jueves, 26 de febrero de 2015

Estudio bíblico - Título: Jesús, la luz del mundo

Estudio bíblico - Título: Jesús, la luz del mundo








Estudio bíblico: Jesús, la luz del mundo - Juan 8:12-30

Serie:   El Evangelio de Juan   

Autor:   Luis de Miguel   Email:   estudios@escuelabiblica.com
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Jesús, la luz del mundo - Juan 8:12-30

(Jn 8:12-20)
"Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo;
tu testimonio no es verdadero. Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy
testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de
dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo,
ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. Y
si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el
que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito que el testimonio
de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y
el Padre que me envió da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde
está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a
mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais. Estas palabras habló
Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le
prendió, porque aún no había llegado su hora."

"Otra vez Jesús les habló"

Aunque la fiesta de los tabernáculos había
terminado, Jesús se había quedado en Jerusalén y seguía enseñando en el
templo. No se desanimó por el hecho de que los judíos cuestionaran una y
otra vez su persona y autoridad. Y como era de esperar, aquí volveremos
a presenciar otra de las muchas controversias de Jesús con los
fariseos.

"Yo soy la luz del mundo"

Jesús comenzó haciendo una afirmación que incluía otro de los grandes "yo soy" de este evangelio: "Yo soy la luz del mundo".
Quizá la razón por la que en este momento hizo tal
afirmación debamos buscarla en lo que en los días anteriores había
ocurrido en el templo durante la fiesta de los tabernáculos. Allí se
habían encendido unos enormes candeleros con los que intentaban recordar
la columna de fuego que guió a los hijos de Israel durante las noches a
través de su peregrinaje por el desierto (Ex 13:21).
La relación con esto no sería de extrañar, puesto que el Señor ya se
había referido a otros hechos de esa etapa del pueblo de Dios, como el
maná con que el pueblo había sido sustentado en el desierto (Jn 6:31-35) o el agua de la roca herida que sirvió para satisfacer su sed (Jn 7:37-39).
Así pues, de la misma forma en la que Dios había
iluminado a sus antepasados en el desierto, ahora era el mismo Hijo
encarnado quien les podía iluminar y dispersar las tinieblas de sus
corazones. Y no sólo a ellos, porque lo que Jesús afirmó es que él es la
luz "del mundo", indicando con esto la misión universal de su
ministerio. Cristo es la luz para todos los hombres, en todo momento y
lugar. Él es la luz en el sentido absoluto. Cualquier otro hombre o
movimiento religioso no tiene punto de comparación con él.
Por supuesto, estas palabras implican que el mundo
necesita de su luz porque está sumido en las tinieblas morales y
espirituales. No olvidemos que el mundo está bajo el poder del príncipe
de las tinieblas y que sólo el Señor Jesucristo puede cambiar esta
situación.
Ahora bien, si algún hombre hablara de esta manera,
todos pensarían inmediatamente que está loco, pero la absoluta pureza
moral de Jesús y la profunda sabiduría con la que hablaba, han llevado a
muchas personas a creer que lo que dijo era la verdad y que él
realmente es la Luz del mundo.
Juan ya había anunciado esto al comenzar su evangelio: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" (Jn 1:9). Y con su venida comenzó a cumplirse lo que había anunciado el profeta:
(Mal 4:2) "Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salvación..."

"El que me sigue, no andará en tinieblas"

