Nabateos
(Redirigido desde «Nabateo»)
El casco urbano de Petra se repartía entre las dos riberas del río Uadi
Musd, un valle encajonado entre altas rocas. Ciudad almacén de las
mercancías que procedentes de Arabia, India y del mar Rojo,
eran trasladadas en largas caravanas por las rutas comerciales de la
época. La posesión de los principales enclaves por donde esas rutas
pasaban era una de los objetivos de los nabateos. Palmira, al norte, fue capital del reino nabateo bajo el efímero reinado de la famosa reina Zenobia, entre los años 266 y 272 d. C.
La mayoría de los historiadores identifican a los nabateos con la tribu de Nebayot. Por eso se les relaciona con Ismael de quien aquel era hijo (véase Génesis 25.13, 28.9 y 36.3; y 1 Par 1.29). Pertenecían al grupo de los arameos contra quienes combatió Tiglatpileser III (745-727 a. C.).
Asurbanipal también luchó contra ellos en el año 640 a. C. aproximadamente. Unidos a la gente de Qedar resistieron, mandados por el jefe árabe Uabé, hijo del anciano Házá'il. En este tiempo eran eminentemente nómadas
y la ley vigente entre ellos les prohibía sembrar trigo, plantar
árboles o construir casas. Así mantenían el espíritu trashumante que les
era propio.
Hacia el 312 a. C., Antígono ―soberano de Siria y Fenicia―,
emprendió una campaña contra los nabateos, que se refugiaron en Petra.
Allí gozaron de independencia, sobre todo en la época de mayor debilidad
de los seléucidas. La ciudad comercial más importante estaba en Hegra (hoy Medáh-insálih), lugar en que se cruzan las rutas del golfo Pérsico ―por Hái'l y Teima―, del Yemen ―por Yatrib―, del mar Rojo ―por Leuke Kome, en la desembocadura de Uadi el-Harud―.
Los reyes nabateos
Hacia el 170 a. C., los reyes nabateos entraron en los relatos de la Biblia. Aretas I persiguió a Jasón forzando su huida a Europa (según el Segundo libro de los macabeos 5.8).Pompeyo intentó, inútilmente, anexionarse la provincia de Siria el territorio de los nabateos; pero solo consiguió Filadelfia y algunas ciudades de la Decápolis.
Por este tiempo se rompió la antigua amistad con los judíos, y así los nabateos que ayudaron en más de una ocasión a los macabeos (según el Primer libro de los macabeos 5.25 y 9.35), se vieron atacados por Alejandro Janneo, rey y pontífice de los judíos, que les arrebató algunas ciudades.
Aretas II se puso del lado de Gaza en su discordia con aquellos.
Gracias a la ayuda de los nabateos, esta ciudad pudo resistir el ataque
de sus enemigos.
En cierto modo, la tierra de Moab estaba colonizada por los nabateos. Alejandro Janneo consiguió someterla a tributo, sin que el rey nabateo Obodas I
pudiese impedirlo. Por su parte, los romanos continuaron sus
incursiones por el territorio nabateo. Más tarde Alejandro Janneo fue
derrotado cerca de Garada ―en la Gaulanítide― gracias al dominio de esas rutas comerciales que el rey Obodas I aún poseía.
Su sucesor, Aretas III gobernó en Damasco hacia el año 85 a. C. Esta injerencia de los nabateos era mal vista por Pompeyo;
pero ellos se mantenían seguros gracias al control y dominio de las
rutas del este. El general romano envió contra la capital de los
nabateos a Scarus,
que llegó hasta Petra, pero solo consiguió 300 talentos que el rey
nabateo pagó gustosamente con tal de verse libre de la poco grata
presencia romana. Más tarde (55 a. C.), Gabinus intentó obtener algún botín de los nabateos antes de volverse a Roma, pero lo más que consiguió fue la liberación de los partos exiliados.
El rey Malicos
(60-30 a. C.) tuvo que pagar al legado romano Ventidius una fuerte suma
en concepto de tributo. Este mismo rey nabateo entabló lucha contra el
hijo del idumeo Antípatro, que tanto favor gozaba en la corte judía de los asmoneos. Las primeras refriegas con el que sería más tarde Herodes el Grande tienen lugar al norte del río Yarmuk, en Diáspolis y Canata.
Después de una primera victoria judía, Herodes fue vencido por los
nabateos, pero pronto tomó la revancha, junto a Filadelfia, donde
aquellos sufrieron una fuerte derrota.
(9 a. C.-40 d. C.) el reino nabateo alcanzó su máximo esplendor.
Inicialmente estaba enemistado con los romanos, entre otras razones por
haber subido al trono sin autorización del emperador Augusto.
