miércoles, 25 de noviembre de 2015

Imperio acadio - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Imperio acadio


(Redirigido desde «Imperio Acadio»)
Mātu Akkadū
Imperio acadio


Bandera

(c. 2250 a.C.) Bandera

(c. 2260 a.C.) Bandera


2334 a. C.-2193 a. C.
Bandera

Bandera



Ubicación de
El Imperio acadio en la época de Sargón I, el Grande.
Capital Agadé (Akkad)
Idioma principal Acadio
Otros idiomas Sumerio, eblaíta, ugarítico y elamita
Religión Religión Acadia
Gobierno Reino
Período histórico Edad de Bronce
 • Establecido 2334 a. C.
 • Disolución 2193 a. C.
El Imperio acadio fue un gran reino de Mesopotamia formado a partir de las conquistas de Sargón de Akkad. Mantuvo su máximo esplendor entre los siglos XXIV y XXII a. C. (2334 a 2192 a.C.) en los que se sucedieron cinco monarcas: el propio Sargón, sus hijos Rimush y Manishutusu, su nieto Naram-Sin y el hijo de éste, Sharkalisharri que gobernaron un total de 141 años.


Los dominios del Imperio acadio se extendieron a toda la cuenca del Tigris y Éufrates, Elam, Siria y según las inscripciones aún más allá, hasta el Líbano y la costa mediterránea. Según dichas incripciones se llegarían a realizar incursiones hasta Anatolia y el interior de los montes Zagros y el imperio controlaría el comercio del golfo Pérsico hacia Magan (posiblemente Omán) y la región del valle del Indo.


Las ciudades de Mesopotamia se llenaron de monumentos y estelas
conmemorativas que hablaban de la grandeza del nuevo imperio y en la
escritura se produjo un importante avance de la lengua acadia, que se convirtió en la lengua administrativa del Estado.1



Índice

Historia

Antecedentes

La infiltración pacífica de los semitas en las ciudades sumerias
alcanza ahora densidad suficiente para que aquéllos obtengan la
supremacía política del país. Cabe incluso atribuir esta supremacía a
una inmigración repentina y masiva: “Es indudable que se produjo una
gran afluencia de gentes en la época en que Sargón se hizo rey. No pudo
ser una lenta infiltración de familias interesadas en ganarse la vida en
un país más venturoso, por mucho que así lo sugiera el relato del
nacimiento y ocupación del héroe. Este nunca fue un ordinario ensi de
ciudad, dispuesto a comprometer a las ciudades vecinas en una lucha por
la supremacía. En vez de eso edificó una nueva capital y esta albergaba a
sus guerreros y a sus familias, no a una mezcolanza de gentes sacadas
del Kish. La ciudad se convirtió en centro de la parte septentrional del
país, que en adelante se conocería como Sumer y Accad. Este proceso
solo pudo producirse por una población consciente de sus diferencias e
incluso de la hostilidad de la población vernácula” (C.J. Gadd, en
Cambridge Ancient History, fasc. 17, 1966 p.33).


Desde 3000 a. C. los semitas se habían ido extendiendo desde sus orígenes en Arabia hacia el norte, con otros grupos diferentes como los amorreos.
No hay muestras de que estas migraciones se produjesen de forma
traumática, sino que parece tratarse más bien de un proceso gradual.2 3 En Mesopotamia los más importantes fueron los acadios, presentes en el área del norte de la región, en la que se incluía la ciudad de Kish. En esta ciudad se sabe que Sargón desempeñó algún puesto de responsabilidad. Culturalmente, Sargón era semita ya que se sabe que su lengua era el también semita acadio.


Hacia el 2340 a. C. Sargón fundó la ciudad de Agadé
en las proximidades de Kish, posiblemente al norte. Su localización aún
no ha sido determinada por los arqueólogos, aunque se especula que
podría haber estado hacia la confluencia de los ríos Diyala y Tigris, en las afueras del actual Bagdad.4 5
Los motivos de la fundación de Agadé no están claros. Es probable que
Sargón se rebelase contra su señor en Kish y decidiese establecer un
nuevo centro de operaciones.1
Tampoco se conoce con seguridad que ocurrió en Kish. Tal vez Sargón la
tomó antes de lanzarse hacia a la conquista las tierras del sur o tal
vez fue Lugalzagesi de Umma, que había formado un imperio local en el área del sur.1


