viernes, 18 de diciembre de 2015

El conflicto yugoslavo.- 04 las verdaderas causas de la actual guerra en Yugoslavia

El conflicto yugoslavo.- 04 las verdaderas causas de la actual guerra en Yugoslavia


Las verdaderas causas de la actual guerra en yugoslavia



Desde fines de
la década de los sesenta, el sistema capitalista prepara las condiciones propicias
para una tercera guerra mundial de consecuencias humanas mucho más catastróficas
que las dos anteriores. Semejantes condiciones vienen históricamente dadas por
una fuerza material independiente de la voluntad de los capitalistas. Esta fuerza
material consiste en la enorme presión social que ejerce la multibillonaria
masa de capital sobrante en busca de población adicional explotable existente
fuera del sistema capitalista puro. Tal es la tesis con la que el GPM se presentó
en las páginas de Internet en noviembre del pasado año, expuesta en nuestro
trabajo sobre la "Teoría Marxista de las crisis
capitalistas"
, que sigue apareciendo en esta misma pagina
web.
Entendemos por "sistema capitalista
puro" a la libre explotación del trabajo asalariado disponible
o extracción directa de plusvalor por parte de propietarios privados
de medios de producción, esto es, sin interferencias políticas o estatales de
ninguna índole. Tal es la tendencia irresistible que tiende a imponerse cada
vez con más fuerza. Tendencia objetiva irreversible de no mediar una acción
revolucionaria del proletariado mundial que rompa con la organización del trabajo
y de la vida social y cultural basada en el modo de producción capitalista,
en la propiedad privada de los medios de producción.
Una de las parcelas del trabajo
social todavía no incorporado como fuente directa de apropiación y disponibilidad
discrecional de plusvalor por parte de los propietarios privados, está constituida
por los trabajadores de las empresas del Estado, especialmente en aquellos países
con burguesías nacionales débiles, dominados por regímenes políticos pequeñoburgueses
del tipo nacional-populistas, con proyectos de acumulación de capital basados
en un capitalismo de Estado burgués o de "desarrollo autosostenido del
capital nacional", donde los Estados -constituidos también en empresas
públicas- han venido actuando a modo de barrera de contención del capital multinacional
privado, en salvaguarda de la pequeña y mediana explotación del trabajo asalariado.
Son los residuos del bloque histórico de poder formado entre la clase obrera
(en especial su aristocracia en gran parte localizada en las empresas del Estado)
y la pequeña y mediana burguesía nacional "no monopólica". A excepción
de Cuba -cuya excepcionalidad confirma la regla- a esto se redujo el antiimperialismo
que floreció en los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial.
Países como Egipto, Agelia, Congo,
Angola, Indonesia, Brasil, Venezuela, Méjico, Chile, Argentina, Nicaragua, Guatemala,
República Dominicana y Granada, estuvieron más o menos tiempo comprometidos
con este tipo de proyectos apoyados por el ya disuelto y mal llamado "bloque
socialista".
También Yugoslavia al igual que
Siria, Irak y Libia, los eslabones más débiles de la cadena reformista del capitalismo
en este momento, donde buena parte del proletariado trabaja y malvive para mantener
a pequeños empresarios ineficientes y a un ejército de burócratas estatales
a cargo de regímenes políticos despóticos o cuasi "democráticos".
El caso de Yugoslavia no es más
que una variante del capitalismo de Estado nacional burgués que ha sido el sostén
del "antiimperialismo" descrito más arriba. En esencia, esa variante
consiste sumariamente en una muy limitada autogestión (poco que ver ya con la
de los primeros tiempos) por parte de los trabajadores de las empresas en que
trabajan, todas ellas propiedad del Estado nacional, donde cada una compite
con las demás según los dictados de la ley del valor (tanto a nivel nacional
como a nivel internacional), y los trabajadores, repartidos en cada una de ellas,
además de un salario diferencial determinado por las distintas categorías laborales,
y después de pagar un impuesto sobre los llamados "fondos fijos",
pueden disponer -según las exigencias del mercado- qué parte de las ganancias
netas generadas por su trabajo destinan al fondo de acumulación y qué otra parte
dedican al consumo personal.
