él tocante a las
cosas que no podían ver, induciéndolos a creer en su
poder de perdonar pecados. Establece esto claramente en
el caso del paralítico: "Mas para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados
(dijo entonces al paralítico): ¡Levántate, toma tu cama y
vete a tu casa!" (S. Mateo 9: 6). Así también Juan el
evangelista, al hablar de los milagros de Cristo, dice:
"Estas empero han sido escritas, para que creáis que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo,
tengáis vida en su nombre" (S. Juan 20: 31).
Del simple relato de la Biblia de cómo Jesús sanaba a
los enfermos podemos aprender algo acerca del modo de
ir a Cristo para que nos perdone nuestros pecados.
Veamos ahora el caso del paralítico de Betesda. Este
pobre enfermo estaba imposibilitado; no había usado sus
miembros por treinta y ocho años. Con todo, Jesús le dijo:
"¡Levántate, alza tu camilla, y anda!" El paralítico podría
haber dicho: "Señor, si me sanas primero, obedeceré tu
palabra". Pero no; creyó a la palabra de Cristo, [51] creyó
que estaba sano, e hizo el esfuerzo en seguida; quiso
andar y anduvo. Confió en la palabra de Cristo y Dios le
dio el poder. Así quedó completamente sano.
Así también tú eres pecador. No puedes expiar tus
pecados pasados, no puedes cambiar tu corazón y hacerte
santo. Mas Dios promete hacer todo esto por ti mediante
Cristo. Crees en esa promesa. Confiesas tus pecados y te
entregas a Dios. Quieres servirle. Tan ciertamente como
haces esto, Dios cumplirá su palabra contigo. Si crees la
46 EL CAMINO A CRISTO
promesa, si crees que estás perdonado y limpiado, Dios
suplirá el hecho; estás sano, tal como Cristo dio potencia al
paralítico para andar cuando el hombre creyó que había
sido sanado. Así es si así lo crees.
No esperes sentir que estás sano, mas di: "Lo creo; así
es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido".
Dice Jesús: "Todo cuanto pidiereis en la oración, creed
que lo recibisteis ya; y lo tendréis" (S. Marcos 11: 24). Hay
una condición en esta promesa: que pidamos conforme a
la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de Dios limpiarnos
de pecado, hacernos hijos suyos y ponernos en actitud de
vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios
estas bendiciones, creer que las recibimos y agradecerle
por haberlas recibido. Es nuestro privilegio ir a Jesús para
que nos limpie, y estar en pie delante de la ley sin
confusión ni remordimiento. "Así que ahora, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu" (Romanos 8: 1). [52]
De modo que ya no sois vuestros; porque comprados
sois por precio. "Sabiendo que fuisteis redimidos, . . . no
con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con preciosa
sangre, la de Cristo, como de un cordero sin defecto e
inmaculado". (1 S. Pedro 1: 18, 19) Por el simple hecho de
creer en Dios, el Espíritu Santo ha engendrado una vida
nueva en vuestro corazón. Sois como un niño nacido en la
familia de Dios, y él os ama como a su Hijo.
Ahora bien, ya que os habéis consagrado a Jesús, no
volváis atrás, no os separéis de él, mas todos los días
decid: "Soy de Cristo; pertenezco a él"; y pedidle que os
dé su Espíritu y que os guarde por su gracia. Puesto que
es consagrándoos a Dios y creyendo en él como sois
MARAVILLAS OBRADAS POR LA FE 47
hechos sus hijos, así también debéis vivir en él. Dice el
apóstol: "De la manera, pues que recibisteis a Cristo
Jesús el Señor, así andad en él" (Colosenses 2: 6).
Algunos parecen creer que deben estar a prueba y que
deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de
poder contar con su bendición. Mas ellos pueden pedir la
bendición de Dios ahora mismo. Deben tener su gracia, el
Espíritu de Cristo, para que los ayude en sus flaquezas; de
otra manera no pueden resistir al mal. Jesús se complace
en que vayamos a él como somos, pecaminosos,
impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra
debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus
pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor,
vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza.
[53] Miles se equivocan en esto: no creen que Jesús les
perdona personal e individualmente. No creen al pie de la
letra lo que Dios dice. Es el privilegio de todos los que
llenan las condiciones saber por sí mismos que el perdón
de todo pecado es gratuito. Alejad la sospecha de que las
promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo
pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia
para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma
creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre
fuerza, pureza y justicia en Jesús, que murió por los
pecadores. El está esperándolos para cambiarles los
vestidos sucios y corrompidos del pecado por las
vestiduras blancas de la justicia; les da vida y no
perecerán.
Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí.
Sus pensamientos son pensamientos de misericordia, de
amor y de la más tierna compasión. El dice: "¡Deje el malo
su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y
vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a
nuestro Dios, porque es grande en perdonar!" "He borrado,
48 EL CAMINO A CRISTO
como nublado, tus transgresiones, y como una nube tus
pecados". (Isaías 55: 7; 44: 22) "No me complazco en la
muerte del que muere, dice Jehová el Señor: ¡volveos
pues, y vivid!" (Ezequiel 18: 32). Satanás está pronto para
quitarnos la bendita seguridad que Dios nos da. Desea
quitarnos toda vislumbre de esperanza y todo rayo de luz
del alma; mas no se lo permitáis. No prestéis oído al
tentador, antes decid: "Jesús ha muerto para que yo viva.
Me ama y no [54] quiere que perezca. Tengo un Padre
celestial muy compasivo; y aunque he abusado de su
amor, aunque he disipado las bendiciones que me ha
dado, me levantaré e iré a mi Padre y le diré: "¡Padre, he
pecado contra el cielo y delante de ti; ya no soy digno de
ser llamado hijo tuyo: haz que yo sea como uno de tus
jornaleros!" En la parábola vemos cómo será recibido el
extraviado: "Y estando todavía lejos, le vio su padre; y
conmoviéronsele las entrañas; y corrió, y le echó los
brazos al cuello, y le besó' (S. Lucas 15: 18 - 20).
Más aún esta parábola, tan tierna y conmovedora, es
apenas un reflejo de la compasión de nuestro Padre
celestial. El Señor declara por su profeta: "Con amor
eterno te he amado, por tanto te he extendido mi
misericordia' (Jeremías 31: 3). Cuando el pecador está aún
lejos de la casa de su padre desperdiciando su hacienda
en un país extranjero, el corazón del Padre se compadece
de él; y cada deseo profundo de volver a Dios, despertado
en el alma, no es sino la tierna invitación de su Espíritu,
que insta, ruega y atrae al extraviado al seno amorosísimo
de su Padre.
Con tan preciosas promesas bíblicas delante de
vosotros, ¿podéis dar lugar a la duda? ¿Podéis creer que
cuando el pobre pecador desea volver, desea abandonar
sus pecados, el Señor le impide decididamente que venga
arrepentido a sus pies? ¡Fuera con tales pensamientos!
MARAVILLAS OBRADAS POR LA FE 49
Nada puede destruir más vuestra propia alma que tener tal
concepto de vuestro Padre celestial. El aborrece el
pecado, mas ama al pecador, [55] habiéndose dado, en la
persona de Cristo, para que todos los que quieran puedan
ser salvos y tener bendiciones eternas en el reino de
gloria. ¿Qué lenguaje más tierno o más fuerte podría
haberse empleado que el elegido por él para expresar su
amor hacia nosotros? El declara: "¿Se olvidará acaso la
mujer de su niño mamante, de modo que no tenga
compasión del hijo de sus entrañas? ¡Aún las tales le
pueden olvidar; mas no me olvidaré yo de ti!' (Isaías 49:
15).
Alzad la vista los que vaciláis y tembláis; porque Jesús
vive para interceder por nosotros. Agradeced a Dios por el
don de su Hijo amado y pedid que no haya muerto en vano
por vosotros. Su Espíritu os invita hoy. Id con todo vuestro
corazón a Jesús y demandad sus bendiciones. Cuando
leáis las promesas, recordad que son la expresión de un
amor y una piedad inefables. El gran corazón de amor
infinito se siente atraído hacia el pecador por una
compasión ilimitada. "En quien tenemos redención por
medio de su sangre, la remisión de nuestros pecados"
(Efesios 1: 7). Sí, creed tan sólo que Dios es vuestro
ayudador. El quiere restituir su imagen moral en el hombre.
Acercaos a él con confesión y arrepentimiento y él se
acercará a vosotros con misericordia y perdón. [56]
Capítulo 7
Cómo Lograr una Magnífica
Renovación
"SI ALGUNO está en Cristo, es una nueva criatura: las
cosas viejas pasaron ya, he aquí que todo se ha hecho
nuevo" (2 Corintios 5: 17).
Tal vez alguno no Podrá decir el tiempo o el lugar
exacto, ni trazar toda la cadena de circunstancias del
proceso de su conversión; pero esto no prueba que no se
haya convertido. Cristo dijo a Nicodemo: "El viento de
donde quiere sopla, y oyes su sonido, mas no sabes de
dónde viene, ni adónde va; así es todo aquel que es
nacido del Espíritu" (S. Juan 3: 8). Así como el viento es
invisible y, sin embargo, se ven y se sienten claramente
sus efectos, así obra el Espíritu de Dios en el corazón
humano. El poder regenerador que ningún ojo humano
puede ver, engendra una vida nueva en el alma; crea un
nuevo ser conforme a la imagen de Dios. Aunque la obra
del Espíritu es silenciosa e imperceptible, sus efectos son
manifiestos. Cuando el corazón ha sido renovado por el
Espíritu de Dios, el hecho se manifiesta en la vida. Al paso
que no podemos hacer nada para cambiar nuestro
corazón, ni para ponernos en armonía con Dios, al paso
que no debemos confiar para nada en nosotros ni en
nuestras buenas obras, nuestras vidas han de revelar si la
gracia de [57] Dios mora en nosotros. Se notará un cambio
en el carácter, en las costumbres y ocupaciones. La
diferencia será muy clara e inequívoca entre lo que han
sido y lo que son. El carácter se da a conocer, no por las
50
CÓMO LOGRAR UNA MAGNÍFICA RENOVACIÓN 51
obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan,
sino por la tendencia de las palabras y de los actos en la
vida diaria.
Es cierto que puede haber una corrección del
comportamiento externo, sin el poder regenerador de
Cristo. El amor a la influencia y el deseo de la estimación
de otros pueden producir una vida muy ordenada. El
respeto propio puede impulsarnos a evitar la apariencia del
mal. Un corazón egoísta puede ejecutar obras generosas.
¿De qué medio nos valdremos, entonces, para saber a qué
clase pertenecemos?
¿Quién posee nuestro corazón? ¿Con quién están
nuestros pensamientos? ¿De quién nos gusta hablar?
¿Para quién son nuestros más ardientes afectos y
nuestras mejores energías? Si somos de Cristo, nuestros
pensamientos están con él y nuestros más gratos
pensamientos son para él. Todo lo que tenemos y somos
lo hemos consagrado a él. Deseamos vehementemente
ser semejantes a él, tener su Espíritu, hacer su voluntad y
agradarle en todo.
Los que son hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús
manifiestan los frutos del Espíritu: "amor, gozo, paz,
bondad,
fidelidad,
longanimidad,
benignidad,
mansedumbre, templanza". (Gálatas 5: 22, 23) Ya no se
conforman por más tiempo con las concupiscencias
anteriores, sino que por la fe del Hijo de Dios siguen sus
pisadas, reflejan [58] su carácter y se purifican a sí mismos
así como él es puro. Aman ahora las cosas que en un
tiempo aborrecían y aborrecen las cosas que en otro
tiempo amaban. El que era orgulloso y dominante, ahora
es manso y humilde de corazón. El que antes era vano y
altanero, ahora es serio y discreto. El que antes era
borracho, ahora es sobrio y el que era libertino, puro. Han
52 EL CAMINO A CRISTO
dejado las costumbres y modas vanas del mundo. Los
cristianos no buscan "el adorno exterior", sino que "sea
adornado el hombre interior del corazón, con la ropa
imperecedera de un espíritu manso y sosegado" (1 S.
Pedro 3: 3, 4).
No hay evidencia de arrepentimiento verdadero cuando
no se produce una reforma en la vida. Si restituye la
prenda, devuelve lo que hubiere robado, confiesa sus
pecados y ama a Dios y a su prójimo, el pecador puede
estar seguro de que pasó de muerte a vida.
Cuando venimos a Cristo, como seres errados y
pecaminosos, y nos hacemos participantes de su gracia
perdonadora, nace en nuestro corazón el amor a él. Toda
carga resulta ligera; porque el yugo de Cristo es suave.
Nuestros deberes se hacen deliciosos y los sacrificios, un
gozo. El sendero que en el pasado nos parecía cubierto de
tinieblas ahora brilla con los rayos del Sol de Justicia.
La belleza del carácter de Cristo se verá en los que le
siguen. Era su delicia hacer la voluntad de Dios. El poder
predominante en la vida de nuestro Salvador era el amor a
Dios y el celo por su gloria. El amor embellecía y
ennoblecía todas sus acciones. El amor es de [59] Dios,
no puede producirlo u originarlo el corazón inconverso. Se
encuentra solamente en el corazón donde Cristo reina.
"Nosotros amamos, por cuanto él nos amó primero". (1 S.
Juan 4: 19) En el corazón regenerado por la gracia divina,
el amor es el móvil de las acciones. Modifica el carácter,
gobierna los impulsos, restringe las pasiones, domina la
enemistad y ennoblece los afectos. Este amor alimentado
en el alma, endulza la vida y derrama una influencia
purificadora en todo su derredor.
Hay dos errores contra los cuales los hijos de Dios,
CÓMO LOGRAR UNA MAGNÍFICA RENOVACIÓN 53
particularmente los que apenas han comenzado a confiar
en su gracia, deben especialmente guardarse. El primero,
sobre el que ya se ha insistido, es el de fijarse en sus
propias obras, confiando en alguna cosa que puedan
hacer, para ponerse en armonía con Dios. El que está
procurando llegar a ser santo mediante sus propios
esfuerzos por guardar la ley, está procurando una
imposibilidad. Todo lo que el hombre puede hacer sin
Cristo está contaminado de amor propio y pecado.
Solamente la gracia de Cristo, por medio de la fe, puede
hacernos santos.
El error opuesto y no menos peligroso es que la fe en
Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios; que
puesto que solamente por la fe somos hechos
participantes de la gracia de Cristo, nuestras obras no
tienen nada que ver con nuestra redención.
Pero nótese aquí que la obediencia no es un mero
cumplimiento externo, sino un servicio de amor. La ley de
Dios es una expresión de [60] su misma naturaleza; es la
personificación del gran principio del amor y, en
consecuencia, el fundamento de su gobierno en los cielos
y en la tierra. Si nuestros corazones son regenerados a la
semejanza de Dios, si el amor divino es implantado en el
corazón, ¿no se manifestará la ley de Dios en la vida?