Pero luego supo atraerse el favor de Roma poniendo a disposición de
Varus un buen contingente de hombres contra una sedición de los judíos.
La enemistad con el país vecino aumentó cuando Herodes Antipas (el tetrarca de Galilea), repudió a la hija del rey Aretas IV, uniéndose con Herodías, la esposa de su hermano. Este fue el verdadero motivo de la guerra, aunque se justificara con cuestiones fronterizas.
Tiberio se puso de parte de los judíos y ordenó que, vivo o muerto, Aretas fuese llevado a Roma, pero muerto el emperador, Vitelio,
legado de Siria, no consiguió apresar al monarca que permaneció en
Petra, sin olvidar sus dominios del norte en la región damascena. En
tiempo de Calígula (37-41) estuvo representado en Damasco por un etnarca que veló por los intereses del pueblo. En este periodo ocurrieron los hechos a que se refiere Pablo de Tarso en su Segunda carta a los corintios 11.32.
Los sucesores de Aretas IV perdieron el control de Damasco en tiempos del emperador Nerón, aunque siguieron dominando en Admedeva, la primera población en la ruta de Damasco a Palmira.
Rabel II
(71-106) fue el último rey nabateo. La unificación que se había
realizado alrededor de este reino por la incorporación del último
territorio herodiano del norte de Yarmuk, debería proseguir normalmente
con la anexión de la Arabia nabatea al Imperio romano.
Provincia romana
En tiempos del emperador Trajano,el legado de Siria ocupó el país (105 d. C.), dominando Bosra y Petra.
Al año siguiente el territorio nabateo quedó convertido en provincia
romana administrada por un legado, con la Tercera Legión Cirenaica a su
mando. El centro político se situó en Bosra
(con una legión acuartelada en esta población), que pasó a llamarse
Colonia Nova Trajana. Su primer gobernador fue Claudio Severo y durante
su mandato los soldados romanos construyeron una calzada que iba desde Eilat hasta la frontera con Siria.1
Este reino de los nabateos se convirtió en provincia romana con el
nombre de Arabia Pétrea, que abarca el sur de la actual Jordania y el
noroeste de Arabia Saudí. Con la anexión del reino nabateo se aseguró la
continuidad territorial del Imperio romano entre Egipto y las
provincias asiáticas.
No obstante, Petra seguiría conservando su prestigio y en más de una
ocasión sería la residencia del legado romano. En su bella necrópolis
fue enterrado Sextus Florentinus.
Los nabateos conservaron la peculiaridad de su dialecto por mucho
tiempo, aunque poco a poco se fueron arabizando hasta el punto de que
los romanos los identificaban con los árabes. Así Estrabón (XVI.4.18) habla de Petra como la ciudad de los árabes llamados nabateos.
El aumento de población y el cambio de circunstancias históricas
fueron convirtiendo a los nabateos de nómadas en pacíficos agricultores,
que se agruparon en pueblos y ciudades. Existían numerosas vías de
comunicación que los ponían en contacto entre sí, mientras que una red
de fortalezas y torres de guardia les protegían de posibles expediciones
enemigas.
gozaban de una gran organización. No se limitaron a defenderse, sino
que también cultivaron con éxito diversas artes e industrias,
especialmente la artesanía del cuero, vidrio y cerámica. Su estilo muy
original, permite al arqueólogo distinguirlo con facilidad. Bajo la
influencia helenística cultivaron también la escultura y la
arquitectura.
Trasformado el reino nabateo en región fronteriza, habitada por
destacamentos militares de procedencia y origen diverso, fue decayendo
paulatinamente su civilización. El territorio nabateo se dividió entre
la gente del sur, reagrupada alrededor de Petra, y las del norte, en
torno a Palmira. El comercio se concentró en el antiguo oasis de Tadmor, para dirigirse al oeste por las rutas de Damasco, Bosra y Emese, fuertemente guarnecidas por las tropas romanas.
Palmira creció en importancia cuando los emperadores romanos la tomaron como base para sus ataques contra los partos.
Pero en 273 sus habitantes pagaron duramente una tentativa de
independencia y de dominio sobre las provincias orientales, bajo el
efímero reinado de la famosa reina Zenobia
entre los años 266 y 272, lo que constituyó un paso más en el proceso
de disolución en que el pueblo nabateo había entrado desde la muerte de
Aretas IV.
Referencias
- Millar, Fergus (1992). El imperio romano y sus pueblos limítrofes. El mundo mediterráneo en la Edad Antigua. IV. Siglo Veintiuno. p. 323. ISBN 968-23-0886-0.
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