El Partido Comunista Yugoslavo PCI
(Liga de los Comunistas a partir de 1952) ha dirigido el país desde la guerra,
con un amplio consenso popular. Logró su legitimidad histórica en virtud de
su papel dirigente en la revolución de 1941-45 y en la lucha de liberación nacional
contra la ocupación extranjera nazi-fascista.
Ciertamente, el Estado burgués en
Yugoslavia fue destruido "técnicamente hablando", no por una insurrección
de masas dirigida por el PC sino por el invasor fascista. Sin embargo, la resistencia
dirigida por los comunistas no habría podido ser victoriosa sin crear simultáneamente
un poder de Estado alternativo. Dicho de otra manera, lo que hizo posible la
revolución no fue la descomposición temporal de la burguesía local bajo los
golpes de la guerra, sino la intensa oposición de las masas a cualquier restauración
del orden burgués.
Aunque condenado a la clandestinidad
desde 1921, el Partido Comunista Yugoslavo emergió en 1941 como el único partido
panyugoslavo. Entró en la guerra con un programa que daba a la clase obrera
una misión que transcendía "las cuestiones propias de la clase". Salió
de ella como el partido hegemónico, referencia central para una amplia mayoría
de la población yugoslava. La guerra de clases fue simultáneamente una guerra
de liberación nacional, no sólo para Yugoslavia, sino también para las nacionalidades
que la componen, y su fusión en el Estado yugoslavo fue un giro decisivo para
el papel del Partido Comunista Yugoslavo en el período que siguió a la guerra.
A la postre, las tendencias objetivas hacia la "nacionalización" del
partido de la clase obrera, no harían más que reforzarse en ausencia de una
Internacional revolucionaria, tendencias que - como hemos de explicar más adelante-
irían a agudizarse en el contexto de la crisis iniciada en 1979.
Tras la ruptura con la planificación
central y la colectivización de las tierras según el modelo stalinista (1945-50),
la L.C.Y. introdujo el modelo de autogestión en todos los sectores del trabajo
social (incluidos los servicios y la cultura). No obstante, el Estado siguió
centralizando fuertemente las inversiones a través del llamado "Fondo Central
de Inversiones" que controlaba el 70% de las inversiones realizadas, lo
cual dejaba escaso margen de gestión a las empresas. Los Consejos Obreros y
Comités de Gestión fueron órganos meramente ejecutivos limitados a gestionar
los fondos atribuidos centralmente a cada empresa tras la deducción de los impuestos
y tasas, además de proceder al reparto de la renta según los resultados obtenidos
en el mercado, y de elegir y revocar a las direcciones de las empresas. En cuanto
al sector agrícola ganadero, el 80% de las tierras de cultivo volvieron a ser
de propiedad privada. En lo esencial, los precios y el comercio exterior siguieron
estando bajo control.
En 1965 se llevó a cabo una Reforma
Económica que consistió en una mayor descentralización para favorecer la mayor
productividad del trabajo. Se procedió a suprimir el Fondo Central de Inversiones
cuyos fondos pasaron a ser administrados directamente por los bancos y las empresas,
cuya distribución empezó a depender de la rentabilidad. Como consecuencia lógica
de ello, hubo una liberalización considerable de los precios. También se instituyó
un Fondo de Ayuda a las regiones subdesarrolladas que todavía se mantiene, aunque
se destina un porcentaje irrisorio del producto social. Estos fondos son distribuidos
por los bancos en forma de préstamos a interés, cuando antes se distribuían
sin ninguna contraprestación. De este modo, los bancos se convirtieron rápidamente
en los principales depositarios de los fondos de inversión, concediendo créditos
a cambio de fuertes tipos de interés, lo que les permitió acumular, durante
el período 1965-71, grandes sumas incontroladas.