Cuando es implantado el principio del amor en el corazón,
cuando el hombre es renovado conforme a la imagen del
que lo creó, se cumple en él la promesa del nuevo pacto:
"Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente
las escribiré" (Hebreos 10: 16). Y si la ley está escrita en el
corazón, ¿no modelará la vida? La obediencia, es decir, el
servicio y la lealtad de amor, es la verdadera prueba del
discipulado. Siendo así, la Escritura dice: "Este es el amor
de Dios, que guardemos sus mandamientos" "El que dice:
Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es
54 EL CAMINO A CRISTO
mentiroso, y no hay verdad en él" (1 S. Juan 5: 3; 2: 4) En
vez de que la fe exima al hombre de la obediencia, es la fe,
y sólo ella, la que lo hace participante de la gracia de
Cristo y lo capacita para obedecerlo.
No ganamos la salvación con nuestra obediencia;
porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se
recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe.
"Sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y
en él no hay pecado. Todo aquel que mora en él no peca;
todo aquel que peca no le ha visto, ni le ha conocido". (1 S.
Juan 3: 5, 6) He aquí la verdadera prueba. Si moramos en
Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros
sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones,
tienen que [61] estar en armonía con la voluntad de Dios
como se expresa en los preceptos de su santa ley. "¡Hijitos
míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia
es justo, así como él es justo""(1 S. Juan 3: 7). Sabemos lo
que es justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como
se expresa en los Diez Mandamientos dados en el Sinaí.
Esa así llamada fe en Cristo, que según se declara
exime a los hombres de la obligación de la obediencia a
Dios, no es fe sino presunción. "Por gracia sois salvos, por
medio de la fe". Mas "la fe, si no tuviere obras, es de suyo
muerta' (Efesios 2: 8; Santiago 2: 7). Jesús dijo de sí
mismo antes de venir al mundo: "Me complazco en hacer
tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi
corazón" (Salmo 40: 8). Y cuando estaba por ascender a
los cielos, dijo otra vez: "Yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor' (S.
Juan 15: 10). La Escritura dice: "¡Y en esto sabemos que
le conocemos a él, a saber, si guardamos sus
mandamientos.... El que dice que mora en él, debe
también él mismo andar así como él anduvo' (1 S. Juan 2:
3 - 6). "Pues que Cristo también sufrió por vosotros,
CÓMO LOGRAR UNA MAGNÍFICA RENOVACIÓN 55
dejándoos ejemplo, para que sigáis en sus pisadas" (1 S.
Pedro 2: 21).
La condición para alcanzar la vida eterna es ahora
exactamente la misma de siempre, tal cual era en el
paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la
perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si
la vida eterna se concediera con alguna condición [62]
inferior a ésta, peligraría la felicidad de todo el universo. Se
le abriría la puerta al pecado con todo su séquito de dolor y
miseria para siempre.
Era posible para Adán, antes de la caída, conservar un
carácter justo por la obediencia a la ley de Dios. Mas no lo
hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza
pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros
mismos. Puesto que somos pecadores y malos, no
podemos obedecer perfectamente una ley santa. No
tenemos por nosotros mismos justicia con que cumplir lo
que la ley de Dios demanda. Mas Cristo nos ha preparado
una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio de
pruebas y tentaciones tales como las que nosotros
tenemos que arrostrar. Sin embargo, su vida fue
impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos
nuestros pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis
a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa
que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los
justos por consideración a el. El carácter de Cristo toma el
lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como
si no hubierais pecado.
Más aún, Cristo cambia el corazón. Habita en vuestro
corazón por la fe. Debéis mantener esta comunión con
Cristo por la fe y la sumisión continua de vuestra voluntad
a él; mientras hagáis esto, él obrará en vosotros para que
queráis y hagáis conforme a su voluntad. Así podréis decir:
56 EL CAMINO A CRISTO
" Aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe
en el Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a sí mismo por
mí" (Gálatas 2: 20 ). Así dijo Jesús a sus discípulos: "No
[63] sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de
vuestro Padre que habla en vosotros' (S. Mateo 10: 20). De
modo que si Cristo obra en vosotros, manifestaréis el
mismo espíritu y haréis las mismas obras: obras de justicia
y obediencia.
Así pues no hay nada en nosotros mismos de que
jactarnos. No tenemos motivo para ensalzarnos. El único
fundamento de nuestra esperanza es la justicia de Cristo
imputada a nosotros y la que produce su Espíritu obrando
en nosotros y por nosotros.
Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre
presente una distinción. Hay una clase de creencia
enteramente distinta de la fe. La existencia y el poder de
Dios, la verdad de su Palabra, son hechos que aun
Satanás y sus huestes no pueden negar de corazón. La
Biblia dice que "los demonios lo creen, y tiemblan"
(Santiago 2: 19), pero ésta no es fe. Donde no sólo hay
una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de
la voluntad a él; donde se le da a él el corazón y los
afectos se fijan en él, allí hay fe, fe que obra por el amor y
purifica el alma. Mediante esta fe, el corazón se renueva
conforme a la imagen de Dios. Y el corazón que en su
estado carnal no se sujetaba a la ley de Dios ni tampoco
podía, se deleita después en sus santos preceptos,
diciendo con el salmista: "¡Oh cuánto amo tu ley! todo el
día es ella mi meditación' (Salmo 119: 97). Y la justicia de
la ley se cumple en nosotros, los que no andamos
"conforme a la carne, mas conforme al espíritu' (Romanos
8: 1). [64]
Hay quienes han conocido el amor perdonador de Cristo
CÓMO LOGRAR UNA MAGNÍFICA RENOVACIÓN 57
y desean realmente ser hijos de Dios; sin embargo,
reconocen que su carácter es imperfecto y su vida
defectuosa, y están propensos a dudar de que sus
corazones hayan sido regenerados por el Espíritu Santo. A
los tales quiero decirles que no se abandonen a la
desesperación. Tenemos a menudo que postrarnos y llorar
a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y errores;
pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos
por el enemigo, no somos arrojados, ni abandonados, ni
rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e
intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: "Estas
cosas os escribo, para que no pequéis. Y si alguno pecare,
abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo
el Justo" (1 S. Juan 2: 1). Y no olvidéis las palabras de
Cristo: "Porque el Padre mismo os ama' (S. Juan 16: 27).
El quiere que os reconciliéis con él, quiere ver su pureza y
santidad reflejadas en vosotros. Y si tan sólo queréis
entregaros a él, el que comenzó en vosotros la buena obra
la perfeccionará, hasta el día de Jesucristo. Orad con más
fervor; creed más plenamente. A medida que
desconfiemos de nuestra propia fuerza, confiaremos en el
poder de nuestro Redentor, y luego alabaremos a Aquel
que es la salud de nuestro rostro.
Cuanto más cerca estéis de Jesús, más imperfectos os
reconoceréis, porque veréis más claramente vuestros
defectos a la luz del contraste de su perfecta naturaleza.
Esta es una evidencia de que los engaños de Satanás han
[65] perdido su poder y de que el Espíritu de Dios os está
despertando.
No puede existir amor profundo por Jesús en el corazón
que no comprende su propia perversidad. El alma que se
haya transformado por la gracia de Cristo, admirará su
divino carácter. Pero el no ver nuestra propia deformidad
moral, es una prueba inequívoca de que no hemos llegado
58 EL CAMINO A CRISTO
a ver la belleza y excelencia de Cristo.
Mientras menos cosas dignas de estima veamos en
nosotros, más encontraremos que estimar en la pureza y
santidad infinitas de nuestro Salvador. Una idea de nuestra
pecaminosidad nos puede guiar a Aquel que nos puede
perdonar; y cuando, comprendiendo nuestra impotencia,
nos esforcemos en seguir a Cristo, él se nos revelará con
poder. Cuanto más nos guíe la necesidad a él y a la
Palabra de Dios, tanto más elevada visión tendremos de
su carácter y más plenamente reflejaremos su imagen.
[66]
Capítulo 8
El Secreto del Crecimiento
EN LA Biblia se llama nacimiento al cambio de corazón
por el cual somos hechos hijos de Dios. También se lo
compara con la germinación de la buena semilla sembrada
por el labrador. De igual modo los que están recién
convertidos a Cristo, son como "niños recién nacidos",
"creciendo" (1 S. Pedro 2: 2; Efesios 4: 15). a la estatura
de hombres en Cristo Jesús. Como la buena simiente en el
campo, tienen que crecer y dar fruto. Isaías dice que serán
"llamados árboles de justicia, plantados por Jehová
mismo, para que él sea glorificado" (Isaías 61: 3). Del
mundo natural se sacan así ilustraciones para ayudarnos a
entender mejor las verdades misteriosas de la vida
espiritual.
Toda la sabiduría e inteligencia de los hombres no
puede dar vida al objeto más pequeño de la naturaleza.
Solamente por la vida que Dios mismo les ha dado pueden
vivir las plantas y los animales. Asimismo es solamente
mediante la vida de Dios como se engendra la vida
espiritual en el corazón de los hombres. Si el hombre no
"naciere de nuevo" (S. Juan 3: 3) no puede ser hecho
participante de la vida que Cristo vino a dar.
Lo que sucede con la vida, sucede con el crecimiento.
Dios es el que hace florecer el [67] capullo y fructificar las
flores. Su poder es el que hace a la simiente desarrollar
"primero hierba, luego espiga, luego grano lleno en la
espiga" (S. Marcos 4: 28). El profeta Oseas dice que Israel
"echará flores como el lirio". "Serán revivificados como el
59
60 EL CAMINO A CRISTO
trigo, y florecerán como la vid" (Oseas 14: 5, 7). Y Jesús
nos dice: "¡Considerad los lirios, cómo crecen!" (S. Lucas
12: 27). Las plantas y las flores crecen no por su propio
cuidado o solicitud o esfuerzo, sino porque reciben lo que
Dios ha proporcionado para que les dé vida. El niño no
puede por su solicitud o poder propio añadir algo a su
estatura. Ni vosotros podréis por vuestra solicitud o
esfuerzo conseguir el crecimiento espiritual. La planta y el
niño crecen al recibir de la atmósfera que los rodea aquello
que les da vida: el aire, el sol y el alimento. Lo que estos
dones de la naturaleza son para los animales y las plantas,
es Cristo para los que confían en él. El es su "luz eterna",
"escudo y sol" (Isaías 60: 19; Salmo 84: 11). Será como el
"rocío a Israel". "Descenderá como la lluvia sobre el
césped cortado" (Oseas 14: 5; Salmo 72: 6) El es el agua
viva, "el pan de Dios . . . que descendió del cielo, y da vida
al mundo" (S. Juan 6: 33).
En el don incomparable de su Hijo, ha rodeado Dios al
mundo entero en una atmósfera de gracia tan real como el
aire que circula en derredor del globo. Todos los que
quisieren respirar esta atmósfera vivificante vivirán y
crecerán hasta la estatura de hombres y mujeres en Cristo
Jesús. [68] Como la flor se torna hacia el sol, a fin de que
los brillantes rayos la ayuden a perfeccionar su belleza y
simetría, así debemos tornarnos hacia el Sol de Justicia, a
fin de que la luz celestial brille sobre nosotros, para que
nuestro carácter se transforme a la imagen de Cristo.
Jesús enseña la misma cosa cuando dice:
"¡Permaneced en mí, y yo en vosotros! Como no puede el
sarmiento llevar fruto de sí mismo, si no permaneciera en
la vid, así tampoco vosotros, si no permaneciereis en mí....
Porque separados de mí nada podéis hacer' (S. Juan 15:
4, 5). Así también vosotros necesitáis del auxilio de Cristo,
para poder vivir una vida santa, como la rama depende del
EL SECRETO DEL CRECIMIENTO 61
tronco principal para su crecimiento y fructificación. Fuera
de él no tenéis vida. No hay poder en vosotros para resistir
la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad.
Morando en él podéis florecer. Recibiendo vuestra vida de
él, no os marchitaréis ni seréis estériles. Seréis como el
árbol plantado junto a arroyos de aguas.
Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte
de la obra solos. Ya han confiado en Cristo para el perdón
de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por
sus propios esfuerzos. Mas tales esfuerzos se
desvanecerán. Jesús dice: "Porque separados de mí nada
podéis hacer". Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro
gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con
Cristo. solamente estando en comunión con él diariamente,
a cada hora permaneciendo en él, es como hemos de
crecer en la gracia. El no es solamente el [69] autor sino
también el consumador de nuestra fe. Cristo es el principio,
el fin, la totalidad. Estará con nosotros no solamente al
principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del
camino. David dice: "A Jehová he puesto siempre delante
de mí; porque estando él a mi diestra, no resbalaré"
(Salmo 16: 8).
Preguntaréis, tal vez: "¿Cómo permaneceremos en
Cristo? " Del mismo modo en que lo recibisteis al principio.
"De la manera, pues que recibisteis a Cristo Jesús el
Señor, así andad en él". "El justo... vivirá por la fe'
(Colosenses 2: 6; Hebreos 10: 38). Habéis profesado
daros a Dios, con el fin de ser enteramente suyos, para
servirle y obedecerle, y habéis aceptado a Cristo como
vuestro Salvador. No podéis por vosotros mismos expiar
vuestros pecados o cambiar vuestro corazón; mas
habiéndoos entregado a Dios, creísteis que por causa de
Cristo él hizo todo esto por vosotros. Por la fe llegasteis a
ser de Cristo, y por la fe tenéis que crecer en él dando y
62 EL CAMINO A CRISTO
tomando a la vez. Tenéis que darle todo: el corazón, la
voluntad, la vida, daros a él para obedecer todos sus
requerimientos; y debéis tomar todo: a Cristo, la plenitud
de toda bendición, para que habite en vuestro corazón y
para que sea vuestra fuerza, vuestra justicia, vuestra
eterna ayuda, a fin de que os dé poder para obedecerle.
Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu
primer trabajo. Sea tu oración: "Tómame ¡oh Señor! como
enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies.
Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea toda mi
[70] obra hecha en ti". Este es un asunto diario. Cada
mañana conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus
planes a él, para ponerlos en práctica o abandonarlos
según te lo indicare su providencia. Sea puesta así tu vida
en las manos de Dios y será cada vez mas semejante a la
de Cristo.
La vida en Cristo es una vida de reposo. Puede no
haber éxtasis de la sensibilidad, pero debe haber una
confianza continua y apacible. Vuestra esperanza no está
en vosotros; está en Cristo. Vuestra debilidad está unida a
su fuerza, vuestra ignorancia a su sabiduría, vuestra
fragilidad a su eterno poder. Así que no debéis miraros a
vosotros, ni depender de vosotros, mas mirad a Cristo.