Las conquistas de Sargón


Mapa de la extensión del Imperio acadio con las conquistas de Sargón y las principales revueltas posteriores. Para la tradición posterior mesopotámica, Sargón y su nieto, Naram-Sim,
se convertirán en los modelos arquetípicos de emperador. Sobre el
primero se proyectarán las virtudes a seguir, convirtiéndole en mito;
sobre el segundo, el antimodelo del emperador agotado en sofocar
rebeliones que pierde el beneplácito de los dioses.3
En algún momento a mediados del siglo XXIV a. C.(2340
a.C) Sargón se lanzó a la conquista de las ciudades sumerias del sur.
Las conquistas anteriores de Lugalzagesi de Umma pudieron facilitar el
camino del conquistador acadio, al encontrarse ya vencida la
independencia de las distintas ciudades sumerias. El primero de los
objetivos de Sargón fue Uruk, ciudad célebre por sus grandes murallas y donde en el momento del ataque se encontraba Lugalzagesi. Sargón no sólo conquistó la ciudad, sino que hizo prisionero al rey, obligándole a caminar hasta el templo de Enlil en Nippur con una argolla al cuello.


Tras esto se lanzó a la conquista del resto de ciudades sumerias. Tomó Ur, Lagash y Umma,
con lo que ya controlaba tantas tierras como había hecho Lugalzagesi.
Con el dominio de toda la Baja Mesopotamia asegurado, continuó sus
campañas atacando a los Elamitas de los montes Zagros, en el actual Irán, y realizó incursiones en la ciudad de Mari (en la actual Siria) y Ebla, ya a pocos kilómetros del Mediterráneo, llegando, según las inscripciones, a las montañas de los cedros: esto es, al actual Líbano, y tal vez hasta Anatolia.1 3


Sargón se convirtió así en el primer monarca histórico que consiguió
unificar toda la cuenca de la Mesopotamia bajo un mismo mandato. Pese a
que es probable que esta unidad fuese más teórica que real, la figura de
Sargón fue un referente constante para los monarcas que,
posteriormente, tratarían de repetir su hazaña. De hecho, en épocas
posteriores se le conoció como Sargón el Grande.
Pero su reinado y el de sus sucesores no estuvieron exentos de
problemas ya que poco antes de su muerte sufriría una revuelta general
en las ciudades conquistadas.3


Pese a estas dificultades, durante el reinado de su nieto y sucesor, Naram-Sim (2260 - 22231 ), el imperio alcanzó su máxima extensión territorial: en los límites occidentales incorporó las regiones de Alepo, en la actual Siria, y el entorno de Trípoli, en la costa mediterránea cananea del actual Líbano; en los orientales conquistó Susa
y en el norte se expandió por Anatolia. Sin embargo hubo un pueblo al
que Naram Sim no consiguió conquistar pese a que guerreó contra ellos y
les infligió algunas derrotas. Eran los guti, que habitaban los montes Zagros y que atacaban y saqueaban continuamente las tierras del valle.6 El nuevo rey tuvo que enfrentarse además a numerosas rebeliones.


En algún momento de su reinado parece que Naram-Sin fue deificado. El
motivo, según una inscripción en una estatua, fue por petición de su
pueblo a los dioses, después de que el rey ganase nueve batallas contra
las que se le rebelaron "desde los cuatro confines del mundo". Los
dioses concedieron y se le construyó un templo en Agadé, que hasta entonces no estaba dedicado a ningún dios.1


Tras la muerte de Naram Sim, su sucesor e hijo, Šarkališarri (2223 - 2198) vio incrementada la presión sobre el imperio: Elam se rebeló, conquistando varias ciudades del sur de Mesopotamia. Posteriormente sufriría invasiones por parte de los amorreos,
a quienes lograría vencer, y de los guti a los que inicialmente también
reduciría. Sin embargo el imperio estaba muy desgastado y tras su
muerte las ciudades del sur de Mesopotamia se independizaron. Tras esto,
los dominios del antiguo imperio quedaron reducidos al área circundante
de la antigua capital, Agadé.1


Historia según fuentes tradicionales

Un mito, el primero en el tiempo, parecido al de otros antiguos
caudillos surgidos de la nada, un funcionario semítico al servicio de
Urzababa, rey de Kish, forma un partido con gentes de su estirpe,
organiza un ejército, depone a Urzababa y levanta una ciudad que dará
nombre a su pueblo y a su imperio. Accad o Agadé. El nuevo dominador se
da a sí mismo un nombre de significación política: Sargón (transcripción
bíblica del acadio Šarrukenu, “rey verdadero”).