Durante el período 1971-80, el sistema
bancario se descentralizó y las empresas pasaron a ser las únicas autorizadas
para crear bancos comerciales sobre la base de sus propias aportaciones. El
plan central determina las grandes opciones de inversión como resultado de un
proceso de aproximaciones sucesivas a los planes de las empresas, comunas y
repúblicas. Aun respetando estas grandes opciones prioritarias, las unidades
de trabajo fueron libres de gestionar sus ingresos para cubrir sus inversiones,
el consumo colectivo y los ingresos del personal.
La lógica de esta reforma llevaba
la carga de un verdadero programa de restauración del capitalismo: la forma
descentralizada de determinar las rentas, hizo que en la práctica las rentas
más elevadas se encuentren en los sectores que gozaban de una posición privilegiada
gracias a su peso en el mercado. De este modo, tal como en el capitalismo, la
competencia operó una transferencia de valor desde las empresas de menor composición
orgánica del capital a las de una composición mayor, y de las regiones relativamente
pobres a las de mayor desarrollo relativo. Sobre esta base material, la solidaridad
social se tornó imposible y el control obrero derivó inevitablemente en un control
burocrático.
Los vínculos políticos multiétnicos
y multinacionales de la federación yugoslava empezaron a hacer agua a partir
-por primera vez en 20 años- de la penuria de bienes como el café y el detergente,
en medio de la crisis iniciada en 1979. En 1985, la dirección del la L.C.Y.
reconoció que el país atravesaba por una crisis económica. La deuda externa
alcanzó por entonces los 20.000 millones de dólares, la inflación subía al 250%
en 1988, el crecimiento industrial se estancó (cayendo a veces por debajo de
cero). En 1987, Kosovo, Macedonia y Montenegro, regiones situadas en la parte
más meridional del país, se declaraban en quiebra. En semejantes circunstancias,
el consenso instituido en la L.C.Y. y el delicado sistema de equilibrios étnicos
y nacionales se hundieron.
El paro hizo su aparición en una
amplia escala y las condiciones de vida cayeron al nivel de los años 60. La
respuesta de los trabajadores apelando a la huelga general, terminó por fracturar
su alianza con el partido. Un poderoso sentimiento de malestar invadió a la
intelectualidad, favoreciendo en ella a las corrientes derechistas y nacionalistas.
Esta propensión general de la sociedad a atrincherarse en los particularismos
nacionales y locales gravitó también sobre la L.C.Y. Dado su carácter federativo,
la crisis reforzó la tendencia omnipresente en ese partido, a que la burocracia
de cada república y provincia se atrinchere detrás de los intereses locales
y nacionales que representa.
Pero ha sido en Serbia donde el
retorno a la afirmación en los sentimientos nacionales tomó la forma más virulenta.
En este contexto nacionalista del etéreo, el ejército yugoslavo encontró un
estímulo para atribuirse el papel de guardián de la integridad del Estado yugoslavo.
Con el acceso en 1987 de Slodovan Milosevik al poder indiscutido en la Liga
de los Comunistas de Serbia, la preponderancia de la política de clase fue oficialmente
abandonada en favor de la consolidación nacional bajo supremacía serbia.
Kosovo es un territorio histórico
serbio. Conocido como el Campo de los Mirlos, es entrañable para los serbios
y célebre en la historia, por haber sido el campo de batalla donde miles de
antepasados suyos dejaron la vida luchando por esas tierras. Allí, Lázaro, el
último zar de Serbia, se defendió heroicamente luchando en 1389 contra el sultán
Amuratés I y sucumbió. Durante las guerras balcánicas de 1912-13, los serbios
obtuvieron en Kosovo varias victorias sobre los turcos. Fue allí donde, en 1915,
después de una heroica resistencia contra los alemanes y los búlgaros, a fines
de noviembre de ese año, los serbios, cercados, decidieron la retirada hacia
el Adriático a través del territorio de Albania.