Pensad en su amor, en su belleza y en la perfección de su
carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su
humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su
incomparable amor: esto es lo que debe contemplar el
alma. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de
él, es como seréis transformados a su semejanza.
Jesús dice: "Permaneced en mí" Estas palabras dan
idea de descanso, estabilidad, confianza. También nos
invita: "¡Venid a mí ... y os daré descanso!" (S. Mateo 11:
28). Las palabras del salmista expresan el mismo
EL SECRETO DEL CRECIMIENTO 63
pensamiento: "Confía calladamente en Jehová, y espérale
con paciencia". E Isaías asegura que "en quietud y
confianza será vuestra fortaleza" (Salmo 37: 7; Isaías 30:
15). Este descanso no se funda en la inactividad: porque
en la invitación del Salvador la promesa de descanso está
unida con el llamamiento al trabajo: [71] "Tomad mi yugo
sobre vosotros, y . . hallaréis descanso". (S. Mateo 11 : 29)
El corazón que más plenamente descansa en Cristo es el
mas ardiente y activo en el trabajo para él.
Cuando el hombre dedica muchos pensamientos a sí
mismo, se aleja de Cristo: manantial de fortaleza y vida.
Por esto Satanás se esfuerza constantemente por
mantener la atención apartada del Salvador e impedir así
la unión y comunión del alma con Cristo. Los placeres del
mundo, los cuidados de la vida Y sus perplejidades y
tristezas, las faltas de otros o vuestras propias faltas e
imperfecciones: hacia alguna de estas cosas, o hacia
todas ellas, procura desviar la mente. No seáis engañados
por sus maquinaciones. A muchos que son realmente
concienzudos y que desean vivir para Dios, los hace
también detenerse a menudo en sus faltas y debilidades, y
al separarlos así de Cristo, espera obtener la victoria. No
debemos hacer de nuestro yo el centro de nuestros
pensamientos, ni alimentar ansiedad ni temor acerca de si
seremos salvos o no. Todo esto es lo que desvía el alma
de la Fuente de nuestra fortaleza. Encomendad vuestra
alma al cuidado de Dios y confiad en él. Hablad de Jesús y
pensad en él. Piérdase en él vuestra personalidad.
Desterrad toda duda; disipad vuestros temores. Decid con
el apóstol Pablo: "Vivo; mas no ya yo, sino que Cristo vive
en mí: y aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por
la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a sí
mismo por mí' (Gálatas 2: 20). Reposad en Dios. El puede
guardar lo que le habéis confiado. Si os [72] ponéis en sus
64 EL CAMINO A CRISTO
manos, él os hará más que vencedores por Aquel que nos
amó.
Cuando Cristo se humanó, se unió a sí mismo a la
humanidad con un lazo de amor que jamás romperá poder
alguno, salvo la elección del hombre mismo. Satanás
constantemente nos presenta engaños para inducirnos a
romper este lazo: elegir separarnos de Cristo. Sobre esto
necesitamos velar, luchar, orar, para que ninguna cosa
pueda inducirnos a elegir otro maestro; pues estamos
siempre libres para hacer esto. Mas tengamos los ojos fijos
en Cristo, y él nos preservará. Confiando en Jesús
estamos seguros. Nada puede arrebatarnos de su mano.
Mirándolo constantemente, "somos transformados en la
misma semejanza, de gloria en gloria, así como por el
Espíritu del Señor' (2 Corintios 3: 18.)
Así fue como los primeros discípulos se hicieron
semejantes a nuestro Salvador. Cuando ellos oyeron las
palabras de Jesús, sintieron su necesidad de él. Lo
buscaron, lo encontraron, lo siguieron. Estaban con él en la
casa, a la mesa, en su retiro, en el campo. Estaban con él
como discípulos con un maestro, recibiendo diariamente
de sus labios lecciones de santa verdad. Lo miraban como
los siervos a su señor, para aprender sus deberes.
Aquellos discípulos eran hombres sujetos "a las mismas
debilidades que nosotros" (Santiago 5: 17). Tenían la
misma batalla con el pecado. Necesitaban la misma gracia,
a fin de poder vivir una vida santa.
Aun Juan, el discípulo amado, el que más plenamente
llegó a reflejar la imagen del [73] salvador, no poseía
naturalmente esa belleza de carácter. No solamente hacía
valer sus derechos y ambicionaba honores, sino que era
impetuoso y se resentía bajo las injurias. Mas cuando se le
manifestó el carácter de Cristo, vio sus defectos y el
EL SECRETO DEL CRECIMIENTO 65
conocimiento de ellos lo humilló. La fortaleza y la
paciencia, el poder y la ternura, la majestad y la
mansedumbre que él vio en la vida diaria del Hijo de Dios,
llenaron su alma de admiración y amor. De día en día era
su corazón atraído hacia Cristo, hasta que se olvidó de sí
mismo por amor a su Maestro. Su genio, resentido y
ambicioso, cedió al poder transformador de Cristo. La
influencia regeneradora del Espíritu Santo renovó su
corazón. El poder del amor de Cristo transformó su
carácter. Este es el resultado seguro de la unión con
Jesús. Cuando Cristo habita en el corazón, la naturaleza
entera se transforma. El Espíritu de Cristo y su amor,
ablandan el corazón, someten el alma y elevan los
pensamientos y deseos a Dios y al cielo.
Cuando Cristo ascendió a los cielos, la sensación de su
presencia permaneció aún con los que le seguían. Era una
presencia personal, llena de amor y luz. Jesús, el
Salvador, que había andado y conversado y orado con
ellos, que había hablado a sus corazones palabras de
esperanza y consuelo, fue arrebatado de ellos al cielo
mientras les comunicaba aún un mensaje de paz, y los
acentos de su voz: "He aquí yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo" (S. Mateo 28: 20), llegaban
todavía a ellos, cuando una nube de ángeles lo recibió.
[74] Había ascendido al cielo en forma humana. Sabían
que estaba delante del trono de Dios, como Amigo y
Salvador suyo todavía; que sus simpatías no habían
cambiado; que estaba aún identificado con la doliente
humanidad. Estaba presentando delante de Dios los
méritos de su propia sangre, estaba mostrándole sus
manos y sus pies traspasados, como memoria del precio
que había pagado por sus redimidos. Sabían que él había
ascendido al cielo para prepararles lugar y que vendría
otra vez para llevarlos consigo.
66 EL CAMINO A CRISTO
Al congregarse después de su ascensión, estaban
ansiosos de presentar sus peticiones al Padre en el
nombre de Jesús. Con solemne temor se postraron en
oración, repitiendo la promesa: "Todo cuanto pidiereis al
Padre en mi nombre, él os lo dará. Hasta ahora no habéis
pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que
vuestro gozo sea completo" (S. Juan 16: 23, 24).
Extendieron más y más la mano de la fe presentando
aquel poderoso argumento: "¡Cristo Jesús es el que murió;
más aún, el que fue levantado de entre los muertos; el que
está a la diestra de Dios; el que también intercede por
nosotros!" (Romanos 8: 34) Y en el día de Pentecostés
vino a ellos la presencia del Consolador, del cual Cristo
había dicho: "Estará en vosotros". Y les había dicho más:
"Os conviene que yo vaya; porque si no me fuere, el
Consolador no vendrá a vosotros; mas si me fuere, os le
enviaré" (S. Juan 14: 17 ; 16: 7). Y desde aquel día Cristo
había de morar continuamente por el Espíritu en el corazón
[75] de sus hijos. Su unión con ellos era más estrecha que
cuando él estaba personalmente con ellos. La luz, el amor
y el poder de la presencia de Cristo resplandecían en ellos,
de tal manera que los hombres, mirándolos, "se
maravillaban; y al fin los reconocían, que eran de los que
habían estado con Jesús" (Hechos 4: 13).
Todo lo que Cristo fue para sus primeros discípulos,
desea serlo para sus hijos hoy; porque en su última
oración, realizada con el pequeño grupo de discípulos que
reunió a su alrededor, dijo: "No ruego solamente por
éstos, sino por aquellos también que han de creer en mí
por medio de la palabra de ellos" (S. Juan 17: 20).
Jesús oró por nosotros y pidió que fuésemos uno con él,
así como él es uno con el Padre. ¡Qué unión tan preciosa!
El Salvador había dicho de sí mismo: "No puede el Hijo
hacer nada de sí mismo", "el Padre, morando en mí, hace
EL SECRETO DEL CRECIMIENTO 67
sus obras" (S. Juan 5: 19; 14: 10). De modo que si Cristo
está en nuestro corazón, obrará en nosotros "así el querer
como el obrar a causa de su buena voluntad" (Filipenses
2:13). Trabajaremos como trabajó él; manifestaremos el
mismo espíritu. Y amándole y morando en él así,
creceremos "en todos respectos en el que es la Cabeza,
es decir, en Cristo" (Efesios 4: 15). [76]
Capítulo 9
El Gozo de la Colaboración
DIOS es la fuente de vida, luz y gozo para el universo.
Como los rayos de la luz del sol, como las corrientes de
agua que brotan de un manantial vivo, las bendiciones
descienden de él a todas sus criaturas. Y dondequiera que
la Vida de Dios esté en el corazón de los hombres,
inundará a otros de amor y bendición.
El gozo de nuestro Salvador se cifraba en levantar y
redimir a los hombres caídos. Para lograr este fin no
consideró su vida como cosa preciosa, mas sufrió la cruz
menospreciando la ignominia. Así los ángeles están
siempre empeñados en trabajar por la felicidad de otros.
Este es su gozo. Lo que los corazones egoístas
considerarían un servicio degradante, servir a los que son
infelices, y bajo todo aspecto inferiores a ellos en carácter
y jerarquía, es la obra de los ángeles exentos de pecado.
El espíritu de amor y abnegación de Cristo es el espíritu
que llena los cielos y es la misma esencia de su gloria.
Este es el espíritu que poseerán los discípulos de Cristo, la
obra que harán.
Cuando el amor de Cristo está guardado en el corazón,
como dulce fragancia no puede ocultarse. Su santa
influencia será percibida por todos aquellos con quienes
nos relacionemos. El espíritu de Cristo en el corazón es
como un manantial en un desierto, que se derrama para
refrescarlo todo y despertar, en los [77] que ya están por
perecer, ansias de beber del agua de la vida.
68
EL GOZO DE LA COLABORACIÓN 69
El amor a Jesús se manifestará por el deseo de trabajar,
como él trabajó, por la felicidad y elevación de la
humanidad. Nos inspirará amor, ternura y simpatía por
todas las criaturas que gozan del cuidado de nuestro
Padre celestial.
La vida terrenal del Salvador no fue una vida de
comodidad y devoción a sí mismo, sino que trabajó con un
esfuerzo persistente, ardiente, infatigable por la salvación
de la perdida humanidad. Desde el pesebre hasta el
Calvario, siguió la senda de la abnegación y no procuró
estar libre de tareas arduas, duros viajes y penosísimo
cuidado y trabajo. Dijo: "El Hijo del hombre no vino para
ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate
por muchos" (S. Mateo 20: 28). Tal fue el gran objeto de su
vida. Todo lo demás fue secundario y accesorio. Fue su
comida y bebida hacer la voluntad de Dios y acabar su
obra. No había amor propio ni egoísmo en su trabajo.
Así también los que son participantes de la gracia de
Cristo están dispuestos a hacer cualquier sacrificio a fin de
que aquellos por los cuales él murió tengan parte en el don
celestial. Harán cuanto puedan para que el mundo sea
mejor por su permanencia en él. Este espíritu es el fruto
seguro del alma verdaderamente convertida. Tan pronto
como viene uno a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo
de hacer conocer a otros cuán precioso amigo ha
encontrado en Jesús; la verdad salvadora y [78]
santificadora no puede permanecer encerrada en el
corazón. Si estamos revestidos de la justicia de Cristo y
rebosamos de gozo por la presencia de su Espíritu, no
podremos guardar silencio. Si hemos probado y visto que
el Señor es bueno, tendremos algo que decir a otros.
Como Felipe cuando encontró al Salvador, invitaremos a
otros a ir a él. Procuraremos hacerles presente los
atractivos de Cristo y las invisibles realidades del mundo
70 EL CAMINO A CRISTO
venidero. Anhelaremos ardientemente seguir en la senda
que recorrió Jesús y desearemos que los que nos rodean
puedan ver al "Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo" (S. Juan 1: 29).
Y el esfuerzo por hacer bien a otros se tornará en
bendiciones para nosotros mismos. Este fue el designio de
Dios, al darnos una parte que hacer en el plan de la
redención. El ha concedido a los hombres el privilegio de
ser hechos participantes de la naturaleza divina y de
difundir a su vez bendiciones para sus hermanos. Este es
el honor más alto y el gozo más grande que Dios pueda
conferir a los hombres. Los que así participan en trabajos
de amor, se acercan más a su Creador.
Dios podría haber encomendado el mensaje del
Evangelio, y toda la obra del ministerio de amor, a los
ángeles del cielo. Podría haber empleado otros medios
para llevar a cabo su obra. Pero en su amor infinito quiso
hacernos colaboradores con él, con Cristo y con los
ángeles, para que participásemos de la bendición, del gozo
y de la elevación espiritual que resultan de este abnegado
ministerio. [79]
Somos inducidos a simpatizar con Cristo, asociándonos
a sus padecimientos. Cada acto de sacrificio personal por
el bien de otros robustece el espíritu de caridad en el
corazón y lo une más fuertemente al Redentor del mundo,
quien, "siendo él rico, por vuestra causa se hizo pobre,
para que vosotros, por medio de su pobreza, llegaseis a
ser ricos' (2 Corintios 8: 9 ). Y solamente cuando
cumplimos así el designio que Dios tenía al crearnos,
puede la vida ser una bendición para nosotros.
Si trabajáis como Cristo quiere que sus discípulos
trabajen y ganen almas para él, sentiréis la necesidad de
EL GOZO DE LA COLABORACIÓN 71
una experiencia más profunda y de un conocimiento más
grande de las cosas divinas y tendréis hambre y sed de
justicia. Abogaréis con Dios y vuestra fe se robustecerá; y
vuestra alma beberá en abundancia de la fuente de la
salud. El encontrar oposición y pruebas os llevará a la
Biblia y a la oración. Creceréis en la gracia y en el
conocimiento de Cristo y adquiriréis una rica experiencia.