Otro mito rodea su infancia de ninbo portentoso: hijo de un “nómada
de la montaña” y de una especie de vestal, viene al mundo en Azupiranu
(“ciudad del azafrán?”). En la necesidad de desprenderse del niño, su
madre lo abandona en un cesto en aguas del Éufrates. Un palmero lo
recoge; lo cría como hijo y enseña su oficio. Sargón será jardinero, y
así lo acredita la Lista de Reyes. Mas aquí viene de nuevo un agente
sobrenatural, único modo de explicar su meteórica ascensión: la diosa
Istar, prendada del muchacho, lo introduce en la corte de Kish, donde
llega a copero del rey Urzababa. Un buen día, éste le ordena realizar un
acto que raya la impiedad, “cambiar las ofrendas de bebidas en el
Esagila”. Sargón desobedece y se hace aún más obsequioso con la
divinidad. Como consecuencia de ello el dios Marduk decide privar de su
trono a Urzababa y dárselo a Sargón.


Pero el cambio de poderes no parece haber sido inmediato, pues entre
los más interesados en la intriga median cinco reinados en Kish. Sería
durante estos cuando Sargón construyó Accad, la capital de su
principado.


Los hechos que le llevaron a la soberanía del país entero no pueden
ordenarse en el tiempo, por falta de datos; pero guiándose por la lógica
parece natural que el primer enemigo a eliminar fuese Lugalzagesi. De
su guerra contra éste sabemos que después de unas preliminares
conversaciones y desafíos, Sargón tomó por sorpresa la ciudad de Uruk,
derrotó dos veces a generales de su adversario, y en una tercera batalla
venció y capturó al propio Lugalzagesi, que fue llevado prisionero al
templo de Enlil en Nippur como testimonio de la complacencia de los
dioses en el triunfo del nuevo señor. Ur, Lagash y otras ciudades que
seguían a Lugalzagesi cayeron seguidamente a consecuencia de campañas
que se describen con la misma o parecida fórmula “batalló con el nombre
de X; lo derrotó; asestó el golpe a su ciudad y destruyó sus muros” Tras
la toma de Lagaš , Sargón “lavó sus armas manchadas de sangre en el
mar”. La caída de Umma, último foco de resistencia puso en sus manos
toda Sumer.


Tras la dominación del país, Sargón eleva sus miras al extranjero. La
ruta de sus conquistas occidentales comienza en Tuttul (actual Kit, a
unos 150 Km. al oeste de Bagdad); sigue con la toma de Mari y culmina
con la anexión de Siria y el Líbano tras la conquista de Iarmuti (al sur
de Byblos) y Ebla (cerca de Alepo) y alcanza “el bosque de los cedros” y
las Montañas de Plata (Amanus)” . Fuentes posteriores como el texto que
acompaña al “Mapa Babilónico del Mundo” (en el museo Británico) añaden a
todo esto una expedición erizada de peligros y obstáculos hasta la
ciudad anatólica de Purushkhanda, en Capadocia, donde una corporación de
mercaderes oprimida, recabó y obtuvo su protección.


La crónica tardía de las glorias y desventuras de Akkad, así como los
llamados textos augurales (fórmulas para arúspices que citan ejemplos
del pasado), arrojan una sombra amenazadora sobre el dorado colofón de
la era sargónida. Según ellas, antes de concluir su reinado de 56 años,
Sargón vio levantarse contra él a todos los pueblos de su imperio. La
situación llegó al extremo crítico de que los acadios se vieron cercados
en su capital; “pero Sargón salió al campo de batalla, los derrotó, los
amontonó, y arrolló sus dilatadas huestes”. La organización y
administración del imperio se prestaba a esto levantamientos generales o
parciales contra el poder central. Todos los sucesores de Sargón
hubieron de afrontar el mismo problema, sin encontrar para él más
solución que la fuerza de las armas. Dos de sus hijos, Rimuš y
Maništusu, le suceden. Por contradicciones de las fuentes aún no se sabe
cuál de ellos es el primero en reinar; parece ser que Rimuš, aunque no
era el primogénito. Al comienzo de sus nueve años de gobierno, Rimuš
sofoca una rebelión de las ciudades sumerias, capitaneada por Kaku,
príncipe de Ur, y reconquista el territorio oriental de Warakhshe,
aliado con Elam en su contra, como antes había estado en contra de su
padre. Los botines de esta campaña debieron de ser inmensos, pues Rimuš
repartió trofeos por todo el imperio. Pero sus triunfos militares no
bastaron para mantenerlo en el trono mucho tiempo; una conspiración de
sus cortesanos, a lo que no sabemos si su hermano fue ajeno o cómplice,
lo hizo sucumbir.