La Constitución federal de 1974
había reforzado considerablemente la autonomía de Kosovo y de Voivodina, las
dos provincias situadas en la república de Serbia, haciéndolas partes constituyentes
de la federación Yugoslava. A raíz de esta reforma constitucional, Kosovo sufrió
una rápida albanización que culminó con la instauración de cuotas nacionales,
que reducían los empleos disponibles para los eslavos en la función pública,
donde habían sido hasta entonces privilegiados. Además, gracias a su elevada
tasa de nacimientos, la preponderancia étnica de los albaneses aumentaba, transformando
las condiciones lingüísticas, educativas y culturales, de esta nueva era democrática,
haciendo retroceder la frontera étnica hacia el norte. Este proceso de albanización
acabó su clara proyección hacia la independencia en 1981. Tras las manifestaciones
de los albanokosovares reclamando el estatuto de república para la provincia,
el estado Federal envió las tropas y 12 personas fueron muertas. Tales son los
antecedentes históricos inmediatos de este conflicto.
Como siempre, los capitalistas -qué
remedio- escriben la historia con arreglo a epifenómenos que encubren sus verdaderas
fuerzas motrices. Así lo difunden y así lo hacen creer a sus clases subalternas,
educadas de tal modo en la ilusión de que la humanidad se comporta según motivaciones
políticas, religiosas o étnicas. De este modo



<<Lo
que estas determinadas personas se "figuran", se "imaginan"
acerca de su practica real, se convierte en la única potencia determinante
y activa que domina y determina la práctica de estos hombres>> (K.Marx-F.Engels:
(La Ideología alemana" Cap. II punto 8)
En realidad, la "fuerza determinada" que
explica todo este movimiento bélico de las potencias imperialistas sobre Yugoslavia
o Irak -por ahora- es que los propietarios de grandes masas de capital productivamente
ocioso, no pueden seguir tolerando la supervivencia de proyectos de acumulación
andrajosos como el de Yugoslavia, mientras ellos se ven obligados a practicar
el canibalismo patrimonial invirtiendo en bolsa y demás mercados especulativos.
Necesitan, pues, apoderarse del aparato productivo en países como Yugoslavia,
para empezar a metabolizar el trabajo de millones de proletarios serbios en
Yugoslavia y albanokosovares que aun escapan a la producción directa de plusvalor
para los fines de la acumulación.
Dividirles por "razones"
ideológicas accesorias de carácter instrumental para poder unificarles en lo
que realmente importa: la común tarea de exprimir su fuerza de trabajo para
engordar el capital multinacional. Para eso, apoyándose en el resucitado y oportuno
proyecto de la gran Albania capitalista, y haciendo palanca sobre las diferencias
nacionales, étnicas y religiosas en territorio histórico yugoslavo, los capitalistas
ingleses y americanos, italianos, españoles y franceses, alemanes, turcos, griegos
y holandeses; anglosajones, latinos, arios y otomanos; protestantes, católicos,
ortodoxos e islamistas, todos ellos apiñados en la OTAN, olvidando sus diferencias
nacionales y raciales, empezaron pugnando por agudizar esas mismas diferencias
entre trabajadores de un mismo territorio en litigio, para trasladarlas al terreno
político y seguidamente al militar, armando a uno de ellos, los albanokosovares,
para inducirles a una matanza con los del "otro bando" por "razones"
que, en realidad, son absolutamente contrarias a los intereses de clase de ambos
y nada tienen que ver con las motivaciones de quienes les han conducido a semejante
matadero.
Nunca la ideología de los "derechos
humanos" había aparecido tan claramente comprometida con una guerra imperialista
violatoria del derecho internacional público y de una irracionalidad genocida
de posible alcance mundial como ésta que la OTAN está llevando adelante contra
el pueblo yugoslavo y gran parte de la población albanesa en Kosovo. A esta
población -que el teleperiodismo venal muestra en macabras escenas de muerte
o vagando por las tierras heladas de la región en disputa para justificar la
intervención armada de la OTAN- les trae al pairo el país al que en justicia
pertenezca el sitio donde se habían establecido para vivir en paz, hasta que
los imperialistas europeos y americanos lo hicieron imposible provocando todo
este desaguisado que no se sabe dónde conducirá. De hecho, todos ellos aceptaron
la ciudadanía yugoslava y sería delirante pensar que emigraron a esa región
por otra causa que no fuera el deseo de mejorar sus lamentables condiciones
de vida en Albania. Los nacionalistas serbios les dijeron: pueden ustedes trabajar
en este país como ciudadanos yugoslavos y nadie les ha de molestar en lo más
mínimo por ello, pero no vengan a pretender quedarse con estos territorios porque
se les acaba la tranquilidad.