El trabajo desinteresado por otros da al carácter
profundidad, firmeza y amabilidad parecidas a las de
Cristo; trae paz y felicidad al que lo realiza. Las
aspiraciones se elevan. No hay lugar para la pereza o el
egoísmo. Los que de esta manera ejerzan las gracias
cristianas crecerán y se harán fuertes para trabajar por
Dios. Tendrán claras percepciones espirituales, una fe
firme y creciente y un acrecentado poder en la oración. El
Espíritu de Dios, que mueve su espíritu, pone en juego las
sagradas [80] armonías del alma, en respuesta al toque
divino. Los que así se consagran a un esfuerzo
desinteresado por el bien de otros, están obrando
ciertamente su propia salvación.
El único modo de crecer en la gracia es haciendo
desinteresadamente la obra que Cristo ha puesto en
nuestras manos: comprometernos, en la medida de
nuestra capacidad, a ayudar y beneficiar a los que
necesitan la ayuda que podemos darles. La fuerza se
desarrolla con el ejercicio; la actividad es la misma
condición de la vida. Los que se esfuerzan en mantener
una vida cristiana aceptando pasivamente las bendiciones
que vienen por la gracia, sin hacer nada por Cristo,
procuran simplemente vivir comiendo sin trabajar. Pero el
resultado de esto, tanto en el mundo espiritual como en el
temporal, es siempre la degeneración y decadencia. El
hombre que rehusara ejercitar sus miembros pronto
perdería todo el poder de usarlos. También el cristiano que
72 EL CAMINO A CRISTO
no ejercita las facultades que Dios le ha dado, no
solamente dejará de crecer en Cristo, sino que perderá la
fuerza que tenía.
La iglesia de Cristo es el agente elegido por Dios para la
salvación de los hombres. Su misión es extender el
Evangelio por todo el mundo. Y la obligación recae sobre
todos los cristianos. Cada uno de nosotros, hasta donde lo
permitan sus talentos y oportunidades, tiene que cumplir
con la comisión del Salvador. El amor de Cristo que nos ha
sido revelado nos hace deudores a cuantos no lo conocen.
Dios nos dio luz no sólo para nosotros sino para que la
derramemos sobre ellos. [81]
Si los discípulos de Cristo comprendiesen su deber,
habría mil heraldos del Evangelio a los gentiles donde hoy
hay uno. Y todos los que no pudieran dedicarse
personalmente a la obra, la sostendrían con sus recursos,
simpatías y oraciones. Y habría de seguro más ardiente
trabajo por las almas en los países cristianos.
No necesitamos ir a tierras de paganos, ni aún dejar el
pequeño círculo del hogar, si es ahí a donde el deber nos
llama a trabajar por Cristo. Podemos hacer esto en el seno
del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes nos
asociamos y con quienes negociamos.
Nuestro Salvador pasó la mayor parte de su vida
terrenal trabajando pacientemente en la carpintería de
Nazaret. Los ángeles ministradores servían al Señor de la
vida mientras caminaba con campesinos y labradores,
desconocido y no honrado. El estaba cumpliendo su misión
tan fielmente mientras trabajaba en su humilde oficio,
como cuando sanaba a los enfermos o caminaba sobre las
olas tempestuosas del mar de Galilea. Así, en los deberes
más humildes y en las posiciones mas bajas de la vida,
EL GOZO DE LA COLABORACIÓN 73
podemos andar y trabajar con Jesús.
El apóstol dice: "Cada uno permanezca para con Dios
en aquel estado en que fue llamado" (1 Corintios 7: 24). El
hombre de negocios puede dirigir sus negocios de un
modo que glorifique a su Maestro por su fidelidad. Si es
verdadero discípulo de Cristo, pondrá en práctica su
religión en todo lo que haga y revelará a los hombres el
espíritu de Cristo. El obrero manual puede ser un diligente
y fiel representante de Aquel [82] que se ocupó en los
trabajos humildes de la vida entre las colinas de Galilea.
Todo aquel que lleva el nombre de Cristo debe obrar de tal
modo que los otros, viendo sus buenas obras, sean
inducidos a glorificar a su Creador y Redentor.
Muchos se excusan de poner sus dones al servicio de
Cristo porque otros poseen mejores dotes y ventajas. Ha
prevalecido la opinión de que solamente los que están
especialmente dotados tienen que consagrar sus
habilidades al servicio de Dios. Muchos han llegado a la
conclusión de que el talento se da sólo a cierta clase
favorecida, excluyendo a otros que, por supuesto, no son
llamados a participar de las faenas ni de los galardones.
Mas no lo indica así la parábola. Cuando el Señor de la
casa llamó a sus siervos, dio a cada uno su trabajo.
Con espíritu amoroso podemos ejecutar los deberes
más humildes de la vida "como para el Señor" (Colosenses
3: 23). Si tenemos el amor de Dios en nuestro corazón, se
manifestará en nuestra vida. El suave olor de Cristo nos
rodeará y nuestra influencia elevará y beneficiará a otros.
No debéis esperar mejores oportunidades o habilidades
extraordinarias para empezar a trabajar por Dios. No
necesitáis preocuparos en lo más mínimo de lo que el
mundo dirá de vosotros. Si vuestra vida diaria es un
74 EL CAMINO A CRISTO
testimonio de la pureza y sinceridad de vuestra fe y los
demás están convencidos de vuestros deseos de hacerles
bien, vuestros esfuerzos no serán enteramente perdidos.
[83]
Los más humildes y más pobres de los discípulos de
Jesús pueden ser una bendición para otros. Pueden no
echar de ver que están haciendo algún bien especial, pero
por su influencia inconsciente pueden derramar
bendiciones abundantes que se extiendan y profundicen, y
cuyos benditos resultados no se conozcan hasta el día de
la recompensa final. Ellos no sienten ni saben que están
haciendo alguna cosa grande. No necesitan cargarse de
ansiedad por el éxito. Tienen solamente que seguir
adelante con tranquilidad, haciendo fielmente la obra que
la providencia de Dios indique, y su vida no será inútil. Sus
propias almas crecerán cada vez más a la semejanza de
Cristo; son colaboradores de Dios en esta vida, y así se
están preparando para la obra más elevada y el gozo sin
sombra de la vida venidera. [84]
Capítulo 10
Los Dos Lenguajes de la
Providencia
SON muchas las formas en que Dios está procurando
dársenos a conocer y ponernos en comunión con él. La
naturaleza habla sin cesar a nuestros sentidos. El corazón
que está preparado quedará impresionado por el amor y la
gloria de Dios tal como se revelan en las obras de sus
manos. El oído atento puede escuchar y entender las
comunicaciones de Dios por las cosas de la naturaleza.
Los verdes campos, los elevados árboles, los botones y las
flores, la nubecilla que pasa, la lluvia que cae, el arroyo
que murmura, las glorias de los cielos, hablan a nuestro
corazón y nos invitan a conocer a Aquel que lo hizo todo.
Nuestro Salvador entrelazó sus preciosas lecciones con
las cosas de la naturaleza. Los árboles, los pájaros, las
flores, los valles, las colinas, los lagos y los hermosos
cielos, así como los incidentes y las circunstancias de la
vida diaria, fueron todos ligados a las palabras de verdad,
a fin de que sus lecciones fuesen así traídas a menudo a la
memoria, aún en medio de los cuidados de la vida de
trabajo del hombre.
Dios quiere que sus hijos aprecien sus obras y se
deleiten en la sencilla y tranquila hermosura con que él ha
adornado nuestra morada terrenal. El es amante de lo
bello y, sobre todo, ama la belleza del carácter, que es
más [85] atractiva que todo lo externo; y quiere que
cultivemos la pureza y la sencillez, las gracias
75
76 EL CAMINO A CRISTO
características de las flores.
Si tan sólo queremos escuchar, las obras que Dios ha
hecho nos enseñarán lecciones preciosas de obediencia y
confianza. Desde las estrellas que en su carrera por el
espacio sin huellas siguen de siglo en siglo sus sendas
asignadas, hasta el átomo más pequeño, las cosas de la
naturaleza obedecen a la voluntad del Creador. Y Dios
cuida y sostiene todas las cosas que ha creado. El que
sustenta los innumerables mundos diseminados por la
inmensidad, también tiene cuidado del gorrioncillo que
entona sin temor su humilde canto. Cuando los hombres
van a su trabajo o están orando; cuando descansan o se
levantan por la mañana; cuando el rico se sacia en el
palacio, o cuando el pobre reúne a sus hijos alrededor de
su escasa mesa, el Padre celestial vigila tiernamente a
todos. No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay
sonrisa que para él pase inadvertida.
Si creyéramos plenamente esto, toda ansiedad indebida
desaparecería. Nuestras vidas no estarían tan llenas de
desengaños como ahora; porque cada cosa, grande o
pequeña, debe dejarse en las manos de Dios, quien no se
confunde por la multiplicidad de los cuidados, ni se abruma
por su peso. Gozaríamos entonces del reposo del alma al
cual muchos han sido por largo tiempo extraños.
Cuando vuestros sentidos se deleiten en la amena
belleza de la tierra, pensad en el mundo venidero que
nunca conocerá mancha de pecado [86] ni de muerte;
donde la faz de la naturaleza no llevará más la sombra de
la maldición. Que vuestra imaginación represente la
morada de los justos y entonces recordad que será más
gloriosa que cuanto pueda figurarse la más brillante
imaginación. En los variados dones de Dios en la
naturaleza no vemos sino el reflejo más pálido de su gloria.
LOS DOS LENGUAJES DE LA PROVIDENCIA 77
Está escrito: "¡Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que
jamás entraron en pensamiento humano, son las cosas
grandes que ha preparado Dios para los que le aman!" (1
Corintios 2: 9).
El poeta y el naturalista tienen muchas cosas que decir
acerca de la naturaleza, pero es el cristiano el que más
goza de la belleza de la tierra, porque reconoce la obra de
la mano de su Padre y percibe su amor en la flor, el
arbusto y el árbol. Nadie que no los mire como una
expresión del amor de Dios al hombre puede apreciar
plenamente la significación de la colina ni del valle, del río
ni del mar.
Dios nos habla mediante sus obras providenciales y por
la influencia de su Espíritu Santo en el corazón. En
nuestras circunstancias y ambiente, en los cambios que
suceden diariamente en torno nuestro, podemos encontrar
preciosas lecciones, si tan sólo nuestros corazones están
abiertos para recibirlas. El salmista, trazando la obra de la
Providencia divina, dice: "La tierra está llena de la
misericordia de Jehová" (Salmo 33 : 5). "¡Quien sea sabio,
observe estas cosas; y consideren todos la misericordia de
Jehová!" (Salmo 107:43). [87]
Dios nos habla también en su Palabra. En ella tenemos
en líneas más claras la revelación de su carácter, de su
trato con los hombres y de la gran obra de la redención. En
ella se nos presenta la historia de los patriarcas y profetas
y de otros hombres santos de la antigüedad. Ellos eran
hombres sujetos "a las mismas debilidades que nosotros"
(Santiago 5: 17). Vemos cómo lucharon entre
descorazonamientos como los nuestros, cómo cayeron
bajo tentaciones como hemos caído nosotros y, sin
embargo, cobraron nuevo valor y vencieron por la gracia
de Dios; y recordándolos, nos animamos en nuestra lucha
78 EL CAMINO A CRISTO
por la justicia. Al leer el relato de los preciosos sucesos
que se les permitió experimentar, la luz, el amor y la
bendición que les tocó gozar y la obra que hicieron por la
gracia a ellos dada, el espíritu que los inspiró enciende en
nosotros un fuego de santo celo y un deseo de ser como
ellos en carácter y de andar con Dios como ellos.
Jesús dijo de las Escrituras del Antiguo Testamento —y
¡cuánto más cierto es esto acerca del Nuevo!— : "Ellas
son las que dan testimonio de mí" (S. Juan 5: 39), el
Redentor, Aquel en quien vuestras esperanzas de vida
eterna se concentran. Sí, la Biblia entera nos habla de
Cristo. Desde el primer relato de la creación, de la cual se
dice: "Sin él nada de lo que es hecho, fue hecho" (S. Juan
1:3), hasta la última promesa: "¡He aquí, yo vengo presto!"
(Apocalipsis 22: 12) leemos acerca de sus obras y
escuchamos su voz. Si deseáis conocer al Salvador,
estudiad las Santas Escrituras. [88]
Llenad vuestro corazón de las palabras de Dios. Son el
agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que
descendió del cielo. Jesús declara: "A menos que comáis
la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no
tendréis vida en vosotros" Y al explicarse, dice: "Las
palabras que yo os he hablado espíritu y vida son" (S. Juan
6: 53, 63). Nuestros cuerpos viven de lo que comemos y
bebemos; y lo que sucede en la vida natural sucede en la
espiritual: lo que meditamos es lo que da tono y vigor a
nuestra naturaleza espiritual.
El tema de la redención es un tema que los ángeles
desean escudriñar; será la ciencia y el canto de los
redimidos durante las interminables edades de la
eternidad. ¿No es un pensamiento digno de atención y
estudio ahora? La Infinita misericordia y el amor de Jesús,
el sacrificio hecho en nuestro favor, demandan de nosotros
LOS DOS LENGUAJES DE LA PROVIDENCIA 79
la más seria y solemne reflexión. Debemos espaciarnos en
el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor.
Debemos meditar sobre la misión de Aquel que vino a
salvar a su pueblo de sus pecados. Cuando contemplemos
así los asuntos celestiales, nuestra fe y amor serán más
fuertes y nuestras oraciones más aceptables a Dios,
porque se elevarán siempre con más fe y amor. Serán
inteligentes y fervientes. Habrá una confianza constante en
Jesús y una experiencia viva y diaria en su poder de salvar
completamente a todos los que van a Dios por medio de él.
A medida que meditemos en la perfección del Salvador,
desearemos ser enteramente [89] transformados y
renovados conforme a la imagen de su pureza. Nuestra
alma tendrá hambre y sed de ser hecha como Aquel a
quien adoramos. Mientras más concentremos nuestros
pensamientos en Cristo, más hablaremos de él a otros y lo
representaremos ante el mundo.
La Biblia no fue escrita solamente para el hombre
erudito; al contrario, fue destinada a la gente común. Las
grandes verdades necesarias para la salvación están
presentadas con tanta claridad como la luz del mediodía; y
nadie equivocará o perderá el camino, salvo los que sigan
su juicio privado en vez de la voluntad divina tan
claramente revelada.
No debemos conformarnos con el testimonio de ningún
hombre en cuanto a lo que enseñan las Santas Escrituras,
sino que debemos estudiar las palabras de Dios por
nosotros mismos. Si dejamos que otros piensen por
nosotros, nuestra energía quedará mutilada y limitadas
nuestras aptitudes. Las nobles facultades del alma pueden
perder tanto por no ejercitarse en temas dignos de su
concentración, que lleguen a ser incapaces de penetrar la
profunda significación de la Palabra de Dios. La
80 EL CAMINO A CRISTO
inteligencia se desarrollará si se emplea en investigar la
relación de los asuntos de la Biblia, comparando texto con
texto y lo espiritual con lo espiritual.