Los judíos podían cuestionar la afirmación que Jesús
acababa de hacer, pero era muy fácil comprobar si lo que había dicho
era cierto o no. Para ello sólo tendrían que observar a aquellos que le
seguían y ver si andaban en tinieblas.
Pero ahora bien, antes de continuar debemos
preguntarnos a qué se refería por "andar en tinieblas". Y vemos que la
palabra "tinieblas" denota distinta cosas en el Nuevo Testamento.
  • Se puede usar en un sentido físico para referirse a una persona que está ciega (Hch 13:11), o al momento en que llega la noche y la oscuridad (Mt 27:45),
    pero muchas más veces se emplea en un sentido espiritual acerca de
    aquellos que no conocen a Dios. El apóstol Pablo habló de ellos como
    quienes "andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento
    entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos
    hay, por la dureza de su corazón" (Ef 4:17-18).
  • Pero estas tinieblas no sólo se encuentran en la
    mente, también conllevan una forma de vida alejada de los principios
    divinos. Quienes así viven participan de "las obras de las tinieblas" (Ro 13:12) (Ef 5:11).
  • Además, estas personas se encuentran bajo el poder
    de Satanás, quien debido a la desobediencia del hombre ha conseguido
    establecer su gobierno en este mundo, que es descrito en la Palabra como
    "la potestad de las tinieblas" (Lc 22:53), o la "potestad de Satanás" (Hch 26:18).
    Se trata de un gobierno en constante oposición con el de Dios. Y el
    hecho de que este mundo está bajo el poder de Satanás lo prueban sus
    obras: espiritismo, ocultismo, magia, horóscopos, supersticiones,
    idolatría, adulterio, fornicación, y todo tipo de perversiones...
  • Finalmente, todos aquellos que han rehusado andar
    en la luz con Jesús, no sólo viven en las tinieblas, sino que además
    terminarán en "las tinieblas de afuera" (Mt 8:12). Para ellos "está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas" (Jud 1:13).
De todo esto nos libra el seguir a Jesús. Él ilumina
nuestras mentes para que podamos conocer a Dios y nos conduce en el
camino de la vida. Como profetizó Zacarías, él venía "para dar luz a los
que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros
pies por camino de paz" (Lc 1:79). Nos libra "de la potestad de las tinieblas" y nos lleva a su reino.
Ahora bien, volviendo al contexto de nuestro pasaje,
cuando el Señor dijo que el que le sigue no andaría en tinieblas, es
muy probable que todavía estuviera pensando en el caso de la mujer
adúltera a la que había ofrecido su perdón. Si ella se había convertido
de verdad en una seguidora suya, entonces dejaría su vida de inmoralidad
y no volvería a practicar el pecado. Y el hecho de que había sido
librada de la potestad de las tinieblas y trasladada al reino del Hijo (Col 1:13)
se evidenciaría por un cambio de vida. Esto sólo lo puede hacer el
Señor. Sólo él puede librarnos del pecado con el que el diablo nos tiene
esclavizados (Mr 3:27) (Is 49:24-25).
Y no sólo nos libra del pecado, también nos guía en
la vida. Nos revela su voluntad para que la sigamos de la misma manera
en que guiaba a su pueblo por medio de la columna de fuego durante su
peregrinaje en el desierto. Y así seguiremos eternamente "al Cordero por
donde quiera que va" (Ap 14:4).
Pero para poderle seguir será imprescindible darle
el primer lugar y estar cerca de él para saber por dónde quiere
dirigirnos. Además, no podremos seguirle en tanto que lo dejemos todo,
que nos neguemos a nosotros mismos, a nuestros propios planes y
preferencias, nuestras predilecciones y fantasías. Será necesario morir a
nosotros mismos tomando la cruz (Mr 8:34-35).
Sólo así veremos cómo la niebla se levanta, las nubes se disipan y
sabremos cuáles son los pasos que debemos dar para agradarle. El que de
esta manera sigue a Cristo no andará en tinieblas, ni quedará en su
ignorancia. Verá despejado su horizonte y seguirá el camino de la vida
que conduce al cielo. Incluso atravesando por el valle de sombra y de
muerte no tendrá temor porque el Señor estará con él (Sal 23:4).
Lamentablemente son pocos los hombres que quieren seguirle de esta manera, porque la mayoría prefieren las tinieblas (Jn 1:9-11). La razón para esta conducta la encontramos explicada en este mismo evangelio:
(Jn 3:19)
"Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas"

"Sino que tendrá la luz de la vida"

El Señor añadió otro detalle muy importante. La luz a
la que se refería no simplemente comunica iluminación externa, sino que
se convierte en una posesión interna que ilumina nuestro espíritu. Va
mucho más allá del conocimiento intelectual, puesto que también nos da
vida.
Una vez más los conceptos de "luz" y "vida" vuelven a aparecer relacionados (Jn 1:4)
con la intención de mostrarnos que de la misma manera que las flores se
marchitan y mueren cuando les falta la luz, así ocurre con todo aquel
que no tiene a Cristo, quien es la luz que trae la vida eterna.
¡Qué importante es tener la luz de la vida en un
mundo que está hundido en las tinieblas! Aunque esto también implica una
importante responsabilidad para cada creyente, que debe ser "luz del
mundo" (Mt 5:14). Pero para esto es necesario andar en la luz de Cristo, viviendo en pureza moral y reflejando su luz.