Azuzando los prejuicios nacionales
y raciales de las minorías albanokosovares, la burguesía internacional ha roto
la tranquilidad en esa parte del mundo, tal como durante la guerra fría se dedicó
a romper sistemáticamente la política de statu quo o coexistencia pacífica de
la burocracia soviética. Es que la incorporación de Yugoslavia a la C.E.E. supondría
que la burguesía de los países que la integran contarían con un espacio económico
expandido en la medida de ese territorio, de sus recursos naturales, de sus
medios de trabajo y de su población asalariada disponible. Y el caso es que
cuanto mayores son los espacios económicos y más poblados estén , tanto mayor
puede ser la unidad empresarial y tanto más intensa también la especialización
dentro de los establecimientos, lo cual significa igualmente disminución de
los costos de producción y, consecuentemente, aumento del plusvalor por unidad
de capital empleado o invertido. Esto contrarresta la tendencia histórica decreciente
de la tasa de ganancia acercando así el posible reinicio de una nueva fase económica
expansiva. Esto es lo que el señor Solana, hablando en plata, estaba significando
al anunciar la orden de ataque, cuando culpó a Milosevik "del aislamiento
en que mantiene al pueblo yugoslavo".
Claro está que si la burocracia
dirigente del Estado Yugoslavo se sometiera pacíficamente a estas razones inconfesadas
que determinan el comportamiento de la burguesía internacional -ahora respecto
de Yugoslavia- a mediano plazo no hay duda de que no sólo aumentaría el plusvalor
de los burgueses en general, sino que, por efecto del desarrollo en la productividad
general del trabajo, los menores costes de producción beneficiarían también
a los trabajadores de ese país, que así podrían vivir un poco mejor que hasta
ahora. Tal como está ocurriendo, en general, con el pueblo español respecto
de hace diez años. Esto demuestra que proyectos pequeñoburgueses basados en
el autodesarrollo del capital nacional como el que hoy siguen defendiendo los
burócratas del Estado yugoslavo están condenados a desaparecer.
Pero el caso es que la sociedad
yugoslava no cede, como tampoco parecen darse indicios de un cambio pacífico
radical de sistema ni en la URSS ni en China. Y tal como hemos afirmado en nuestra
exposición sobre la "Teoría marxista de la crisis económicas del capitalismo",
en tanto la cuantiosa masa de capital excedente siga presionando para apoderarse
de los recursos materiales y humanos de esas grandes regiones,



<<…está claro
que todo lo que este desenlace se prolongue, contribuye a que la misma
duración y gravedad de la depresión del capitalismo empuje cada vez más
hacia una resolución bélica de tales dificultades>>
 La agresión
en curso a Yugoslavia confirma una vez más esta tendencia de la burguesía a
resolver sus grandes crisis económicas mediante el genocidio bélico. Tal es
el colmo alcanzado por la irracionalidad esencial de este sistema de vida presidido
por las potencias imperialistas en su etapa postrera. En cuanto al régimen que
los dirigentes yugoslavos ofrecen a la parte del proletariado europeo que gobiernan,
según nuestra línea de razonamiento no sólo es de la misma naturaleza irracional
en tanto obedece a la lógica de la ley del valor, sino que desde el punto de
vista del desarrollo de esa lógica, constituye un anacronismo pequeñoburgués.
Y aunque en realidad se trata de eso, Milosevik y sus partidarios ni lo mencionan.