Los comienzos del principado de Maništusu parecen haber transcurrido
en calma, más tarde un levantamiento de dos de los inquietos territorios
orientales, Anshan y Serikhum, lograron resistir el ataque de
Maništusu; el rey enemigo fue llevado preso al templo del Sol, en
Sippar. Ni Anshan ni Serikhum están localizadas con precisión, aunque
figuran mucho en la historia del Elam (se ha supuesto situada cerca de
Susa). Respecto a Serikhum aún se sabe menos, pero su problema interesa a
la investigación pues una variante del texto dice “Anshan y la ciudad
de Meluḫḫa” y se plantea que estuviese situada en el valle del Indo.
Comprobada la intensa relación entre la cultura india de Mohenjo-Daro y
la mesopotámica, particularmente en la época de Akkad, el problema
adquiere una dimensión extraordinaria, pues una entente entre Elam y el
lejano valle del Indo rebasa las posibilidades consideradas
tradicionalmente.


Naram-sin fue hijo y sucesor de Manishtusu, y nieto por tanto de
Sargón. La historiografía mesopotámica posterior nosabía cual de los dos
–el nieto o el abuelo- era el más admirable. Se le atribuye un reinado
de 37 años , pero con una cronología tan endeble como la de Sargón. Es
patente que hubo de batallar a fondo, lo mismo en el oeste (Siria y
Anatolia) que en oriente de sus dominios. Aquí sus más encarnizados
enemigos fueron los guti y los lullubi, remotos antepasados tal vez de
los actuales kurdos y luristaníes, que han conservado algo de nombres y
mucho carácter de aquellos indómitos montañeses. Parece seguro que
Naram-sin logró subyugar a estos y otros enemigos, pero también que al
término de su reinado el imperio estaba tan débil que solo el puño
férreo del monarca lograba mantenerlo unido. De todas maneras, con
Naram-sin culmina el concepto acadio de monarquía. Cualquiera de sus
medidas de gobierno pesaba tanto sobre el estado de sus súbditos,
determinaba de tal manera las condiciones de su existencia, que no es de
extrañar que se le considerase un dios. Naram-sin es, en defecto, el
primer rey mesopotámico que antepone a su nombre el signo reservado
hasta entonces a los dioses (dingir), y que consciente y a prueba de sus
vasallos le invoquen como el “dios de Akkad”. Él es también el primero
que en soberbia afirmación de dominio universal, se titula “Rey de las
cuatro partes (del Mundo)”, Sumer y Akkad, Elam, Subartu (Alta
Mesopotamia) y Amurru.


El hijo y sucesor de Naram-sin, es llamado Šarkališarri, que
significa “rey de todos los reyes”. Sin embargo, el primero de sus
títulos oficiales, “Rey de Akkad”, refleja una triste realidad de unos
dominios mucho más exiguos que los de su padre. El imperio comienza a
desmoronarse. En 25 años de reinado, Šarkališarri se jacta de haber
detenido en Basar (actual Yebel-el Bishri) una invasión de amoritas
procedentes de Siria, y de haber realizado victoriosas campañas contra
Gutium, el país de los belicosos montañeses a quienes Naram-sin no había
logrado mantener más que en precaria sujeción. Pero a pesar del pomposo
lenguaje de las crónicas oficiales, los guti desencadenaron el ataque
fatal para los acadios. Si la capital misma no fue destruida del todo,
quedó en cierto grado tan mal parada que ni más tarde se conocía su
emplazamiento y a día de hoy siguen sin haberse identificado sus ruinas.
Los inventarios regios citan después de Šarkališarri algunos nombres de
reyes fantasmales, y la Lista, siempre tan lacónica, se pregunta con
triste retórica “¿quién era rey? ¿quién no era rey?”