"Los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero"

Los fariseos entendieron perfectamente las
implicaciones de lo que Jesús dijo y no les gustó nada. Para ellos el
término "luz" estaba íntimamente ligado a Dios:
(Sal 27:1) "Jehová es mi luz y mi salvación"
(Is 60:19)
"El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la
luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua"
(Miq 7:8) "Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz"
Ellos entendieron que una vez más Jesús se estaba
apropiando de atributos que son exclusivos de Dios, y como era de
esperar, reaccionaron de forma vigorosa. ¿Quién podía ser la "luz del
mundo" sino solo Dios? Desde su punto de vista, Jesús era un pretencioso
que hacía afirmaciones que no podía demostrar. Y hay que decir que su
lógica era totalmente correcta. Sólo si Jesús es el Hijo de Dios podría
ser también la "luz del mundo". De otro modo, si únicamente fuera un
hombre, entonces, hacer una afirmación como esta carecería de todo
sentido. Y como ellos no creían que Jesús fuera nada más que un hombre,
entonces sus afirmaciones les parecían blasfemas.
Por lo tanto, en los versículos que siguen vamos a
asistir a una nueva confrontación en la que los fariseos se van a
colocar en el papel de jueces y exigirán a Jesús que demuestre sus
afirmaciones por medio de algún testimonio válido. Algo parecido ya lo
habíamos visto en (Jn 5:30-47),
cuando Jesús había apelado a varios testigos para corroborar sus
afirmaciones ante una demanda similar de parte de los judíos. En esa
ocasión los testigos presentados por Cristo habían sido: Juan el
Bautista (Jn 5:33), sus obras milagrosas (Jn 5:36), el Padre (Jn 5:37) y las Escrituras (Jn 5:39). Pero aunque el testimonio en cuanto a él era amplio, ellos se negaron a aceptarlo y una vez más le pidieron cuentas.
Ahora en esta ocasión no va a volver a repetir todo
lo que ya les había explicado anteriormente, sino que se va a centrar en
él mismo y en el Padre: "Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el
Padre que me envió da testimonio de mí" (Jn 8:18). La ley exigía el testimonio de dos personas (Dt 19:15) y aquí se presenta él mismo y el Padre. Esto debería haber sido suficiente.
Notemos que este principio se aplicaba sólo en casos
judiciales, por lo que queda claro que ellos estaban juzgando a Jesús,
que se había convertido en acusado debido a la afirmación que había
hecho de ser la luz del mundo.

"Mi testimonio es verdadero, porqué sé de dónde he venido y a dónde voy"

Debemos entender que la situación planteada por los
fariseos era absurda. ¿Cómo podía un hombre juzgar a Dios? Esto sí que
era un atrevimiento blasfemo: "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú,
para que alterques con Dios?" (Ro 9:20). Esta actitud de los fariseos implicaba un orgullo desproporcionado.
Pero por otro lado, aunque pretendían juzgar a Jesús
por la afirmación que había hecho, era imposible que pudieran hacerlo,
porque ellos eran ignorantes de los hechos que querían juzgar. Eran
jueces incompetentes y el Señor se lo dijo: "Vosotros no sabéis de dónde
vengo, ni a dónde voy". No habían sido capaces de reconocer al Hijo, a
quien tenían delante de ellos, y mucho menos al Padre, a quien no
conocían ni habían visto. Por todo eso, el testimonio de Cristo acerca
de sí mismo seguiría siendo válido aunque ellos no lo apoyaran, porque
él sí que era competente para darlo, puesto que sabía de dónde procedía y
a dónde iba, algo que ellos ignoraban.
De hecho, a ese nivel al que ellos exigían testigos,
sólo Dios mismo podía testificar, porque ningún hombre podría ser
testigo de las decisiones tomadas por Dios en el seno de la Trinidad.
¿Qué hombre, o incluso ángel, podría corroborar tales cosas?
Pero en cualquier caso, la afirmación de Jesús de
ser la luz del mundo no requería de testigos, sino que quedaría probada
como cierta por su propia eficacia. Porque al igual que el sol que
cuando sale lo ilumina todo, del mismo modo, cualquiera que se acerque a
Cristo con fe verá en él la luz y su vida será transformada.

"Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie"

A pesar del absoluto desconocimiento del origen y el
destino de la misión de Jesús, ellos creían que eran jueces competentes
para juzgarle, pero estaban completamente equivocados. Pretendían
juzgar a Jesús como si fuera un hombre más y por lo tanto le aplicaban
pautas terrenales. Estaban completamente equivocados cuando intentaban
juzgar al mismo Dios con los procedimientos que la ley de Moisés había
establecido para los juicios entre los hombres. Era totalmente
inadecuado aplicar los mismos criterios.
En contraste con ellos, Cristo, mientras estaba en
la tierra, no juzgaba a los hombres, pero si lo hiciera, su juicio sería
justo, porque él no actuaba solo, sino con el Padre: "Y si yo juzgo, mi
juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió,
el Padre". Con esto, lo que vino a decir es que su forma de juzgar se
ajustaría a lo que Moisés había estipulado: "Y en vuestra ley está
escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero". Si el testimonio
de dos hombres sería considerado válido, ¡cuánto más el del Padre y el
Hijo juntos!
Y a continuación vuelve a recalcar el acuerdo
perfecto entre su propio testimonio y el del Padre, no sólo en el
juicio, sino en su testimonio acerca del Hijo: "Yo soy el que doy
testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí".

"Ellos le dijeron: ¿dónde está tu Padre?"

Cuando Jesús hablaba de su Padre se refería a Dios,
sin embargo los fariseos le preguntaron por su padre terrenal. Con esto
vuelve a surgir nuevamente la cuestión del origen de Jesús. Ellos
desconocían la verdadera naturaleza de Jesús y tampoco lograban
comprender su inseparable unión con el Padre: "Ni a mí me conocéis, ni a
mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais".
Es de suponer, por lo tanto, que estaban pidiéndole
que presentara a su padre humano para que diera testimonio a favor de
él. Sin embargo, es muy probable que ellos habían entendido
perfectamente que se estaba refiriendo a su Padre celestial, pero
preferían hablar de las "extrañas" condiciones en las que ellos habían
oído que había tenido lugar el embarazo de su madre y su nacimiento, un
tema al que volvieron un poco después (Jn 8:41).
En cualquier caso, lo que pretendían era restar
autoridad a su afirmación con una burla sarcástica: "¿Dónde está tu
Padre?". Al fin y al cabo, aunque Jesús hablaba una y otra vez de su
Padre, ellos no lo veían allí, y el testimonio de un testigo ausente no
aprovechaba para nada.
Así que Jesús tiene que volver a un tema del que ya
había tratado anteriormente: la razón de su ignorancia se debía a que no
conocían al Padre ni tampoco quién era él. Si conocieran a alguno de
ellos, también conocerían al otro, siendo los dos de la misma
naturaleza.
A partir de aquí deberían ser ellos los responsables
de demostrar que sí que conocían al Padre. No era culpa del Señor que
ellos no conocieran al testigo que él citaba en su favor.

"Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas"

Parece que en este punto hubo una interrupción en la
discusión y el evangelista la aprovecha para hacer notar que él había
estado enseñando públicamente en el templo, concretamente "en el lugar
de las ofrendas", un sitio conocido y frecuentado por todos los judíos.
Por otro lado, se añade el comentario de que aunque
estaba "enseñando en el templo; nadie le prendió, porque aún no había
llegado su hora". Es probable que después de esta conversación, los
intentos criminales para librarse de Jesús se hubieran intensificado,
sin embargo, aunque para ellos había llegado el momento de terminar con
Jesús, la hora de Dios todavía no había sonado. Esto demuestra que su
inmunidad se debía a que el Padre lo guardaba de todo mal.