Hacen pasar todo el conflicto por una reivindicación territorial fundada en
los valores históricos de la nacionalidad, del sagrado paradigma de los próceres
y de la raza eslava, valores en los que han venido educando sistemáticamente
a los trabajadores serbios. Es decir: se aferran a una misma irracionalidad
mediante los mismos argumentos mostruosos sobre los que cabalgó la barbarie
desatada por la burguesía imperialista alemana en 1939. Cierto que no para conquistar
un "espacio vital" sino para defenderlo. Pero esto no les hace ser
de distinta naturaleza, porque imperialismo y nacionalismo no son más que dos
formas de manifestación de una misma sustancia: la propiedad privada capitalista.



Hablamos de argumentos mostruosos
siguiendo el razonamiento ya expuesto de que:
<<La barbarie de las
ideas precede a la barbarie de los hechos. Y esta barbarie de las ideas
tiene su punto de arranque en la propensión burguesa a hacer verosímil el
falseamiento sistemático de la realidad social. Por eso debe desencadenarse
una fuerte ofensiva teórica para defender al marxismo, al socialismo, a
la ciencia, a la razón, de los embistes de la estupidez política dotada
de formidables medios de difusión.>>
("Teoría de las crisis
económicas capitalistas":
La crisis y el porvenir de la humanidad)
 Pero el
caso es que los trabajadores serbios y albanokosovares se encuentran enfeudados
a sus respectivas direcciones burocráticas proburguesas enfrentadas, y una vez
desatado el conflicto, ya nada puede hacerse de momento. Porque como ha ocurrido
siempre en tales circunstancias, la misma monstruosidad mística que les dividió
y puso en disposición de matarse mutuamente, es lo único que les mantiene en
la lucha, fortalece la solidaridad en las trincheras y el odio al enemigo en
uno y otro bando.
Sin embargo, el reconocimiento de
esta realidad en Yugoslavia no justifica la actitud de permanecer impasibles.
Porque como también hemos dicho y la evidencia histórica así lo confirma,


<<…las grandes
guerras siempre parten de la voluntad política e iniciativa de la dirigencia
burguesa localizada en los países de la cadena imperialista>>
(Ibíd)
 Pero para
que esta voluntad e iniciativa se concreten, los imperialistas tienen que contar
no sólo con el consentimiento sino con la misma decisión de quienes son inducidos
a la guerra en sus países. Y el caso es que según pasan los días y se suceden
los bombardeos, el rechazo a esta nueva guerra tiende a extenderse por las calles
de las principales capitales de países pertenecientes a la OTAN. Y de acuerdo
con lo razonado hasta aquí, si como para nosotros es cierto que ya no estamos
en la década de los cuarenta y que proyectos como el de la actual Yugoslavia
tienen todavía menos proyección histórica que el ya agonizante modo de vida
que nos ofrece el capital multinacional, pensamos que es políticamente inconducente
contribuir a que el proletariado mundial siga dividido marchando otra vez al
matadero detrás de opciones que nos son las suyas propias. Insistimos, no estamos
ya en los breves y efímeros tiempos en que las burguesías nacionales de los
países dependientes fueron alternativa de vida momentánea frente al imperialismo.
Tampoco el proletariado cuenta en estos momentos de retroceso y confusión ideológica
siquiera con un embrión desarrollado de partido revolucionario a nivel internacional.
Hay que construirlo. Y una opción verdadera y efectivamente revolucionaria por
primera vez desde la degeneración de la IIIª Internacional, no se puede empezar
a construir insistiendo en la pura táctica de fastidiar al "enemigo principal"
olvidándose por enésima vez de los intereses históricos del proletariado para
no espantar a la pequeñoburguesía; metiendo a la clase obrera bajo el ala política
del "enemigo secundario"; volviendo a depositar falsas esperanzas
de progresión revolucionaria en una opción tan irracional y monstruosa como
la que se pretende combatir; sumando fuerzas a un "antiimperialismo"
cuya resultante histórica en términos políticos no puede ser sino nula.
 ¡Fuera
la OTAN de Yugoslavia!
¡Convirtamos cualquier guerra
interburguesa
en guerra revolucionaria contra el capitalismo!


8 de abril de 1999
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