No hay ninguna cosa mejor para fortalecer la
inteligencia que el estudio de las Santas Escrituras. Ningún
libro es tan potente para elevar los pensamientos, para dar
vigor a las facultades, como las grandes y ennoblecedoras
verdades de la Biblia. Si se estudiara la Palabra de Dios
como se debe, los hombres tendrían [90] una grandeza de
espíritu, una nobleza de carácter y una firmeza de
propósito, que raramente pueden verse en estos tiempos.
No se saca sino un beneficio muy pequeño de una
lectura precipitada de las Sagradas Escrituras. Uno puede
leer toda la Biblia y quedarse, sin embargo, sin ver su
belleza o comprender su sentido profundo y oculto. Un
pasaje estudiado hasta que su significado nos parezca
claro y evidentes sus relaciones con el plan de la
salvación, es de mucho más valor que la lectura de
muchos Capítulos sin un propósito determinado y sin
obtener ninguna instrucción positiva. Tened vuestra Biblia
a mano, para que cuando tengáis oportunidad la leáis;
retened los textos en vuestra memoria. Aún al ir por la
calle, podéis leer un pasaje y meditar en él hasta que se
grabe en la mente.
No podemos obtener sabiduría sin una atención
verdadera y un estudio con oración. Algunas porciones de
la Santa Escritura son en verdad demasiado claras para
que se puedan entender mal; pero hay otras cuyo
significado no es superficial, para que se vea a primera
vista. Se debe comparar pasaje con pasaje. De haber un
escudriñamiento cuidadoso y una reflexión acompañada
de oración. Y tal estudio será abundantemente
recompensado. Como el minero descubre vetas de
LOS DOS LENGUAJES DE LA PROVIDENCIA 81
precioso metal ocultas debajo de la superficie de la tierra,
así también el que perseverantemente escudriña la
Palabra de Dios buscando sus tesoros ocultos, encontrará
verdades del mayor valor, que se ocultan de la vista del
investigador descuidado. Las palabras de la inspiración,
examinadas en el alma, serán [91] como ríos de agua que
manan de la fuente de la vida.
Nunca se debe estudiar la Biblia sin oración. Antes de
abrir sus páginas debemos pedir la iluminación del Espíritu
Santo, y ésta nos será dada. Cuando Natanael vino a
Jesús, el Salvador exclamó: "He aquí verdaderamente un
israelita, en quien no hay engaño. Dícele Natanael: ¿De
dónde me conoces? Jesús respondió y dijo: Antes que
Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi" (S. Juan 1: 47, 48). Así también nos verá Jesús en los
lugares secretos de oración, si lo buscamos para que nos
dé luz para saber lo que es la verdad. Los ángeles del
mundo de luz estarán con los que busquen con humildad
de corazón la dirección divina.
El Espíritu Santo exalta y glorifica al Salvador. Es su
oficio presentar a Cristo, la pureza de su justicia y la gran
salvación que tenemos por él. Jesús dice: El "tomará de lo
mío, y os lo anunciará' (S. Juan 16: 14). El Espíritu de
verdad es el único maestro eficaz de la verdad divina.
¡Cuánto no estimará Dios a la raza humana, siendo que
dio a su Hijo para que muriese por ella y manda su Espíritu
para que sea el maestro y continuo guía del hombre!. [92]
Capítulo 11
¿Podemos Comunicarnos con Dios?
DIOS nos habla por la naturaleza y por la revelación, por
su providencia y por la influencia de su Espíritu. Pero esto
no es suficiente, necesitamos abrirle nuestro corazón. Para
tener vida y energía espirituales debemos tener verdadero
intercambio con nuestro Padre celestial. Puede ser nuestra
mente atraída hacia él; podemos meditar en sus obras, sus
misericordias, sus bendiciones; pero esto no es, en el
sentido pleno de la palabra, estar en comunión con él.
Para ponernos en comunión con Dios, debemos tener algo
que decirle tocante a nuestra vida real.
Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a
un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa
lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirlo. La
oración no baja a Dios hasta nosotros, antes bien nos
eleva a él.
Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus
discípulos a orar. Les enseñó a presentar Dios sus
necesidades diarias y a echar toda su solicitud sobre él. Y
la seguridad que les dio de que sus oraciones serían
oídas, nos es dada también a nosotros.
Jesús mismo, cuando habitó entre los hombres, oraba
frecuentemente. Nuestro Salvador [93] se identificó con
nuestras necesidades y flaquezas convirtiéndose en un
suplicante que imploraba de su Padre nueva provisión de
fuerza, para avanzar fortalecido para el deber y la prueba.
El es nuestro ejemplo en todas las cosas. Es un hermano
82
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 83
en nuestras debilidades, "tentado en todo así como
nosotros", pero como ser inmaculado, rehuyó el mal; sufrió
las luchas y torturas de alma de un mundo de pecado.
Como humano, la oración fue para él una necesidad y un
privilegio. Encontraba consuelo y gozo en estar en
comunión con su Padre. Y si el Salvador de los hombres,
el Hijo de Dios, sintió la necesidad de orar, ¡cuánto más
nosotros, débiles mortales, manchados por el pecado, no
debemos sentir la necesidad de orar con fervor y
constancia!
Nuestro Padre celestial está esperando para derramar
sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones. Es privilegio
nuestro beber abundantemente en la fuente de amor
infinito. ¡Qué extraño que oremos tan poco! Dios está
pronto y dispuesto a oír la oración sincera del más humilde
de sus hijos y, sin embargo, hay de nuestra parte mucha
cavilación para presentar nuestras necesidades delante de
Dios. ¿Qué pueden pensar los ángeles del cielo de los
pobres y desvalidos seres humanos, que están sujetos a la
tentación, cuando el gran Dios lleno de infinito amor se
compadece de ellos y está pronto para darles más de lo
que pueden pedir o pensar y que, sin embargo, oran tan
poco y tienen tan poca fe? Los ángeles se deleitan en
postrarse delante de Dios, se deleitan en estar cerca de él.
Es su mayor delicia estar en comunión [94] con Dios; y con
todo, los hijos de los hombres, que tanto necesitan la
ayuda que Dios solamente puede dar, parecen satisfechos
andando sin la luz del Espíritu ni la compañía de su
presencia.
Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan
la oración. Las tentaciones secretas del enemigo los
incitan al pecado; y todo porque no se valen del privilegio
que Dios les ha concedido de la bendita oración. ¿Por qué
han de ser los hijos e hijas de Dios tan remisos para orar,
84 EL CAMINO A CRISTO
cuando la oración es la llave en la mano de la fe para abrir
el almacén del cielo, en donde están atesorados los
recursos infinitos de la Omnipotencia? Sin oración
incesante y vigilancia diligente, corremos el riesgo de
volvernos indiferentes y de desviarnos del sendero recto.
Nuestro adversario procura constantemente obstruir el
camino al propiciatorio, para que, no obtengamos mediante
ardiente súplica y fe, gracia y poder para resistir a la
tentación.
Hay ciertas condiciones según las cuales Podemos
esperar que Dios oiga y conteste nuestras oraciones. Una
de las primeras es que sintamos necesidad de su ayuda.
El nos ha hecho esta promesa: "Porque derramaré aguas
sobre la tierra sedienta, y corrientes sobre el sequedal'
(Isaías 44: 3). Los que tienen hambre y sed de justicia, los
que suspiran por Dios, pueden estar seguros de que serán
hartos. El corazón debe estar abierto a la influencia del
Espíritu; de otra manera no puede recibir las bendiciones
de Dios.
Nuestra gran necesidad es en sí misma un argumento y
habla elocuentemente en nuestro [95] favor. Pero se
necesita buscar al Señor para que haga estas cosas por
nosotros. Pues dice: "Pedid, y se os dará" (S. Mateo 7: 7 ).
Y "el que ni aún a su propio Hijo perdonó, sino que le
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar
también de pura gracia, todas las cosas juntamente con
él?" (Romanos 8: 32).
Si toleramos la iniquidad en nuestro corazón, si estamos
apegados a algún pecado conocido, el Señor no nos oirá;
mas la oración del alma arrepentida y contrita será siempre
aceptada. Cuando hayamos confesado con corazón
contrito todos nuestros pecados conocidos, podremos
esperar que Dios conteste nuestras peticiones. Nuestros
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 85
propios méritos nunca nos recomendarán a la gracia de
Dios. Es el mérito de Jesús lo que nos salva y su sangre lo
que nos limpia; sin embargo, nosotros tenemos una obra
que hacer para cumplir las condiciones de la aceptación.
La oración eficaz tiene otro elemento: la fe. "Porque es
preciso que el que viene a Dios, crea que existe, y que se
ha constituido remunerador de los que le buscan" (Hebreos
11: 6 ). Jesús dijo a sus discípulos: "Todo cuanto pidiereis
en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis". (S.
Marcos 11: 24). ¿Creemos al pie de la letra todo lo que nos
dice?
La seguridad es amplia e ilimitada, y fiel es el que ha
prometido. Cuando no recibimos precisamente las cosas
que pedimos y al instante, debemos creer aún que el
Señor oye y que contestará nuestras oraciones. Somos tan
cortos [96] de vista y propensos a errar, que algunas veces
pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros,
y nuestro Padre celestial contesta con amor nuestras
oraciones dándonos aquello que es para nuestro más alto
bien, aquello que nosotros mismos desearíamos si,
alumbrados de celestial saber, pudiéramos ver todas las
cosas como realmente son. Cuando nos parezca que
nuestras oraciones no son contestadas, debemos
aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir
contestación seguramente vendrá y recibiremos las
bendiciones que más necesitamos. Por supuesto,
pretender que nuestras oraciones sean siempre
contestadas en la misma forma y según la cosa particular
que pidamos, es presunción. Dios es demasiado sabio
para equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a
los que andan en integridad. Así que no temáis confiar en
él, aunque no veáis la inmediata respuesta de vuestras
oraciones. Confiad en la seguridad de su promesa: "Pedid,
y se os dará".
86 EL CAMINO A CRISTO
Si consultamos nuestras dudas y temores, o
procuramos resolver cada cosa que no veamos
claramente, antes de tener fe, solamente se acrecentarán
y profundizarán las perplejidades. Mas si venimos a Dios
sintiéndonos desamparados y necesitados, como
realmente somos, si venimos con humildad y con la
verdadera certidumbre de la fe le presentamos nuestras
necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, a quien
nada se le oculta y quien gobierna todas las cosas por su
voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro
clamor y hacer resplandecer su luz en nuestro corazón.
Por la oración sincera nos ponemos en comunicación con
la [97] mente del Infinito. Quizás no tengamos al instante
ninguna prueba notable de que el rostro de nuestro
Redentor está inclinado hacia nosotros con compasión y
amor; sin embargo es así. No podemos sentir su toque
manifiesto, mas su mano nos sustenta con amor y piadosa
ternura.
Cuando imploramos misericordia y bendición de Dios,
debemos tener un espíritu de amor y perdón en nuestro
propio corazón. ¿Cómo podemos orar:
"Perdónanos
nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores" (S. Mateo 6:12) y abrigar, sin embargo,
un espíritu que no perdona? Si esperamos que nuestras
oraciones sean oídas, debemos perdonar a otros como
esperamos ser perdonados nosotros.
La perseverancia en la oración ha sido constituida en
condición para recibir. Debemos orar siempre si queremos
crecer en fe y en experiencia. Debemos ser "perseverantes
en la oración" (Romanos 12: 12). "Perseverad en la
oración, velando en ella, con acciones de gracia".
(Colosenses 4: 2). El apóstol Pedro exhorta a los cristianos
a que sean "sobrios, y vigilantes en las oraciones" (1 S.
Pedro 4: 7). San Pablo ordena:
"En todas las
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 87
circunstancias, por medio de la oración y la plegaria, con
acciones de gracias, dense a conocer vuestras peticiones
a Dios" (Filipenses 4: 6). "Vosotros empero, hermanos,...
—dice Judas— orando en el Espíritu Santo, guardaos en el
amor de Dios" (S. Judas 20, 21). Orar sin cesar es
mantener una unión no interrumpida del alma con Dios, de
modo que la vida de Dios [98] fluya a la nuestra; y de
nuestra vida la pureza y la santidad refluyan a Dios.
Es necesario ser diligentes en la oración; ninguna cosa
os lo impida. Haced cuanto podáis para que haya una
comunión continua entre Jesús y vuestra alma.
Aprovechad toda oportunidad de ir donde se suela orar.
Los que están realmente procurando estar en comunión
con Dios, asistirán a los cultos de oración, fieles en cumplir
su deber, ávidos y ansiosos de cosechar todos los
beneficios que puedan alcanzar. Aprovecharán toda
oportunidad de colocarse donde puedan recibir rayos de
luz celestial.
Debemos también orar en el círculo de nuestra familia; y
sobre todo no descuidar la oración privada, porque ésta es
la vida del alma. Es imposible que el alma florezca cuando
se descuida la oración. La sola oración pública o con la
familia no es suficiente. En medio de la soledad abrid
vuestra alma al ojo penetrante de Dios. La oración secreta
sólo debe ser oída del que escudriña los corazones: Dios.
Ningún oído curioso debe recibir el peso de tales
peticiones. En la oración privada el alma esta libre de las
influencias del ambiente, libre de excitación. Tranquila pero
fervientemente se extenderá la oración hacia Dios. Dulce y
permanente será la influencia que dimana de Aquel que ve
en lo secreto, cuyo oído está abierto a la oración que sale
de lo profundo del alma. Por una fe sencilla y tranquila el
alma se mantiene en comunión con Dios y recoge los
rayos de la luz divina para fortalecerse y sostenerse en la
88 EL CAMINO A CRISTO
lucha contra Satanás. Dios es el castillo de nuestra
fortaleza. [99]
Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro trabajo
cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De
este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones
silenciosas llegan como precioso incienso al trono de la
gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo corazón
esta así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en que
sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda
impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En
medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios,
podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la
divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la
petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera que
estemos podemos estar en comunión con él. Debemos
tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar
siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped
celestial.
Aunque estemos rodeados de una atmósfera
corrompida y manchada, no necesitamos respirar sus
miasmas, antes bien podemos vivir en la atmósfera limpia
del cielo. Podemos cerrar la entrada a toda imaginación
impura y a todo pensamiento perverso, elevando el alma a
Dios mediante la oración sincera. Aquellos cuyo corazón
esté abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios,
andarán en una atmósfera más santa que la del mundo y
tendrán constante comunión con el cielo.