Significación política del Nuevo Imperio

De cualquier manera que se juzgue el imperio de los acadios, es
obligado reconocer que su régimen rompió los moldes del antiguo
estado-ciudad. El rey es ahora el centro del mundo civilizado; en sus
manos se concentran todos los hilos de una vasta organización estatal;
nada cae fuera de su autoridad y jurisdicción. Para imponerse dispone de
un nutrido ejército permanente y de una red burocrática sostenida en
primer lugar por sus representantes personales en la capital y en las
ciudades del imperio. Los altos jefes del ejército y de la
administración constituyen lo más selecto de la nueva sociedad, son los
“5400 hombres que a diario comen delante de Sargón”. Dentro de una
mayoría de acadios hay constancia de la presencia de sumerios en esta
hueste selecta, de personas que por motivos diversos habían acreditado
lealtad al nuevo régimen o tenían razones muy poderosas para mostrarse
adictas al mismo.


Uno de los pasos dados por Sargón tuvo consecuencias para la
posterior cultura mesopotámica: la sustitución del sumerio por el acadio
como lengua escrita. Aunque a veces textos vayan acompañados de
versiones sumerias, el predominio de una lengua sobre la otra va ganando
terreno hasta dejar al sumerio arrinconado en el ritual religioso y los
textos científicos. La lengua hablada se mantuvo aún unos siglos en las
ciudades del sur, pero su suerte era ya irreversible, desde el segundo
milenio toda Mesopotamia hablaba ya lenguas semíticas. Para sostener la
burocracia y el ejército el tesoro real tenía que poseer enormes
riquezas. Uno de los medios de pago acreditados consistía en la cesión,
por parte del rey, de terrenos de su propiedad a miembros de la
administración estatal, para que estos los explotasen por su cuenta a
cambio de un diezmo de sus productos. El llamado Obelisco de Maishtusu
acredita que el rey paga un justo precio a sus propietarios legales por
tierras adquiridas con este fin, y que además se cuida de que las
personas que pudieran resultar perjudicadas por esas medidas encuentren
medios de vida conforme a sus necesidades.


Aun siendo escasa la documentación llegada a nosotros indica que el
régimen de los acadios no resultaba opresivo para sus súbditos. Los
príncipes y gobernadores de los estados sometidos solían mantener sus
puestos, salvo en casos de declarada enemistad como el de Lugalzagisi.
Los estados acadios tenían que acatar ciertamente a un representante del
emperador, respaldado por una fuerza más o menos numerosa, pero la
autoridad y el gobierno interior quedaban en manos de sus propios
magistrados. Solo en puntos de mayor valor estratégico los acadios
estaban más presentes. Ha de tenerse en cuenta que la creación del
imperio no había sido dictada por el heroico o romántico afán de gloria
que parte de las fuentes explican, sino a unas circunstancias económicas
más prosaicas tal vez, pero no menos determinantes. Mesopotamia carecía
de los elementos de riqueza que sostenían la civilización antigua en lo
material; la piedra, la madera y los metales. Las fuentes documentales
de las campañas de Sargón no encubren cuales eran sus objetivos
primordiales: el Bosque de los Cedros, las Montañas de la Plata y los
territorios del Este, ricos en piedras, vulgares y preciosas. Nada más
lógico por tanto que contemplar la dilatada expansión de Acadia en
función de un propósito de posesión y control de esas fuentes de
producción y de los caminos por donde esas riquezas afluirían a la nueva
metrópoli. A los muelles de Akkad amarraban barcos de todo el mundo
cargados de mercancías; los caminos del imperio se estimaban por el
constante ir y venir de caravanas, como acreditan multitud de
testimonios. La seguridad del sistema de transportes estaba confiada a
las guarniciones de los grandes centros regionales y de los principales
nudos de comunicación.


Después del imperio

La lista Real Sumeria menciona seis reyes más después de la muerte de Sharkalisharri,
los cuales es posible que reinasen en Agadé. Esta ciudad había
adquirido características de gran capital, por lo que es probable que su
supervivencia resultase poco viable tras la pérdida del territorio
imperial. Se sabe que finalmente los nómadas gutis,
que habitaban las montañas próximas a Agadé, tomaron la ciudad y
posiblemente toda la región septentrional. En el sur las ciudades
prosperaron y es posible que las reformas realizadas por los sargónidas
les beneficiasen finalmente.7 1