A donde yo voy, vosotros no podéis venir - Juan 8:21-30

(Jn 8:21-30)
"Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro
pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir. Decían
entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo
voy, vosotros no podéis venir? Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo
soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por
eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que
yo soy, en vuestros pecados moriréis. Entonces le dijeron: ¿Tú quien
eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.
Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió
es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. Pero no
entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: Cuando
hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y
que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así
hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el
Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. Hablando él estas cosas,
muchos creyeron en él."

"Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis"

A pesar del rechazo de los judíos, Jesús continuó
enseñándoles: "Otra vez les dijo Jesús". Esta frase es la misma que
encontramos en (Jn 8:12)
y que ya vimos al comenzar este estudio. Quizá se vuelve a repetir
ahora para indicarnos que lo que viene a continuación tuvo lugar en otro
momento diferente, pero sobre todo sirve para mostrarnos el empeño y la
constancia del Señor en predicar la Palabra.
La razón para esta persistencia estaba en el hecho
de que él iba a partir muy pronto de este mundo, y aquellos que no le
habían recibido quedarían en un estado mucho peor que en el que se
encontraban cuando él había venido. En sus palabras hay cierto tono de
urgencia, pero también de dolor al ver la incredulidad de los judíos. El
Señor había venido a salvarlos, pero ellos le habían rechazado una y
otra vez. Se cumplió así lo dicho por el profeta:
(Ro 10:21) "Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor."
Ante este rechazo, el Señor vuelve a proclamar de
forma solemne su condenación: "en vuestro pecado moriréis", y lo
repetirá más adelante en (Jn 8:24).
Se trataba de algo extremadamente grave. Y además añade que aunque
después de su partida le buscarían, todos sus esfuerzos serían vanos:
"Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis". Esto nos
recuerda otra verdad solemne: cuando se rechaza repetidas veces la Luz,
la persona llega a perder la sensibilidad y la capacidad de responder a
la revelación de Dios.
(Pr 1:28-31)
"Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me
hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor
de Jehová, ni quisieron el consejo, y menospreciaron toda reprensión
mía. Comerán el fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios
consejos."
Y esta ha sido la experiencia de Israel desde
entonces. Continúan buscando y esperando a su Cristo, pero siguen
pereciendo sin tener vida eterna, porque no han reconocido su pecado de
rechazarle y matarle cuando vino a este mundo para salvarlos. Así que
ellos siguen buscando a un mesías que se ajuste a sus propios deseos,
pero al haber rechazado al auténtico Mesías, lo único que van a
encontrar son impostores, ante los cuales están completamente expuestos,
tal como el Señor les anticipó: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y
no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis" (Jn 5:43).
Notemos que el Señor se estaba refiriendo a lo que
ocurriría después de su partida: "Yo me voy, y me buscaréis". En
realidad, se trata de un anuncio repetido, puesto que ya les había dicho
lo mismo durante la fiesta de los tabernáculos (Jn 7:33-34).
Esta partida indicaba el fin de su misión en este mundo, lo que le
llevaría a morir en una cruz, pero también a resucitar y ascender otra
vez al trono del Padre. Pero dada la persistente incredulidad de los
judíos, su partida también implicaría su alejamiento de ellos, lo que
sin duda entrañaba un juicio terrible: "A donde yo voy, vosotros no
podéis venir".
En este momento debemos preguntarnos cuál era el
pecado al que el Señor se refirió, ya que éste sería la causa de los
juicios que les estaba anunciando. Y tenemos que decir que su pecado era
la incredulidad. Este es el único pecado que finalmente lleva al hombre
a la condenación eterna. Y esto es así, porque mientras que la fe en el
sacrificio de Cristo nos perdona de todos nuestros pecados, la
incredulidad nos aleja de ese único medio que el hombre tiene de
encontrar el perdón de Dios. Por eso el Señor dijo: "El que en él cree,
no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha
creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Jn 3:18).
Muchas personas creen que estas palabras de
condenación son muy duras, pero no debemos olvidar que quien las dijo
fue el Salvador, aquel que entregó su vida por los hombres en un acto de
amor inigualable.