Necesitamos tener ideas más claras de Jesús y una
comprensión más completa de las realidades eternas. La
hermosura de la santidad ha de consolar el corazón de los
hijos de Dios: y para que esto se lleve a cabo, debemos
[100] buscar las revelaciones divinas de las cosas
celestiales.
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 89
Extiéndase y elévese el alma para que Dios pueda
concedernos respirar la atmósfera celestial. Podemos
mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba
inesperada nuestros pensamientos se vuelvan a él tan
naturalmente como la flor se vuelve al sol.
Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos,
tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni
cansarlo. El que tiene contados los cabellos de vuestra
cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos.
"Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo'
(Santiago 5: 11). Su amoroso corazón se conmueve por
nuestras tristezas y aún por nuestra presentación de ellas.
Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna
cosa es demasiado grande para que él no la pueda
soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos los
asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera
afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No
hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que
él no pueda leer, ni perplejidad tan grande que él no pueda
desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más
pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el
alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera
escaparse de los labios, sin que el Padre celestial esté al
tanto de ello, sin que tome en ello un interés inmediato. El
"sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas"
(Salmo 147: 3). Las relaciones entre Dios y cada una de
las almas [101] son tan claras y plenas como si no hubiese
otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.
Jesús decía: "Pediréis en mi nombre; y no os digo que
yo rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os
ama' (S. Juan 16: 26, 27 ) "Yo os elegí a vosotros... para
que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé" (S.
Juan 15: 16). Orar en nombre de Jesús es más que una
mera mención de su nombre al principio y al fin de la
90 EL CAMINO A CRISTO
oración. Es orar con los sentimientos y el espíritu de Jesús,
creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y
haciendo sus obras.
Dios no pretende que algunos de nosotros nos hagamos
ermitaños o monjes, ni que nos retiremos del mundo a fin
de consagrarnos a los actos de adoración. Nuestra vida
debe ser como la vida de Cristo, que estaba repartida entre
la montaña y la multitud. El que no hace nada más que
orar, pronto dejará de hacerlo o sus oraciones llegarán a
ser una rutina formal. Cuando los hombres se alejan de la
vida social, de la esfera del deber cristiano y de la
obligación de llevar su cruz; cuando dejan de trabajar
ardientemente por el Maestro que trabajaba con ardor por
ellos, pierden lo esencial de la oración y no tienen ya
estímulo para la devoción. Sus oraciones llegan a ser
personales y egoístas. No pueden orar por las
necesidades de la humanidad o la extensión del reino de
Cristo, ni pedir fuerza con que trabajar.
Sufrimos una pérdida cuando descuidamos la
oportunidad de asociarnos para fortalecernos y [102]
edificarnos mutuamente en el servicio de Dios. Las
verdades de su Palabra pierden en nuestras almas su
vivacidad e importancia. Nuestros corazones dejan de ser
alumbrados y vivificados por la influencia santificadora y
declinamos en espiritualidad. En nuestra asociación como
cristianos perdemos mucho por falta de simpatías mutuas.
El que se encierra completamente dentro de sí mismo no
esta ocupando la posición que Dios le señaló. El cultivo
apropiado de los elementos sociales de nuestra naturaleza
nos hace simpatizar con otros y es para nosotros un medio
de desarrollarnos y fortalecernos en el servicio de Dios.
Si todos los cristianos se asociaran, hablando entre ellos
del amor de Dios y de las preciosas verdades de la
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 91
redención, su corazón se robustecería y se edificarían
mutuamente. Aprendamos diariamente más de nuestro
Padre celestial, obteniendo una nueva experiencia de su
gracia, y entonces desearemos hablar de su amor; así
nuestro propio corazón se encenderá y reanimará. Si
pensáramos y habláramos más de Jesús y menos de
nosotros mismos, tendríamos mucho más de su presencia.
Si tan sólo pensáramos en él tantas veces como
tenemos pruebas de su cuidado por nosotros, lo
tendríamos siempre presente en nuestros pensamientos y
nos deleitaríamos en hablar de él y en alabarle. Hablamos
de las cosas temporales porque tenemos interés en ellas.
Hablamos de nuestros amigos porque los amamos;
nuestras tristezas y alegrías están ligadas con ellos. Sin
embargo, tenemos razones infinitamente mayores para
amar a Dios que para amar [103] a nuestros amigos
terrenales, y debería ser la cosa más natural del mundo
tenerlo como el primero en todos nuestros pensamientos,
hablar de su bondad y alabar su poder. Los ricos dones
que ha derramado sobre nosotros no estaban destinados a
absorber nuestros pensamientos y amor de tal manera que
nada tuviéramos que dar a Dios; antes bien, debieran
hacernos acordar constantemente de él y unirnos por
medio de los vínculos del amor y gratitud a nuestro
celestial Benefactor. Vivimos demasiado apegados a lo
terreno. Levantemos nuestros ojos hacia la puerta abierta
del santuario celestial, donde la luz de la gloria de Dios
resplandece en el rostro de Cristo, quien "también puede
salvar hasta lo sumo a los que se acercan a Dios por
medio de él" (Hebreos 7: 25).
Debemos alabar más a Dios por su misericordia "y sus
maravillas para con los hijos de Adán' (Salmo 107: 8).
Nuestros ejercicios de devoción no deben consistir
enteramente en pedir y recibir. No estemos pensando
92 EL CAMINO A CRISTO
siempre en nuestras necesidades y nunca en las
bendiciones que recibimos. No oramos nunca demasiado,
pero somos muy parcos en dar gracias. Somos
diariamente los recipientes de las misericordias de Dios y,
sin embargo, ¡cuán poca gratitud expresamos, cuán poco
lo alabamos por lo que ha hecho por nosotros!
Antiguamente el Señor ordenó esto a Israel, para
cuando se congregara para su servicio: "Y los comeréis
allí delante de Jehová vuestro Dios; y os regocijaréis
vosotros y vuestras familias en toda empresa de vuestra
mano, en que os [104] habrá bendecido Jehová vuestro
Dios" (Deuteronomio 12: 7). Aquello que se hace para la
gloria de Dios debe hacerse con alegría, con cánticos de
alabanza y acción de gracias, no con tristeza y semblante
adusto.
Nuestro Dios es un Padre tierno y misericordioso. Su
servicio no debe mirarse como una cosa que entristece,
como un ejercicio que desagrada. Debe ser un placer
adorar al Señor y participar en su obra. Dios no quiere que
sus hijos, a los cuales proporcionó una salvación tan
grande, trabajen como si él fuera un amo duro y exigente.
El es nuestro mejor amigo, y cuando lo adoramos, quiere
estar con nosotros para bendecirnos y confortarnos,
llenando nuestro corazón de alegría y amor. El Señor
quiere que sus hijos se consuelen en su servicio y hallen
más placer que penalidad en el trabajo. El quiere que los
que lo adoran saquen pensamientos preciosos de su
cuidado y amor, para que estén siempre contentos y
tengan gracia para conducirse honesta y fielmente en
todas las cosas.
Es preciso juntarnos en torno de la cruz. Cristo, y Cristo
crucificado, debe ser el tema de nuestra meditación,
conversación y más gozosa emoción. Debemos tener
¿PODEMOS COMUNICARNOS CON DIOS? 93
presentes todas las bendiciones que recibimos de Dios, y
al darnos cuenta de su gran amor, debiéramos estar
prontos a confiar todas las cosas a la mano que fue
clavada en la cruz por nosotros.
El alma puede elevarse hasta el cielo en las alas de la
alabanza. Dios es adorado con cánticos y música en las
mansiones celestiales, y al [105] expresarle nuestra
gratitud, nos aproximamos al culto de los habitantes del
cielo. "El que ofrece sacrificio de alabanza me glorificará'
(Salmo 50: 23). Presentémonos, pues, con gozo reverente
delante de nuestro Creador con "acciones de gracias y voz
de melodía" (Isaías 51: 3). [106]
Capítulo 12
¿Qué Debe Hacerse con la Duda?
MUCHOS, especialmente los que son nuevos en la vida
cristiana, se sienten a veces turbados con las sugestiones
del escepticismo. Hay muchas cosas en la Biblia que no
pueden explicar y ni siquiera entender, y Satanás las
emplea para hacer vacilar su fe en las Santas Escrituras
como revelación de Dios. Preguntan: "¿Cómo sabré cuál
es el buen camino? Si la Biblia es en verdad la Palabra de
Dios, ¿cómo puedo librarme de estas dudas y
perplejidades?"
Dios nunca nos exige que creamos sin darnos suficiente
evidencia sobre la cual fundar nuestra fe. Su existencia, su
carácter, la veracidad de su Palabra, todas estas cosas
están establecidas por abundantes testimonios que excitan
nuestra razón. Sin embargo, Dios no ha quitado nunca
toda posibilidad de duda. Nuestra fe debe reposar sobre
evidencias, no sobre demostraciones. Los que quieran
dudar tendrán oportunidad; al paso que los que realmente
deseen conocer la verdad, encontrarán abundante
evidencia sobre la cual basar su fe.
Es imposible para el espíritu finito del hombre
comprender plenamente el carácter o las obras del Infinito.
Para la inteligencia mas perspicaz, para el espíritu más
ilustrado, aquel santo Ser debe siempre permanecer
envuelto en el misterio. "¿Puedes tú descubrir las cosas
recónditas de Dios? ¿puedes hasta lo sumo llegar a [107]
conocer al Todopoderoso? Ello es alto como el cielo, ¿qué
podrás hacer? más hondo es que el infierno, ¿ que podrás
94
¿QUÉ DEBE HACERSE CON LA DUDA? 95
saber?' (Job 11: 7, 8).
El apóstol Pablo exclama: "¡Oh profundidad de las
riquezas, así de la sabiduría como de la ciencia de Dios!
¡cuán inescrutables son sus juicios, e ininvestigables sus
caminos!" (Romanos 11: 33). Mas aunque "nubes y
tinieblas están alrededor de él; justicia y juicio son el
asiento de su trono" (Salmo 97: 2). Pero donde
comprendemos su modo de obrar con nosotros y los
motivos que lo mueven, descubrimos su amor y
misericordia sin límites unidos a su infinito poder. Podemos
entender de sus designios cuanto es bueno para nosotros
saber, y más allá de esto debemos confiar todavía en la
mano omnipotente y en el corazón lleno de amor.
La Palabra de Dios, como el carácter de su divino Autor,
presenta misterios que nunca podrán ser plenamente
comprendidos por seres finitos. La entrada del pecado en
el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración y otros
muchos asuntos que se presentan en la Biblia, son
misterios demasiado profundos para que la mente humana
los explique, o para que los comprenda siquiera
plenamente. Pero no tenemos razón para dudar de la
Palabra de Dios porque no podamos entender los misterios
de su providencia. En el mundo natural estamos siempre
rodeados de misterios que no podemos sondear. Aun las
formas más humildes de la vida presentan un problema
que el más sabio de los filósofos es incapaz de explicar.
Por todas partes se presentan maravillas que superan
nuestro [108] conocimiento. ¿Debemos sorprendernos de
que en el mundo espiritual haya también misterios que no
podamos sondear? La dificultad está únicamente en la
debilidad y estrechez del espíritu humano. Dios nos ha
dado en las Santas Escrituras pruebas suficientes de su
carácter divino y no debemos dudar de su Palabra porque
no podamos entender los misterios de su providencia.
96 EL CAMINO A CRISTO
El apóstol Pedro dice que hay en las Escrituras "cosas
difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes
tuercen, . . . para su propia destrucción" (2 S. Pedro 3: 16).
Los incrédulos han presentado las dificultades de las
Sagradas Escrituras como un argumento en contra de la
Biblia; pero muy lejos de ello, éstas constituyen una fuerte
prueba de su divina inspiración. Si no contuvieran acerca
de Dios sino aquello que fácilmente pudiéramos
comprender, si su grandeza y majestad pudieran ser
abarcadas por inteligencias finitas, entonces la Biblia no
llevaría las credenciales inequívocas de la autoridad divina.
La misma grandeza y los mismos misterios de los temas
presentados, deben inspirar fe en ella como Palabra de
Dios.
La Biblia presenta la verdad con una sencillez y una
adaptación tan perfecta a las necesidades y anhelos del
corazón humano, que ha asombrado y encantado a los
espíritus más cultivados, al mismo tiempo que capacita al
humilde e inculto para discernir el camino de la salvación.
Sin embargo, estas verdades sencillamente declaradas
tratan de asuntos tan elevados, de tan grande
trascendencia, tan [109] infinitamente fuera del alcance de
la comprensión humana, que sólo podemos aceptarlos
porque Dios nos lo ha declarado. Así está patente el plan
de la redención delante de nosotros, de modo que
cualquiera pueda ver el camino que ha de tomar a fin de
arrepentirse para con Dios y tener fe en nuestro Señor
Jesucristo, a fin de que sea salvo de la manera señalada
por Dios. Sin embargo, bajo estas verdades tan fácilmente
entendibles, existen misterios que son el escondedero de
su gloria; misterios que abruman la mente investigadora y
que, sin embargo, inspiran fe y reverencia al sincero
investigador de la verdad. Cuanto más escudriña éste la
Biblia tanto más profunda es su convicción de que es la
¿QUÉ DEBE HACERSE CON LA DUDA? 97
Palabra del Dios vivo, y la razón humana se postra ante la
majestad de la revelación divina.
Reconocer que no podemos entender plenamente las
grandes verdades de la Biblia, es solamente admitir que la
mente finita es insuficiente para abarcar lo infinito; que el
hombre, con su limitado conocimiento humano, no puede
entender los designios de la Omnisciencia.
Por cuanto no pueden sondear todos los misterios de la
Palabra de Dios, los escépticos y los incrédulos la
rechazan; y no todos los que profesan creer en la Biblia
están libres de este peligro. El apóstol dice: "Mirad, pues,
hermanos, no sea que acaso haya en alguno de vosotros,
un corazón malo de incredulidad, en el apartarse del Dios
vivo" (Hebreos 3: 12). Es bueno estudiar detenidamente
las enseñanzas de la Biblia, e investigar "las profundidades
de Dios", hasta donde se revelan en las Santas Escrituras.