Influencia


Inscripción de Naram-Sin que narra la construcción del templo de Marad por su nieto Lipit-Ili hacia 2250 a. C.
La dinastía de Sargón de Acad fue la primera a lo largo de la
historia que consiguió el dominio sobre pueblos diversos culturalmente,
con lo que se puede decir que constituyó el primer imperio de la
historia. Sus conquistas dejaron una impronta imborrable sobre las
generaciones posteriores, cuyas tradiciones le considerarían el mejor
monarca de la historia, el arquetipo de rey longevo y de gobierno
eficaz. Se elaboraron leyendas que le otorgaban un linaje divino y las
historias de sus conquistas circularon mucho más allá de las fronteras
de sus dominios.1


Entre las leyendas de su nacimiento destaca la que se deja entrever en la lista Real Sumeria.
Según esta leyenda, Sargón había sido hijo de un jardinero del palacio
del rey de Kish que ascendió al cargo de copero. En un momento dado los
dioses deciden que el reinado de Ur-Zababa, el hasta entonces rey, debe
finalizar, recayendo la realeza en Sargón.


Otra leyenda narraba que Sargón había sido hijo de una sacerdotisa en
—puesto que solían ocupar mujeres de la realeza— y un extranjero de las
montañas. Su madre habría dado a luz en secreto y dejado al recién
nacido en un cesto de mimbre flotando en el río. La corriente habría
arrastrado a Sargón hasta ser recogido por un aguador de nombre Aqqi, que le enseñó el oficio de jardinero. Su ascenso al puesto de rey se habría debido a que la diosa Ishtar le habría tomado cariño mientras ejercía de jardinero.


Sobre su sucesor más célebre, Naram-Sin
el mensaje de las leyendas era bastante bien diferente. Así, una
leyenda sumeria narraba que la caída del Imperio acadio se había debido a
la pérdida de favor del dios Enlil.
Naram-Sin, conocedor de esto a través de un sueño, espera durante siete
años (siete años representan simplemente una cifra muy grande) a que
los dioses cambien de parecer. Pasado ese tiempo el rey desespera y
dirige a su ejército al templo de Enlil y lo destruye, arrojando al
fuego las vasijas sagradas. Como represalia, el dios castiga a la ciudad
con la llegada de los bárbaros gutis
de hábitos nómadas, que arrasan la ciudad y hacen retroceder a la
región a los tiempos de antes de que las ciudades fuesen construidas.1


Cultura


La estela de Naram-Sim conmemora la victoria del monarca acadio contra el pueblo de los lullubi de los montes Zagros. La imagen representa a un rey casi mitológico, del doble del tamaño de sus soldados. 2250 a. C.6 3
Sargón dio numerosos puestos administrativos a ciudadanos de su
región original, cuya lengua era el acadio, el cual posiblemente vivió
en esta etapa una gran difusión.


La escritura de esta lengua siguió un modelo desarrollado en el área de Ebla, en la actual Siria, que adaptaba la escritura cuneiforme
a la lengua semita. Este modelo de escritura fue el más utilizado en la
administración del Imperio acadio, si bien se mantienen numerosos
documentos e inscripciones bilingües, escritas tanto en acadio como en sumerio.1
Así, aunque la lengua sumeria siguió siendo utilizada es probable que
las conquistas de Sargón y su prestigio, diesen un impulso fundamental a
la lengua acadia, facilitando que en los siglos posteriores se
impusiera finalmente el acadio.6


Arquitectura

Los posibles restos de las ciudades de Akkad y de Sippar siguen
sepultados en lugares ignotos. Este desconocimiento completo de los que
en su día fueron centros principales del imperio acadio nos priva de
posibilidad de contemplar y enjuiciar aquellos monumentos que mejor
pudieran reflejar su estilo y concepciones arquitectónicas. En tanto que
no se produzcan descubrimientos en este sector, hemos de contentarnos
con obras de restauración llevadas a cabo por los acadios en edificios
antiguos, como es el caso del Palacio y el Templo de Tell Asmar, y con
un par de ejemplos de edificios de nueva planta, magníficos ciertamente
los dos en capitales provinciales del Imperio: Tell Brak, en Siria, y
Asur, en el corazón del futuro territorio de los asirios.