"¿Acaso se matará a sí mismo?"

Los judíos comenzaron entonces a burlarse de lo que
Jesús les acababa de decir. Evidentemente no les había gustado lo que
les dijo acerca de su estado de condenación, pero en lugar de buscar una
solución para sus pecados, optaron por ridiculizarle: "¿Acaso se matará
a sí mismo?". Los judíos dan a entender así que Jesús iba a suicidarse,
y por lo tanto, según ellos creían, iría a lo más profundo del
infierno, un lugar en el que ellos no iban a encontrarse con él. En
realidad, era cierto que el Señor estaba hablando de su muerte, pero no
de un suicidio, sino de una vida entregada por el rescate de los
pecadores. Pero ellos se burlaban aun de esto, haciendo una caricatura
de su muerte. ¡Cuán a la ligera tomaban los juicios de Dios! ¡Cuánta
burla y desprecio se escondían detrás de sus palabras!
En una ocasión anterior en que Jesús pronunció palabras semejantes (Jn 7:35-36),
habían propuesto otra interpretación, también presentada con burla,
"¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos?".
Esto demuestra, una vez más, que la maldad no confesada se va volviendo
cada vez más perversa.

"Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo"

A continuación el Señor corrigió a los judíos,
diciéndoles que la razón de esta separación se basaba en la diferencia
de origen y naturaleza que había entre ellos. Mientras que ellos eran de
abajo, él era de arriba; ellos eran de este mundo, pero él no lo era.
No había unión entre ellos o intereses comunes, porque mientras que los
judíos sólo estaba preocupados en asuntos terrenales, el Señor por el
contrario había descendido del cielo y se ocupaba exclusivamente en
hacer la voluntad de su Padre. El contraste era tan grande que no podía
haber armonía entre ellos, como quedaba de manifiesto por sus continuos
enfrentamientos.
Detengámonos aquí un momento para recordar que
también el verdadero discípulo de Jesucristo debe buscar las cosas de
arriba y no vivir en los deseos y pasiones del mundo:
(Col 3:1-2)
"Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra."

"Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis"

Otra vez les vuelve a repetir que si no creían en él
morirían en sus pecados; sin haber sido perdonados y sin estar
preparados para comparecer ante Dios.
Notemos nuevamente que el pecado al que se hace
referencia aquí es el de la incredulidad: "Si no creéis". Ahora bien,
aquí se añade exactamente qué era lo que debían creer: "que yo soy".
¿Qué es lo quería decir el Señor con estas palabras?
Al tratarse de una frase sin predicado, podría significar que "yo soy
de arriba" (Jn 8:23), o que "yo soy la luz del mundo" (Jn 8:12). Pero es mucho más probable que se utilice en un sentido absoluto, una forma que los judíos empleaban para referirse a Jehová (Dt 32:39). Así recordaban cómo Dios se presentó ante su pueblo cuando iba a rescatarlos de Egipto (Ex 3:14).
Por lo tanto, era una expresión de la trascendencia suprema de Dios, y
lo que el Señor Jesucristo estaba dando a entender es que él era la
manifestación perfecta de Dios manifestado en carne, de ahí la gravedad
de no creer en él.

"Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres?"

A los judíos les resultaba intolerable que el
carpintero de Nazaret pretendiese ser el "Yo soy" de la eternidad, así
que volvieron a preguntarle, quizá con cierto tono de burla, "¿Tú quién
eres?".
Pero sus preguntas sólo pretendían desviar la
atención de su propia incredulidad. No era necesario volver a preguntar
lo que el Señor ya había dicho muchas veces: "Lo que desde el principio
os he dicho". Además, toda su vida, obras y palabras manifestaban
perfectamente quién era él. Pero el corazón incrédulo nunca tiene
suficientes evidencias.
Y a continuación añade: "Muchas cosas tengo que
decir y juzgar de vosotros". En realidad, además de su pecado de
incredulidad, había otras muchas cosas que deberían ser juzgadas de
ellos, pero por el momento el Señor no había venido a eso, sino que
tenía que comunicar al mundo la verdad que había oído de su Padre: "Lo
que he oído de él, esto hablo al mundo". Una vez más sus prejuicios les
impedían ver a Jesús como enviado de Dios, por eso "no entendieron que
les hablaba del Padre".

"Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy"

Ellos no creían que Jesús fuera el Hijo de Dios,
pero llegarían a darse cuenta de que era verdad cuando le hubieran
"levantado". La referencia, sin duda, tiene que ver con la cruz, tal
como ya le había adelantado a Nicodemo: "Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea
levantado" (Jn 3:14),
algo que más tarde les explicó con toda claridad: "Y yo, si fuere
levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Y decía esto dando a
entender de qué muerte iba a morir" (Jn 12:32-33). No obstante, el término "levantar" incluye no sólo la muerte, sino también su resurrección y exaltación a la gloria.
El Señor estaba anticipando lo que más tarde
ocurrió. Ellos darían rienda suelta a su maldad y acabarían por
crucificarle, pero el Padre respondería vindicando a su Hijo por medio
de la resurrección y ascensión a la gloria. Este fue el contenido del
primer mensaje de Pedro a los judíos en el día de Pentecostés:
(Hc 2:22-24)
"Varones Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado
por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que
Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a
éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al
cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era
imposible que fuese retenido por ella"
La vindicación del Padre después de la muerte de Jesús pondría en evidencia que lo que tantas veces les había dicho era verdad:
  • Que él no hablaba por sí mismo.
  • Que siempre hacía lo que agradaba al Padre.
  • Que el Padre que le envió siempre estaba con él; que no le había dejado solo.
Nosotros admiramos al Señor Jesucristo por su deseo
inquebrantable de agradar en todo a su Padre sin importarle el costo que
esto implicaba. En este sentido debemos ser imitadores de él, incluso
cuando todo a nuestro alrededor se vuelva contra nosotros, tal como le
pasó a él. En esas circunstancias comprobaremos que el Padre también
estará con nosotros y no nos dejará solos, y que a pesar de la
incomprensión, el menosprecio o el rechazo del mundo, disfrutaremos de
su presencia en nuestras vidas, lo que vale más que cualquier otra cosa.

"Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él"

Estas palabras de Jesús llevaron a muchos a creer en
él. Sin embargo, viendo el contexto posterior, nos damos cuenta que eso
no implicaba un cambio de corazón o un verdadero arrepentimiento. Esto
nos recuerda a aquellos judíos que fueron mencionados al comienzo del
ministerio de Jesús:
(Jn 2:23-25)
"Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su
nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de
ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le
diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre."
Cuando analicemos los siguientes versículos
notaremos que tan pronto como Jesús les dio a entender que un mero
cambio de forma de pensar no era suficiente, sino que debían rendirse a
él en obediencia a sus enseñanzas para poder ser librados de la
esclavitud del pecado, se revelaron con toda la furia de su orgullo y ya
no creían en él en ningún sentido. Esto nos demuestra que puede ser
relativamente fácil persuadir a una persona para que admita las
enseñanzas de Jesús y que sienta simpatía hacia su persona, pero otra
cosa completamente distinta y mucho más difícil es que se entregue al
Señor sin reservas y abandone su vida de pecado. Pero eso lo veremos en
el siguiente pasaje.

Preguntas

1. Reflexione sobre las implicaciones que tiene la afirmación de Jesús: "Yo soy la luz del mundo".
2. Explique con sus propias palabras los posibles
significados del término "tinieblas" en el Nuevo Testamento. Justifique
su respuesta con citas bíblicas apropiadas.
3. ¿Por qué los judíos eran incompetentes para juzgar a Jesús?
4. ¿Por qué dijo Jesús que los judíos le buscarían
pero morían en sus pecados? Razone su respuesta. ¿De qué manera el hecho
de que Jesús fuera levantado serviría para que ellos conocieran que
realmente Jesús era quien dijo ser?
5. Jesús afirmó que él siempre agradaba al Padre. Busque en los evangelios varias ocasiones en las que esto quedó demostrado.

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