Porque aunque [110] "las cosas secretas pertenecen a
Jehová nuestro Dios", "las reveladas nos pertenecen a
nosotros" (Deuteronomio 29: 29). Mas es la obra de
Satanás pervertir las facultades de investigación del
entendimiento. Cierto orgullo se mezcla en la
consideración de la verdad bíblica, de modo que cuando
los hombres no pueden explicar todas sus partes como
quieren, se impacientan y se sienten derrotados. Es para
ellos demasiado humillante reconocer que no pueden
entender las palabras inspiradas. No están dispuestos a
esperar pacientemente hasta que Dios juzgue oportuno
revelarles la verdad. Creen que su sabiduría humana sin
auxilio es suficiente para hacerles entender las Santas
Escrituras y, cuando no pueden hacerlo, niegan
virtualmente su autoridad. Es verdad que muchas teorías y
doctrinas que se consideran generalmente derivadas de la
Biblia no tienen fundamento en ella y, a la verdad, son
contrarias a todo el tenor de la inspiración. Estas cosas
98 EL CAMINO A CRISTO
han sido motivo de duda y perplejidad para muchos
espíritus. No son, sin embargo, imputables a la Palabra de
Dios, sino a la perversión que los hombres han hecho de
ella.
Si fuera posible para los seres terrenales obtener un
pleno conocimiento de Dios y de sus obras, no habría ya
para ellos, después de lograrlo, ni descubrimiento de
nuevas verdades, ni crecimiento en conocimiento, ni
desarrollo ulterior del espíritu o del corazón. Dios no sería
ya supremo, y el hombre, habiendo alcanzado el límite del
conocimiento y progreso, dejaría de adelantar. Demos
gracias a Dios de que no sea así. Dios es infinito; "en él
están todos los [111] tesoros de la sabiduría y de la
ciencia" (Colosenses 2: 3). Y por toda la eternidad los
hombres podrán estar siempre escudriñando, siempre
aprendiendo sin poder agotar nunca, sin embargo, los
tesoros de la sabiduría, la bondad y el poder.
Dios quiere que aun en esta vida las verdades de su
Palabra continúen siempre revelándose a su pueblo. Y hay
sólo un modo para obtener este conocimiento. No
podemos llegar a entender la Palabra de Dios sino por la
iluminación del Espíritu por el cual fue dada la Palabra.
"Las cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de
Dios" (1 Corintios 2: 11) ;"porque el Espíritu escudriña
todas las cosas, y aun las cosas profundas de Dios" (1
Corintios 2: 10). Y la promesa del Salvador a sus
discípulos fue: "Mas cuando viniere Aquel, el Espíritu de
verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad; ...
porque tomará de lo mío, y os lo anunciará' (S. Juan 16:
13, 14).
Dios quiere que el hombre haga uso de la facultad de
razonar que le ha dado; y el estudio de la Biblia fortalece y
eleva la mente como ningún otro estudio puede hacerlo.
¿QUÉ DEBE HACERSE CON LA DUDA? 99
Con todo, debemos cuidarnos de no deificar la razón,
porque está sujeta a las debilidades y flaquezas de la
humanidad. Si no queremos que las Sagradas Escrituras
estén veladas para nuestro entendimiento, de modo que
no podamos comprender ni las verdades más sencillas,
debemos tener la sencillez y la fe de un niño, estar
dispuestos a aprender, e implorar la ayuda del Espíritu
Santo. El conocimiento del poder y la sabiduría de Dios y
la conciencia de nuestra incapacidad [112] para
comprender su grandeza, debe inspirarnos humildad, y
debemos abrir su Palabra con santo temor, como si
compareciéramos ante él. Cuando tomamos la Biblia,
nuestra razón debe reconocer una autoridad superior a ella
misma y el corazón y la inteligencia deben postrarse ante
el gran YO SOY. Hay muchas cosas aparentemente
difíciles u oscuras, que Dios hará claras y sencillas para
los que así procuren entenderlas. Mas sin la dirección del
Espíritu Santo, estaremos continuamente expuestos a
torcer las Sagradas Escrituras o a interpretarlas mal. Hay
muchas maneras de leer la Biblia que no aprovechan y que
causan en algunos casos un daño positivo. Cuando el
Libro de Dios se abre sin oración y reverencia; cuando los
pensamientos y afectos no están fijos en Dios, o en
armonía con su voluntad, el corazón está envuelto en la
duda; y entonces, con el mismo estudio de la Biblia, se
fortalece el escepticismo. El enemigo se posesiona de los
pensamientos y sugiere interpretaciones incorrectas.
Cuando los hombres no procuran estar en armonía con
Dios en obras y en palabras, por instruidos que sean,
están expuestos a errar en su modo de entender las
Santas Escrituras y no es seguro confiar en sus
explicaciones. Los que escudriñan las Escrituras para
buscar contradicciones, no tienen penetración espiritual.
Con vista perturbada encontrarán muchas razones para
dudar y no creer en cosas realmente claras y sencillas.
100 EL CAMINO A CRISTO
Pero, disfráceselo como se quiera, el amor al pecado es
casi siempre la causa real de la duda y el escepticismo.
Las enseñanzas y restricciones [113] de la Palabra de
Dios no agradan al corazón orgulloso, lleno de pecado; y
los que no quieren obedecer sus mandamientos,
fácilmente dudan de su autoridad. Para llegar al
conocimiento de la verdad, debemos tener un deseo
sincero de conocer la verdad y buena voluntad en el
corazón para obedecerla. Todos los que estudien la Biblia
con este espíritu, encontrarán en abundancia pruebas de
que es la Palabra de Dios y pueden obtener un
conocimiento de sus verdades que los hará sabios para la
salvación.
Cristo dijo: "Si alguno quisiere hacer su voluntad,
conocerá de mi enseñanza' (S. Juan 7: 17). En vez de
discutir y cavilar tocante a aquello que no entendáis,
aprovechad la luz que ya brilla sobre vosotros y recibiréis
mayor luz. Mediante la gracia de Cristo, cumplid todos los
deberes que hayáis llegado a entender y seréis capaces
de entender y cumplir aquellos de los cuales todavía
dudáis.
Hay una prueba que está al alcance de todos, del más
educado y del más ignorante, la prueba de la experiencia.
Dios nos invita a probar por nosotros mismos la realidad de
su Palabra, la verdad de sus promesas. El nos dice:
"Gustad y ved que Jehová es bueno' (Salmo 34: 8). En vez
de depender de las palabras de otro, tenemos que probar
por nosotros mismos. Dice: "Pedid, y recibiréis" (S. Juan
16: 24). Sus promesas se cumplirán. Nunca han faltado;
nunca pueden faltar. Y cuando seamos atraídos a Jesús y
nos regocijemos en la plenitud de su amor, nuestras dudas
[114] y tinieblas desaparecerán ante la luz de su
presencia. El apóstol Pablo dice que Dios "nos ha libertado
de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino
¿QUÉ DEBE HACERSE CON LA DUDA? 101
del Hijo de su amor" (Colosenses 1: 13). Y todo aquel que
ha pasado de muerte a vida "ha puesto su sello a esto, que
Dios es veraz' (S. Juan 3: 33). Puede testificar:
"Necesitaba auxilio y lo he encontrado en Jesús. Fueron
suplidas todas mis necesidades, fue satisfecha el hambre
de mi alma y ahora la Biblia es para mí la revelación de
Jesucristo. ¿Me preguntáis por qué creo en Jesús? Porque
es para mí un Salvador divino. ¿Por qué creo en la Biblia?
Porque he hallado que es la voz de Dios para mi alma".
Podemos tener en nosotros mismos el testimonio de que la
Biblia es verdadera y de que Cristo es el Hijo de Dios.
Sabemos que no estamos siguiendo fábulas astutamente
imaginadas.
San Pedro exhorta a los hermanos a crecer "en la
gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo' (2 S. Pedro 3: 18). Cuando el pueblo de Dios
crece en la gracia, obtiene constantemente un
conocimiento más claro de su Palabra. Contempla nueva
luz y belleza en sus sagradas verdades. Esto es lo que ha
sucedido en la historia de la iglesia en todas las edades y
continuará sucediendo hasta el fin. "Pero la senda de los
justos es como la luz de la aurora, que se va aumentando
en resplandor hasta que el día es perfecto' (Proverbios 4:
18).
Por medio de la fe podemos mirar lo futuro y confiar en
las promesas de Dios respecto al [115] desarrollo de la
inteligencia, a la unión de las facultades humanas con las
divinas y al contacto directo de todas las potencias del
alma con la Fuente de Luz. Podemos regocijarnos de que
todas las cosas que nos han confundido en las
providencias de Dios serán entonces aclaradas; las cosas
difíciles de entender serán entonces reveladas; y donde
nuestro entendimiento finito veía solamente confusión y
desorden, veremos la más perfecta y hermosa armonía.
102 EL CAMINO A CRISTO
"Porque ahora vemos oscuramente, como por medio de un
espejo, mas entonces, cara a cara; ahora conozco en
parte, pero entonces conoceré así como también soy
conocido" (1 Corintios 13: 12). [116]
Capítulo 13
La Fuente de Regocijo y Felicidad
LOS hijos de Dios están llamados a ser representantes
de Cristo y a mostrar siempre la bondad y la misericordia
del Señor. Como Jesús nos reveló el verdadero carácter
del Padre, así tenemos que revelar a Cristo a un mundo
que no conoce su ternura y piadoso amor. "De la manera
que tú me enviaste a mí al mundo —decía Jesús—, así
también yo los he enviado a ellos al mundo". "Yo en ellos,
y tú en mí,... para que conozca el mundo que tú me
enviaste" (S. Juan 17: 18, 23). El apóstol Pablo dice a los
discípulos de Jesús: "Sois manifiestamente una epístola de
Cristo", "conocida y leída de todos los hombres" (2
Corintios 3: 3, 2). En cada uno de sus hijos, Jesús envía
una carta al mundo. Si sois discípulos de Cristo, él envía
en vosotros una carta a la familia, al pueblo, a la calle
donde vivís. Jesús que mora en vosotros, quiere hablar a
los corazones que no lo conocen. Tal vez no leen la Biblia
o no oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el
amor de Dios en sus obras. Mas si eres un verdadero
representante de Jesús, puede ser que por ti sean
inducidos a conocer algo de su bondad y sean ganados
para amarlo y servirlo.
Los cristianos son como portaluces en el camino al
cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo [117] la luz de
Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y su carácter deben
ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de
Cristo y de su servicio.
Si representamos verdaderamente a Cristo, haremos
103
104 EL CAMINO A CRISTO
que su servicio parezca atractivo, como es en realidad. Los
cristianos que llenan su alma de amargura y tristeza,
murmuraciones y quejas, están representando ante otros
falsamente a Dios y la vida cristiana. Hacen creer que Dios
no se complace en que sus hijos sean felices, y en esto
dan falso testimonio contra nuestro Padre celestial.
Satanás triunfa cuando puede inducir a los hijos de Dios
a la incredulidad y al desaliento. Se regocija cuando nos ve
desconfiar de Dios, dudando de su buena voluntad y de su
poder para salvarnos. Le agrada hacernos sentir que el
Señor nos hará daño por sus providencias. Es la obra de
Satanás representar al Señor como falto de compasión y
piedad. Tergiversa la verdad respecto a él. Llena la
imaginación de ideas falsas tocante a Dios; y en vez de
espaciarnos en la verdad con respecto a nuestro Padre
celestial, muchísimas veces fijamos la mente en las falsas
representaciones de Satanás y deshonramos a Dios
desconfiando de él y murmurando contra él. Satanás
siempre procura presentar la vida religiosa como una vida
de tinieblas. Desea hacerla aparecer penosa y difícil; y
cuando el cristiano, por su incredulidad, presenta en su
vida la religión bajo este aspecto, secunda la falsedad de
Satanás.
Muchos al recorrer el camino de la vida, fijan sus ojos en
sus errores, fracasos y desengaños, [118] y sus corazones
se llenan de dolor y desaliento. Mientras estaba yo en
Europa, una hermana que había estado haciendo esto y
que se hallaba profundamente apenada, me escribió
pidiéndome algunos consejos que la animaran. La noche
que siguió a la lectura de su carta, soñé que estaba yo en
un jardín y que uno, al parecer dueño del jardín, me
conducía por los caminos del mismo. Yo estaba
recogiendo flores y gozando de su fragancia, cuando esta
hermana, que había estado caminando a mi lado, me llamó
LA FUENTE DE REGOCIJO Y FELICIDAD 105
la atención a algunos feos zarzales que le estorbaban el
paso. Allí estaba ella afligida y llena de pesar. No iba por el
camino siguiendo al guía, sino que caminaba entre espinas
y abrojos. "¡Oh!" murmuró ella, "¿no es una lástima que
este hermoso jardín esté echado a perder por las
espinas?" Entonces el que nos guiaba dijo: "No hagáis
caso de las espinas, porque solamente os molestarán.
Cortad las rosas, los lirios y los claveles".
¿No ha habido en vuestra experiencia algunas horas
felices? ¿No habéis tenido algunos momentos preciosos
en que vuestro corazón ha palpitado de gozo respondiendo
al Espíritu de Dios? Cuando abrís el libro de vuestra
experiencia pasada, ¿no encontráis algunas páginas
agradables? ¿No son las promesas de Dios fragantes
flores que crecen a cada lado de vuestro camino? ¿No
permitiréis que su belleza y dulzura llenen vuestro corazón
de gozo?
Las espinas y abrojos únicamente os herirán y causarán
dolor; y si vosotros recogéis solamente estas cosas y las
presentáis a otros, ¿no estáis, además de menospreciar la
bondad de Dios, [119] impidiendo que los demás anden en
el camino de la vida?
No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables
de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, hablar
de estos recuerdos y llorarlos hasta estar abrumados de
desaliento. El hombre desalentado está lleno de tinieblas,
echa fuera de su propio corazón la luz divina y proyecta
sombra en el camino de los otros.
Gracias a Dios que nos ha presentado hermosísimos
cuadros. Reunamos las pruebas benditas de su amor y
tengámoslas siempre presentes. El Hijo de Dios que deja
el trono de su Padre y reviste su divinidad con la
106 EL CAMINO A CRISTO
humanidad para poder rescatar al hombre del poder de
Satanás; su triunfo en nuestro favor, que abre el cielo a los
pecadores y revela a la vista humana la morada donde la
Divinidad descubre su gloria; la raza caída, levantada de lo
profundo de la ruina en que Satanás la había sumergido,
puesta de nuevo en relación con el Dios infinito, vestida de
la justicia de Cristo y exaltada hasta su trono después de
sufrir la prueba divina por la fe en nuestro Redentor: tales
son las cosas que Dios quiere que contemplemos.
Cuando parece que dudamos del amor de Dios y que
desconfiamos de sus promesas, lo deshonramos y
contristamos su Santo Espíritu . ¿Cómo se sentiría una
madre si sus hijos estuvieran quejándose constantemente
de ella, como si no tuviera buenas intenciones para con
ellos, cuando el esfuerzo de su vida entera hubiese sido
fomentar sus intereses y proporcionarles comodidades?