El gran edificio excavado en Tell Brak, construido y utilizado para
depósito de mercancías en el centro de la cuenca del Kabur, se fecha en
la época de Akkad porque sus adobes ostentan el nombre de Naram-sin.
Basta mirar un momento su plano, para comprender que no es una
realización gradual, con un núcleo al que se van añadiendo postizos para
satisfacer nuevas necesidades, sino una creación única, racional,
calculada de antemano hasta sus mínimos detalles. Como observa Moortgat,
los acadios tendieron a moldear la realidad en hormas preconcebidas,
según pone bien de manifiesto su esquema de las “Cuatro Partes del
Mundo”; las ideas deben imponer sus perfiles a las cosas, el espíritu a
la materia. El palacio de Tell Brak es un elocuente testigo de su
mentalidad. Aquella impresionante mole, de 111 por 93 metros, debía
parecer a los pueblos de la llanura de siria un símbolo pavoroso de la
autoridad acadia. Sus muros exteriores, de diez metros de espesor, lo
ceñían de un cinturón infranqueable. El plano dice lo que era: un
depósito de mercancías y tributos, organizado alrededor de cuatro
patios, uno de ellos mucho mayor que los otros tres. Su única puerta, de
once metros de ancho, daba a un espacioso zaguán, flanqueado por los
lugares de administración; del zaguán se pasaba a un patio de cuarenta
metros de lado. Hay que imaginar allí a las caravanas descargando sus
fardos, pasada la inspección de los escribas estacionados en el portal.
Después de descargadas en el patio, las mercancías eran depositadas en
los almacenes, ordenados como un casillero de huecos, todos en la misma
altura, aislados o por parejas en torno a cuatro patios. Los almacenes
recibían de estos la luz y la ventilación. El edificio no parece haber
tenido más planta que la excavada y quizás unas torres de defensa a los
lados de su única puerta, algo más altas que los restantes muros, para
servir de atalayas. En el Templo de Abu, en Tell Asmar, los acadios
introdujeron un cambio significativo:dividieron la cella en dos mitades
por medio de un grueso muro transversal, con abertura en el centro, de
manera que una vez pasado la puerta exterior del santuario, el visitante
se encontraba en una antecella. Para ver la estatua y los altares del
dios, el visitante debía dar unos pasos y colocarse en el eje central
del edificio. El nuevo sistema rompe con la tradición del acercamiento
por el eje acodado, y más aún indica la disposición típica de los
templos neosumerios, en los que la cella propiamente dicha será una
estancia más ancha que larga. Un solo ejemplo no basta para determinar
si el nuevo sistema fue general entonces, pero en todo caso la reforma
introducida en el Templo de Tell Asmar tiene el valor posible de
antecedente de una solución llamada a imponerse más tarde.


Durante el Imperio acadio se siguió la costumbre sumeria de levantar
grandes estelas y monumentos conmemorativos escritos en lugares
especiales de las ciudades. Con estas obras se demostraba el poder del
imperio y se publicitaban sus éxitos militares. En el arte acadio, la
figura central de la obra se representa en mayores proporciones que el
resto de la composición, que generalmente contiene escenas dramáticas.
Un buen ejemplo es la estela de Naram-Sin, donde el monarca, coronado
por un casco de cuernos que indica su carácter divino, tiene el doble de
tamaño que las demás figuras.1





Predecesor:

Período Dinástico Arcaico
Historia de Mesopotamia--
Imperio acadio

2334 a. C.2192 a. C.



Sucesor:

Renacimiento sumerio

Véase también

Referencias


  • Leick, Gwendolyn (2002). «Akkad». Mesopotamia: la invención de la ciudad. Barcelona: Rubí. 84-493-1275-2.

    1. «Protagonistas de la Historia - Ficha Sharkalisharri». http://www.artehistoria.jcyl.es/. 2007. Archivado desde el original el 24 de noviembre de 2015. Consultado el 7 de mayo de 2007.

    Bibliografía

    • Antonio Blanco Freijeiro. Arte Antiguo del Asia Anterior pp.105-114. Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla 1972.
    • Mario Liverani. El mundo antiguo

    Enlaces externos


  • Asimov, Isaac (1986). «Los sumerios - La guerra». El Cercano Oriente. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-3745-7.


  • Margueron, Jean-Claude (2002). «El imperio de Agadé». Los mesopotámicos. Fuenlabrada: Cátedra. ISBN 84-376-1477-5.


  • McEwan, 1980


  • Wall-Romena, 1990


  • Asimov, Isaac (1986). «Los acadios - El primer imperio». El Cercano Oriente. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-3745-7.


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