Suponed que dudaran de su amor: quebrantarían su
corazón. ¿Cómo se sentiría [120] un padre si así lo
trataran sus hijos? ¿Y cómo puede mirarnos nuestro Padre
celestial cuando desconfiamos de su amor, que le ha
inducido a dar a su Hijo unigénito para que tengamos vida?
El apóstol dice: "El que ni aun a su propio Hijo perdonó,
sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha
de dar también de pura gracia todas las cosas?" (Romanos
3: 32). Y sin embargo, cuántos están diciendo con sus
hechos si no con sus palabras: "El Señor no dijo esto para
mí. Tal vez ame a otros, pero a mí no me ama".
Todo esto esta destruyendo vuestra propia alma, pues
cada palabra de duda que proferís da lugar a las
tentaciones de Satanás; hace crecer en vosotros la
tendencia a dudar y es un agravio de parte vuestra a los
ángeles ministradores. Cuando Satanás os tiente, no salga
de vosotros ninguna palabra de duda o tinieblas. Si elegís
abrir la puerta a sus sugestiones, se llenará vuestra mente
LA FUENTE DE REGOCIJO Y FELICIDAD 107
de desconfianza y rebelión. Si habláis de vuestros
sentimientos, cada duda que expreséis no reaccionará
solamente sobre vosotros, sino que será una semilla que
germinará y dará fruto en la vida de otros, y tal vez sea
imposible contrarrestar la influencia de vuestras palabras.
Tal vez podáis reponeros vosotros de la hora de la
tentación y del lazo de Satanás; mas puede ser que otros
que hayan sido dominados por vuestra influencia, no
puedan escapar de la incredulidad que hayáis insinuado.
¡Cuanto importa que hablemos solamente las cosas que
den fuerza espiritual y vida! [121]
Los ángeles están atentos para oír qué clase de informe
dais al mundo acerca de vuestro Señor. Conversad de
Aquel que vive para interceder por nosotros ante el Padre.
Esté la alabanza de Dios en vuestros labios y corazones
cuando estrechéis la mano de un amigo. Esto atraerá sus
pensamientos a Jesús.
Todos tenemos pruebas, aflicciones duras que
sobrellevar y tentaciones fuertes que resistir. Pero no las
contéis a los mortales, antes llevad todo a Dios en oración.
Tengamos por regla el no proferir nunca palabras de duda
o desaliento. Si hablamos palabras de santo gozo y de
esperanza, podremos hacer mucho más para alumbrar el
camino de otros y fortalecer sus esfuerzos.
Hay muchas almas valientes, en extremo acosadas por
la tentación, casi a punto de desmayar en el conflicto que
sostienen con ellas mismas y con las potencias del mal. No
las desalentéis en su dura lucha. Alegradlas con palabras
de valor, ricas en esperanza, que las impulsen por su
camino. De este modo la luz de Cristo resplandecerá en
vosotros. "Ninguno de nosotros vive para sí" (Romanos 14:
7). Por vuestra influencia inconsciente pueden los demás
ser alentados y fortalecidos o desanimados y apartados de
108 EL CAMINO A CRISTO
Cristo y de la verdad.
Hay muchos que tienen ideas muy erróneas sobre la
vida y el carácter de Cristo. Piensan que carecía de calor y
alegría, que era austero, severo y triste. Para muchos toda
la vida religiosa se presenta bajo este aspecto sombrío.
[122]
Se dice a menudo que Jesús lloraba, pero que nunca se
supo que haya sonreído. Nuestro Salvador fue a la verdad
un varón de tristezas y dolores, porque abrió su corazón a
todas las miserias de los hombres. Pero aunque su vida
era abnegada y llena de dolores y cuidados, su espíritu no
quedaba abrumado por ellos. En su rostro no se veía una
expresión de amargura o dolor, sino siempre de paz y
serenidad. Su corazón era un manantial de vida. Y
dondequiera iba, llevaba descanso y paz, gozo y alegría.
Nuestro Salvador fue profunda e intensamente serio,
pero nunca sombrío o huraño. La vida de los que lo imitan
estará por cierto llena de propósitos serios; tendrán un
profundo sentido de su responsabilidad personal.
Reprimirán la inconsiderada liviandad; entre ellos no habrá
júbilo tumultuoso, ni bromas groseras; pues la religión de
Jesús da paz como un río. No extingue la luz del gozo, ni
impide la jovialidad, ni oscurece el rostro alegre y
sonriente. Cristo no vino para ser servido sino para servir;
y cuando su amor reine en nuestro corazón, seguiremos su
ejemplo.
Si tenemos siempre presentes las acciones egoístas e
injustas de otros, encontraremos que es imposible amarlos
como Cristo nos ha amado; pero si nuestros pensamientos
se espacian continuamente en el maravilloso amor y
piedad de Cristo por nosotros, manifestaremos el mismo
espíritu para con los demás. Debemos amarnos y
LA FUENTE DE REGOCIJO Y FELICIDAD 109
respetarnos mutuamente, no obstante las faltas e
imperfecciones que no podemos menos que observar.
Debemos cultivar la humildad y la desconfianza en
nosotros mismos y una paciencia [123] llena de ternura
para con las faltas ajenas. Esto destruye toda clase de
egoísmo y nos hace de corazón grande y generoso.
El salmista dice: "Confía en Jehová y obra el bien;
habita tranquilo en la tierra, y apaciéntate de la verdad"
(Salmo 37: 3). "Confía en Jehová". Cada día trae sus
aflicciones, sus cuidados y perplejidades; y cuando los
encontramos, ¡cuán prontos estamos para hablar de ellos!
Tantas penas imaginarias intervienen, tantos temores se
abrigan, tal peso de ansiedades se manifiesta que
cualquiera podría suponer que no tenemos un Salvador
poderoso y misericordioso, dispuesto a oír todas nuestras
peticiones y a ser nuestro protector constante en cada hora
de necesidad.
Algunos temen siempre y toman cuitas prestadas.
Todos los días están rodeados de las prendas del amor de
Dios, todos los días gozan de las bondades de su
providencia, pero pasan por alto estas bendiciones
presentes. Sus mentes están siempre espaciándose en
algo desagradable que temen que venga. Puede ser que
realmente existan algunas dificultades que, aunque
pequeñas, ciegan sus ojos a las muchas bendiciones que
demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan, en
vez de guiarlos a Dios, única fuente de todo bien, los
alejan de él, porque despiertan desasosiego y pesar.
¿Hacemos bien en ser así incrédulos? ¿Por qué ser
ingratos y desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el
cielo está interesado en nuestro bienestar. No debemos
permitir que las perplejidades y cuidados cotidianos gasten
las fuerzas [124] de nuestro espíritu y oscurezcan nuestro
110 EL CAMINO A CRISTO
semblante. Si lo hacemos, habrá siempre algo que nos
moleste y fatigue. No debemos dar entrada a los cuidados
que sólo nos gastan y destruyen, mas no nos ayudan a
soportar las pruebas.
Podéis estar perplejos en los negocios; vuestra
perspectiva puede ser cada día más sombría y podéis
estar amenazados de pérdidas; mas no os descorazonéis;
confiad vuestras cargas a Dios y permaneced serenos y
tranquilos. Pedid sabiduría para manejar vuestros negocios
con discreción y así evitaréis pérdidas y desastres. Haced
todo lo que esté de vuestra parte para obtener resultados
favorables. Jesús nos ha prometido su ayuda, pero no sin
que hagamos lo que está de nuestra parte. Cuando,
confiando en vuestro Ayudador, hayáis hecho todo lo que
podáis, aceptad con gozo los resultados.
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado
por el peso de los cuidados. Pero al mismo tiempo no
quiere que nos engañemos. El no nos dice: "No temáis; no
hay peligro en vuestro camino". El sabe que hay pruebas y
peligros y nos lo ha manifestado abiertamente. El no ofrece
a su pueblo quitarlo de en medio de este mundo de pecado
y maldad, pero le presenta un refugio que nunca falla. Su
oración por sus discípulos fue: "No ruego que los quites del
mundo, sino que los guardes del mal". "En el mundo —
dice— tendréis tribulación; pero tened buen ánimo; yo he
vencido al mundo" (S. Juan 17: 15; 16: 33). [125]
En el Sermón del Monte, Cristo dio a sus discípulos
preciosas lecciones en cuanto a la confianza que debe
tenerse en Dios. Estas lecciones tenían por fin consolar a
los hijos de Dios durante todos los siglos y han llegado a
nuestra época llenas de instrucción y consuelo. El
Salvador llamó la atención de sus discípulos a cómo las
aves del cielo entonan sus dulces cantos de alabanza sin
LA FUENTE DE REGOCIJO Y FELICIDAD 111
estar abrumadas por los cuidados de la vida, a pesar de
que "no siembran, ni siegan". Y sin embargo, el gran Padre
celestial las alimenta. El Salvador pregunta: "¿No valéis
vosotros mucho más que ellas?" (S. Mateo 6: 26). El gran
Dios, que alimenta a los hombres y a las bestias, extiende
su mano para alimentar a todas sus criaturas. Las aves del
cielo no son tan insignificantes que no las note. El no toma
el alimento y se lo da en el pico, mas hace provisión para
sus necesidades. Deben juntar el grano que él ha
derramado para ellas. Deben preparar el material para sus
niditos. Deben alimentar a sus polluelos. Ellas van
cantando a su trabajo porque "vuestro Padre celestial las
alimenta". Y "¿no valéis vosotros mucho más que ellas?"
¿No sois vosotros, como adoradores inteligentes y
espirituales, de mucho más valor que las aves del cielo?
¿No suplirá nuestras necesidades el Autor de nuestro ser,
el Conservador de nuestra existencia, el que nos formó a
su propia imagen divina, si tan sólo confiamos en él?
Cristo presentaba a sus discípulos las flores del campo,
que crecen en rica profusión y brillan con la sencilla
hermosura que el Padre celestial les ha dado, como una
expresión de su [126] amor hacia el hombre. El decía:
"Considerad los lirios del campo, cómo crecen" (S. Mateo
6: 28). La belleza y la sencillez de estas flores naturales
sobrepujan en excelencia, por mucho, a la gloria de
Salomón. El atavío más esplendoroso producido por la
habilidad del arte no puede compararse con la gracia
natural y la belleza radiante de las flores creadas por Dios.
Jesús pregunta: "Y si Dios viste así a la hierba del campo
que hoy es, y mañana es echada en el horno, ¿cuánto más
a vosotros, hombres de poca fe?" (S. Mateo 6: 30). Si Dios,
el Artista divino, da a las flores, que perecen en un día, sus
delicados y variados colores, ¿cuánto mayor cuidado no
tendrá por los que ha creado a su propia imagen? Esta
112 EL CAMINO A CRISTO
lección de Cristo es un reproche por la ansiedad, las
perplejidades y dudas del corazón sin fe.
El Señor quiere que todos sus hijos e hijas sean felices,
llenos de paz, obedientes. Jesús dice: "Mi paz os doy; no
según da el mundo, yo os la doy: no se turbe vuestro
corazón, ni se acobarde" (S. Juan 14: 27). "Estas cosas os
he dicho, para que quede mi gozo en vosotros, y vuestro
gozo sea completo" (S. Juan 15: 11).
La felicidad que se procura por motivos egoístas, fuera
de la senda del deber, es desequilibrada, espasmódica y
transitoria; pasa y deja el alma vacía y triste; mas en el
servicio de Dios hay gozo y satisfacción; Dios no abandona
al cristiano en caminos inciertos; no lo abandona a pesares
vanos y contratiempos. Si no tenemos los placeres de esta
vida, podemos aun gozarnos mirando a la vida venidera.
[127]
Pero aún aquí los cristianos pueden tener el gozo de la
comunión con Cristo; pueden tener la luz de su amor, el
perpetuo consuelo de su presencia. Cada paso de la vida
puede acercarnos más a Jesús, puede darnos una
experiencia más profunda de su amor y acercarnos más al
bendito hogar de paz. No perdáis pues vuestra confianza,
sino tened firme seguridad, más firme que nunca antes.
"¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!" (1 Samuel 7: 12). y
nos ayudará hasta el fin. Miremos los monumentos
conmemorativos de lo que Dios ha hecho para
confortarnos y salvarnos de la mano del destructor.
Tengamos siempre presentes todas las tiernas
misericordias que Dios nos ha mostrado: las lágrimas que
ha enjugado, las penas que ha quitado, las ansiedades
que ha alejado, los temores que ha disipado, las
necesidades que ha suplido, las bendiciones que ha
derramado, fortificándonos así a nosotros mismos, para
LA FUENTE DE REGOCIJO Y FELICIDAD 113
todo lo que está delante de nosotros en el resto de nuestra
peregrinación.
No podemos menos que prever nuevas perplejidades en
el conflicto venidero, pero podemos mirar hacia lo pasado,
tanto como hacia lo futuro, y decir: "¡Hasta aquí nos ha
ayudado Jehová!" "Según tus días, serán tus fuerzas'
(Deuteronomio 33: 25). La prueba no excederá a la fuerza
que se nos dé para soportarla. Así que sigamos con
nuestro trabajo dondequiera lo hallemos, sabiendo que
para cualquier cosa que venga, él nos dará fuerza
proporcionada a la prueba.
Y luego las puertas del cielo se abrirán para recibir a los
hijos de Dios y de los labios del Rey de gloria resonará en
sus oídos, como la [128] más rica música, la bendición:
"¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado
para vosotros desde la fundación del mundo!". (S. Mateo
25: 34). Entonces los redimidos serán recibidos con gozo
en el lugar que Jesús les está preparando. Allí su
compañía no será la de los viles de la tierra, mentirosos,
idólatras, impuros e incrédulos, sino la de los que hayan
vencido a Satanás y que por la gracia divina hayan
adquirido
caracteres
perfectos.
Toda
tendencia
pecaminosa, toda imperfección que los aflige aquí, habrá
sido quitada por la sangre de Cristo y se les concede la
excelencia y brillantez de su gloria, que excede en mucho
a la del sol. Y la belleza moral, la perfección de su carácter
resplandecen con excelencia mucho mayor que este
resplandor exterior. Están sin mancha delante del trono de
Dios y participan de la dignidad y de los privilegios de los
ángeles.
En vista de la herencia gloriosa que puede ser suya,
"¿qué rescate dará el hombre por su alma?' (S. Mateo 16:
26). Puede ser pobre; con todo, posee en sí mismo una
114 EL CAMINO A CRISTO
riqueza y dignidad que el mundo jamás podría haberle
dado. El alma redimida y limpiada de pecado, con todas
sus nobles facultades dedicadas al servicio de Dios, es de
un valor incomparable; y hay gozo en el cielo delante de
Dios y de los santos ángeles por cada alma redimida, gozo
que se expresa con cánticos de santo triunfo.
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